La Opinión de A Coruña

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La búsqueda de piso, otra piedra en el camino

La ucraniana Oksana Hryshchenko y sus hijos escaparon de la guerra e iniciaron una nueva vida en Culleredo, pero se encuentran con dificultades para instalarse por su cuenta

La ucraniana Oksana Hryschchenko, a la izquierda, con su hijo Yuri y la familia de acogida, Alma Ponlla y Javier Aragón. Abajo, la pequeña Ariana con Dani. | // CARLOS PARDELLAS CARLOS PARDELLAS

“La vida se dividió en antes de la guerra y después. No será como antes. Ya no somos como éramos”, se sincera Oksana Hryshchenko. Esta ucraniana se cruzó Europa con lo puesto para escapar de la guerra con sus hijos Yuri, de 13 años, y Ariana, de siete. En su país dejó el horror, a su marido, su café, su madre y su casa. Las lágrimas todavía la acompañan. El destino los llevó hasta A Coruña, una ciudad de la que “nunca antes había oído hablar”. “Decidimos ir a España porque nuestra hija mayor estudia en Madrid”, desvela.

Aquí les esperaba una sorpresa de las buenas, un hogar en el que empezar una nueva vida. Los acogieron Alma Ponlla, su marido Javier Aragón y su hijo Dani, de cuatro años, en su casa de Culleredo. Con el papeleo hecho, los niños en el colegio y un nuevo trabajo, Oksana quiere asentarse y tener su propio espacio. Pero una nueva piedra ha aparecido en el camino. Y, por desgracia, ya van muchas. La búsqueda de piso está siendo muy complicada. “Hay muy poca vivienda y muy cara. Nosotros les estamos ayudando, pero cuando en las inmobiliarias decimos que es para una familia ucraniana, nos dicen que no dan el perfil”, cuenta Alma.

Es una situación “muy difícil”, revelan, y están moviendo cielo y tierra para dar con la solución. “Lo puse en Facebook para ver si alguien sabía de algún piso libre”, detalla la madre de la familia de acogida, que indica que “lo que necesita Oksana es un piso por Culleredo para que le quede cerca del trabajo y del colegio de los niños”. Porque ahora esa es su zona. Su nueva vida. La familia ucraniana, por su parte, “trata de no invadir el espacio” de Alma, Javier y Dani. “Estamos muy agradecidos por la cordial y calurosa acogida. Nos dieron un techo sobre nuestras cabezas, nos alimentaron. No sé cómo me las arreglaría sin ellos en un país extranjero con niños”, confiesa.

Han sido cuatro meses de convivencia, de mensajes traducidos y de noches sin dormir, pero ha llegado el momento de asentarse, aunque siempre con la mirada puesta en Ucrania. “Mi siguiente etapa es mudarme con los niños al piso que estamos buscando. Además, estoy estudiando español. Ya entiendo un poco, pero todavía me resulta difícil hablar”, indica Oksana, que quiere que sus hijos “retomen sus clases de música”. Yuri ahora juega al baloncesto, una de sus pasiones, y Ariana se divierte mucho con Dani. “Lo tratan de maravilla. Mi hijo no lo entiende mucho. Ve que hay gente en casa y se lo pasa bien”, señala Alma Ponlla, que destaca que para acoger a una familia ucraniana se necesita “espacio, tiempo, dinero y ganas”. Su empatía les hizo dar el paso. “Ahora necesitan tener su propio espacio”, destaca.

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