Sobre el papel oficial es Carlos Latre, pero sobre las tablas de un escenario puede ser casi cualquier otro. El rey de las imitaciones hará una parada en el palacio de la Ópera el próximo día 24 para presentar su espectáculo One Man Show, en el que hará un repaso cómico de la actualidad política, social y hasta pandémica.

¿Le han imitado a usted alguna vez?

A mí personalmente, no. Pero, por ejemplo, en el Homo Zapping hacían de la Becaria, o de algún personaje mío a veces.

¿Es uno de esos inimitables?

No lo creo. Creo que tengo muchísimos gestos, sobre todo con las manos, pongo la voz más grave... uno a sí mismo no se ve. En un programa en el que trabajábamos hace tiempo, las maquilladoras nos imitaron y era flipante. Uno no es consciente de que hace ciertas cosas. Me pasa con los imitados. Me dicen: yo no sabía que hacía esto.

¿Hay que ser muy observador para este oficio?

El secreto de todo es la observación. La gente piensa que es tener una garganta privilegiada, e indudablemente, algo hay. La garganta se trabaja, la observación viene de fábrica. Yo al principio era un purista de la imitación, y no me daba cuenta de que lo más importante no es la imitación perfecta, sino saber captar lo que cada persona desprende. Silvia Abril siempre dice que no soy imitador, soy ladrón de almas.

¿Se le resiste alguien?

Quizá las mujeres, por el tema de mi voz. Hay registros a los que no voy a llegar nunca. Ahora ya me está saliendo, pero al principio me costaba mucho imitar a Feijoo, porque es bastante neutro, así como Rajoy era una mina, por las eses, la inflexión, los gestos, Feijóo es bastante plano. La clase política en general, excepto Rajoy o Abel Caballero, que ya son muy histriónicos, es bastante plana. Luego van adquiriendo tics y formas de hablar a las que agarrarte con el tiempo.

Siempre se le pregunta por la imitación, pero tiene muchos más registros dentro de la comedia. ¿Cómo hace para mantener el tirón en tiempos del gag y del sketch?

La imitación tiene algo hipnótico, magnético. Lo veo por los jóvenes cuando hago algo en Tik Tok o en Instagram, que tiene mucho tirón. A los más jóvenes, que normalmente no son consumidores de nuestro tipo de humor, les gusta mucho. Hay una vía directa, una continuidad. Llevo 25 años en la televisión, con diferentes públicos y generaciones. Es regenerarse a uno mismo, ir viendo qué te falta, qué puedes mejorar. Yo soy muy marketiniano: voy haciendo estudios de mercado para estudiar qué me falta, qué le gusta a la gente, cuál es mi público. Trabajar el producto, qué ofreces, cómo lo ofreces, qué medios y canales tienes. Donde desemboca todo es en el teatro, en el espectáculo en directo. Ahí es donde la gente ve al Latre 360, al One Man Show. Es un espectáculo en el que haces a Ana Belén, a Shakira, a Orozco, a Gurruchaga, a Serrat o a Elton John.

No puede uno dar por hecho que el nombre lo hace todo. ¿Está en constante actualización?

Es que todo cambia. Hay que ver siempre lo que es nuevo. No he dejado de formarme nunca, he hecho ballet, lírico, flamenco, Shakespeare, teatro clásico, expresión corporal. Eso lo puedes incorporar a tu día a día. Además, dices: ¿cómo va el mundo? ¿dónde se mueve ahora? Las redes sociales son la nueva vía de comunicación, con un nuevo lenguaje, una nueva disciplina. Los jóvenes tienen otro lenguaje, y hay que adecuarse a los nuevos tiempos. No pierdo mi público, porque es muy transversal: de los niños que ven Tu cara me suena, a los abuelos que me escuchan en la radio. Hay un público de 16 a 25 años que tiene otros lenguajes. O te adecúas, o va a ir envejeciendo tu audiencia. Tengo la ventaja de que mi humor es muy cambiable. Te puedo hacer a Serrat y a Luz Casal, pero también a Quevedo y a Bizarrap, que ya salen en este show, como C Tangana o los de la Casa de papel. Desde la productora estamos trabajando con un nuevo equipo, que me parece que no llegan a los 20 años, para empaparnos de ese nuevo lenguaje.

En One Man Show hace un repaso de la actualidad política y social. ¿No le apabulla lo rápido que avanza la actualidad? Una semana solo se habla de crisis energética, la siguiente solo de la reina de Inglaterra...¿no caduca su show?

Tengo una gran capacidad de improvisación. Primero, porque hice 1.500 programas de Crónicas Marcianas, en los que cada día pasaba una cosa diferente. La radio te curte, yo he hecho mucho directo. Ahí me desenvuelvo como pez en el agua. Lo estresante es que tienes que ir muy al día, ver qué está pasando. Hay un apartado que hago en el cielo en el que acaba de llegar la reina de Inglaterra, y luego el rey Emérito habla de a ver si le dejan o no ir al entierro de su prima. Hay mucha gente que acompaña a los padres y no me conoce, y les acaba molando.

Vuelve al espectáculo en solitario tras la obra Golfus de Roma. ¿Mejor solo, o bien acompañado?

Yo siempre he trabajado solo. Golfus de Roma ha sido una experiencia increíble, el poder estar en Mérida, un teatro milenario, con gente que lleva toda la vida haciendo musicales, todos los compañeros han sido alucinantes. Lo he disfrutado muchísimo, pero es una etapa que ya estaba concluida, yo tenía mi show y lo aparqué por la pandemia. Tenía un compromiso con mi público, y estoy encantado de haberlo hecho todo.