Lotería de Navidad en A Coruña

Los rostros trabajadores detrás de los millones del Gordo

Los testimonios del Premio 'Gordo' en A Coruña.

Los testimonios del Premio 'Gordo' en A Coruña. / LOC

“Compramos el 90 porque mi padre, que falleció, cumpliría 90 años”

Asunción, en el medio, con los loteros, su hijo y su yerno.

Asunción, en el medio, con los loteros, su hijo y su yerno. / Carlos Pardellas

La felicidad de Asunción Liste y su hijo Enrique Raña es indescriptible. Vieron juntos el sorteo y cuando salió el número acabado en 90, la mujer acudió a su casa porque esa terminación le sonaba. La sorpresa fue que había acertado todos los números. “Me llamó muy tranquila y me dijo que teníamos el Gordo”, contó su hijo en la administración La Diosa de la Fortuna, en la calle Barcelona, donde 24 horas antes su madre había comprado el boleto ganador. “No sé lo que voy a hacer con el dinero”, explicó Asunción, que eligió el 90 por un motivo muy especial. “Mi padre falleció hace dos años y este año cumpliría 90 años. Mi madre siempre compra números relacionados con fechas importantes”, confesó Enrique Raña, todavía nervioso, que no pudo evitar “llorar y gritar” en cuanto se enteró. “Comprobé el número mil veces porque no me lo creía”, dijo con un vaso de champán en la mano junto a su pareja, Pedro. Todos viven “cerca” de la administración, de la que Asunción es “clienta habitual”.

Moncho, el que recibió el décimo del Gordo después del sorteo

Carlos con su gestor, Moncho, tras entregarle el décimo ya premiado.

Carlos con su gestor, Moncho, tras entregarle el décimo ya premiado. / Víctor Echave

El anuncio de la lotería de Navidad que exalta la solidaridad y nuestro espíritu más generoso se hizo realidad en el Gaucho Díaz I. Moncho, de la gestoría Fiselaco, entró por la puerta del restaurante poco después de que hubiese salido el Gordo y al verlo el dueño, Carlos Lamas, fue a la caja, sacó un décimo del 05490 y se lo entregó, seguido de un apretón de manos y un brindis con champán.

“Tenemos muchísima confianza, sabía que no habría problema”, explicó Moncho, que lleva las cuentas del propietario del local. “Vino un día a la oficina a repartir décimos entre todos los empleados y yo no estaba, pero me lo guardó”, agregó Moncho, que aseguró además que como buen gestor va a asesorar a Lamas, que tenía más de un décimo agraciado, en cómo invertir bien el dinero para tener unos buenos ahorros para el futuro. Una de las primeras en felicitarlos a ambos fue Manuela, una clienta que iba a retirarse en agosto “pero ahora que le den al trabajo, lo dejo ya”.

Eusebio, con diez décimos: “Daba todo por tener a mi socio al lado, que falleció”

De izquierda a derecha, Dilenia, Eusebio, Eli y Pepi, todos agraciados.

De izquierda a derecha, Dilenia, Eusebio, Eli y Pepi, todos agraciados. / Víctor Echave

Eusebio fue una de las personas más abrazadas este jueves. En unos meses cumplirá ochenta años y viene cada día desde Ortigueira a A Coruña y a comer en el Gaucho Díaz I. “Hace cuarenta años que como aquí y hace 24 que lo hago siempre en la misma mesa”, contó. Confesó que había comprado diez décimos, aunque la gran mayoría los repartió entre la familia, pero lo primero que dijo cuando llegó al restaurante fue: “Daba todo por tener a alguien a mi lado, a mi socio”, contó, antes de brindar, junto a otros clientes, “por Antonio”, el que fue su socio en una empresa de construcción de barcos en A Coruña durante dos décadas y que falleció hace quince días. Con él comía cada día en la mesa del local. “Ya os dije ayer que fueseis poniendo el champán a enfriar”, agregó Eusebio, a quien los empleados de la parrillada le dieron la razón. “Dilenia, faltas tú por felicitarme”, agregó dirigiéndose a una de las empleadas del Gaucho, que saltó y chilló de alegría. “Estoy tan feliz, no tengo palabras”, aseguró.

Pablo iba con el camión para Madrid pero dio la vuelta al avisarle su mujer

Pili, subida al camión cuando llegó su marido.

Pili, subida al camión cuando llegó su marido. / Víctor Echave

Si tú me dices nos tocó el Gordo, lo dejo todo. Fue lo que hizo Pablo. Su mujer, Pili, fue una de las decenas de clientes que este jueves se acercaron al Gaucho Díaz I a hablar con Carlos Lamas, darle las gracias, felicitar a los demás premiados y compartir entre todos la alegría de la fortuna. Ella, a media mañana, explicaba que había llamado a su marido, que es transportista y había salido por la mañana hacia Madrid, para decirle que les había tocado el primer premio de la lotería.

“Yo me enteré por la tele, tenía un montoncito de décimos y el del Gordo era el último. Cuando lo vi le llamé y me dijo que venía de vuelta”, explicó Pili. Y dicho y hecho. Sobre las dos de la tarde Pablo aparcó la cabeza tractora del camión delante del Gaucho. “Iba por Lugo y al llamarme ya di la vuelta y dejé la carga, avisé a un compañero para que la lleve él, es una carga de reciclaje”, contó Pablo, que al llegar, con un sombrero ranchero, subió a su mujer al camión para abrazarla.

