Al igual que el deportivismo incorporó a su orgullo identitario el calificativo de turkos, con el que equipos rivales le bautizaron despectivamente, no son pocos los que ya se mofan de otra de las denominaciones amorosas que le cayeron, el Lloruña, cuando se movilizó por el escándalo del Fuenlabrada. Y por eso, un suceso como el ocurrido ayer en el partido con el Pontevedra y recogido en el acta, no se podía escapar al humor blanquiazul, que a todo le saca punta. Y es que cuando el portero rival se quejó de que un paquete de pañuelos de papel impactó cerca de su posición, muchos pensaron que el regalo al Lloruña le vendría bien para enjugar las lágrimas que causa la Primera RFEF.