El actor y cómico Goyo Jiménez es conocido por sus monólogos en los que parodia tópicos de la cultura estadounidense. A las 21.00 horas de mañana estará en Palexco con el último, Aiguantulivinamérica 3.

¿Cuál es el leitmotiv ?

Está basado en que estamos viviendo cerca del fin del mundo: si no son pandemias son guerras o el cambios climático, y la broma es que necesitamos a los americanos para que nos salven de esto.

Humor negro, entonces. ¿Hay que reírse de lo que está pasando?

Ahora más que nunca. Salimos de una y viene otra peor: es como una serie americana en la que los guionistas ya no saben qué inventar para tenernos en tensión. No es humor oscuro, es humor necesario. La mayor parte de la gente estamos en una situación de indefensión e incertidumbre que provoca un estrés sostenido. La risa era en otros momentos necesaria, pero ahora es imprescindible para sobrevivir. Si no soltamos la tensión vamos a petar. Soltar unas carcajadas ayuda mucho, ya no es terapia, es supervivencia.

La mayor parte de su público no ha viajado a los Estados Unidos, pero entiende todas las referencias.

Mis referencias no son del Estados Unidos verdadero, sino del de la ficción, y esta es homogénea en Galicia, Albacete y Costa Rica. La realidad e Instagram no tienen nada que ver; Estados Unidos y su ficción se parecen, pero esa idealización del valor, la tenacidad, del patriotismo, cuesta encontrarlas en el día a día.

Pero las conocemos.

Nos reímos mucho de los topicazos americanos, pero vamos con vaqueros y sus zapatillas, comemos sus hamburguesas y su pasta. Es una cultura idealizada, pero la que nos acaba gustando. Durante muchos años entendimos el mundo y la globalización a través de su cultura. Ahora parece que el resto del mundo estamos influyendo, pero todo pasa por su filtro. Para triunfar tienes que ir allí.

Estuvo de gira en Estados Unidos este año, en Broadway. ¿Cómo fue?

La experiencia fue maravillosa. Ha sido la antesala de lo que esperamos sea una gira larga en Estados Unidos: hay muchos hispanoparlantes y tenemos muchísimo público. Se agotaron enseguida las entradas, hicimos más funciones. Y con la democratización de la tecnología uno puede ser conocido en la otra punta del planeta. Hemos ido a Nueva Zelanda gracias a Internet.

Tras visitar otros países, ¿el humor español es particular?

No. Acabo de hacer dos temporadas de Un país para reírlo, hablando con humoristas de todas las tendencias, y puedo decir que vivimos un Siglo de Oro de comedia. Hay una cantidad enorme de humoristas, y con mucha calidad. Tenemos acentos, modismos, pero las mecánicas son las mismas y nos reímos de lo mismo: de las tonterías de Occidente, del absurdo humano. Con acento galaico o acento castellano.

En Un país para reírlo habló con cómicos coruñeses y gallegos.

Piedrahita, Carlos Blanco, David Amor, Rober Bodegas, Carolina Iglesias, Teté Delgado... El carácter gallego es el que más se parece a la definición más precisa de humor. Esta sensación de que se te dice una cosa mientras se utiliza el acento contrario, la famosa retranca, está en Galicia. Decirte que sí diciéndote que no, es el humor: estrujarte las meninges de manera que acabes diciendo, ¡qué cabrón!

Participó en programas de divulgación como Órbita Laika y El condensador de fluzo.

La cultura es la base del desarrollo fundamental de mi trabajo. He estudiado física o biología de manera autodidacta pero intensa: me gusta mucho la etología del primate para ver qué queda en nosotros de ellos. Y con la historia tengo un enamoramiento desde niño.

Usted ha hecho también trabajo dramático. ¿Ayuda a la comedia?

He dirigido, escrito y actuado en proyectos muy diferentes, desde La Fura dels Baus a la Compañía de Teatro Clásico. Haberme formado ortodoxamente me viene de lujo: al fin y al cabo, lo que haces es un espectáculo, con dramaturgia, puesta en escena... Lo que hago está controlado todo, tiene un crescendo.