Una clienta a Eli, embarazada de 7 meses: “A tu hijo ponle Lotería o Afortunado”

Eli, embarazada y con su hijo de 10 meses Romeo, y detrás Francisco, premiados.

Eli, embarazada y con su hijo de 10 meses Romeo, y detrás Francisco, premiados. / Víctor Echave

“Tu hijo sí que ha venido con un pan bajo el brazo. ¿Le vas a llamar Lotería o Afortunado?”, bromeaba este jueves una vecina con Eli Blanco, una de las empleadas del Gaucho Díaz I, que compró un décimo del Gordo. “Con un pan y una arepa”, respondió Eli, embarazada de siete meses de un niño (“aún no sabemos el nombre”), este jueves se encontraba “en shock”. Avisó a su marido que vino corriendo con su otro hijo, Romeo, de diez meses, y que después tenía que ir a buscar a su hija mayor, de diez años. Acudió también a celebrarlo su madre, Isabel.

“Somos de Venezuela, llevamos seis años aquí y trabajando en el Gaucho llevo unos seis años. “Cuando se lo dije a mi madre quedó impactada”, señaló. “Casi me da un desmayo”, confirmó Isabel. “Tenemos familia en Venezuela, allí lo están pasando bastante mal”, agregó Eli, que apuntó que destinará también el dinero a “ayudar”. “Otra botella de champán, invito yo”, pidió su marido.

La alegría de Carmen, octogenaria, sin una pierna y sin ascensor en un tercero

Carmen, en la ventana de su tercer piso junto al Gaucho Díaz.

Carmen, en la ventana de su tercer piso junto al Gaucho Díaz. / Víctor Echave

“Ahora sí Carmen, ahora sí, ahora pondrán ascensor”, gritaban vecinas y empleadas desde la calle, en el exterior del Gaucho, mirando hacia una ventana del tercer piso donde asomaba en bata una mujer octogenaria que lloraba de emoción. No pudo hablar, solo secarse las lágrimas y saludar con la mano a los de abajo. “Nos alegramos mucho por la señora Carmen. Le falta una pierna y no tienen ascensor en el edificio. Vive con su marido y una hija”, explicaron los que la conocen. Ella no pudo bajar pero todos desde abajo se acordaron de ella y la saludaron a gritos.

Muchos de los vecinos y vecinas que viven en los edificios cercanos al Gaucho estaban este jueves asomados a las ventanas y balcones pues muchos tenían también un décimo adquirido en el restaurante de la planta baja. Fue un número muy repartido en esta isla de edificios y negocios en la frontera entre Cambre y Oleiros, entre O Seixal y O Temple.

“Gracias al churrasco, éste es el mejor del mundo, lo recomiendo”

Carmen, agraciada con un décimo, ayer con su hija.

Carmen, agraciada con un décimo, con su hija. / Víctor Echave

Carmen entró llorando y riendo al mismo tiempo con una fotocopia gigante del décimo del Gordo. Es de A Coruña pero ayer llegó lo más rápido que pudo al Gaucho para abrazar al propietario, Carlos Lamas, responsable de despachar tanta fortuna entre empleados y clientes. “Gracias Carlos, es el mejor churrasco del mundo, riquísimo, lo recomiendo”, gritó Carmen en el abarrotado restaurante. “Me enteré porque me llamó mi sobrina desde Barcelona, aunque al principio pensé que era una broma. Estamos hiperfelices, es la primera vez que nos toca algo”, señaló Carmen, que además ya anunció qué va a hacer con el dinero del primer premio: “Ayudar a mi hija para la entrada del piso y a ayudar a mi hermana a pagar el coche”.

La emoción descontrolada de Carmen contrastó con la serenidad de Ricardo: “Tengo un décimo, soy cliente de siempre. No tengo mucha necesidad económica, pero siempre viene bien”, dijo tras pedir un Rioja, como cualquier otro día.

“Compramos el billete a un hermano para que pueda venir desde Italia”

Fanny, también con el Gordo, gritando desde el coche al llegar a El Gaucho.

Fanny, también con el Gordo, gritando desde el coche al llegar a El Gaucho. / Víctor Echave

Los gritos de pura felicidad de Fanny retumbaron en todo O Seixal y O Temple. Comenzó antes de bajar del coche a mostrar su enorme emoción. Tenía un décimo agraciado, compartido con su marido y con su suegra. “Me llamó mi suegra y me dijo que nos había tocado a mí y a Álex, yo no había visto sus llamadas perdidas. Estoy muy emocionada. La verdad, estoy como un flan. Ya he llamado a un hermano que vive en Italia, no podía venir y le compramos ya el billete para que venga en Navidad”, explicó. De hecho se emocionó tanto que no pudo conducir, no sabía ni cómo se llegaba al restaurante, a pesar de que había ido tantas veces a comer.

Esta joven destacó sobre todo que se alegraba “por Carlos”, el propietario del Gaucho Díaz I. “Me alegro mucho por él porque se lo merece, por todos los problemas que ha tenido con su negocio, por la pandemia y porque tuvo que cerrar por un problema en la cocina.

“Carlos, Carlos, como Carlos, no hay ninguno”, corearon ayer todos los agraciados.

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