Domus: manual de uso

Fachadas de la Domus,  en A Coruña, y del Museo  de Arte CAFA, en Pekín. |    // CARLOS PARDELLAS / LOC

Fachadas de la Domus, en A Coruña, y del Museo de Arte CAFA, en Pekín. | // CARLOS PARDELLAS / LOC / Fernando Agrasar Arquitecto y profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña

Fernando Agrasar Arquitecto y profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña

El reciente fallecimiento del arquitecto Arata Isozaki, el pasado 28 de diciembre, dirigió el interés mediático local a uno de los edificios de los que es autor y que, felizmente, está en nuestra ciudad. La mayor parte de aquellas reseñas y reportajes se centraron en el estado de conservación de la Domus, quizá debido a nuestra inveterada pulsión hacia el auto-odio, perfectamente señalada y descrita por Manuel Rivas.

Domus: manual de uso

Domus: manual de uso / Fernando Agrasar Arquitecto y profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña

Tenemos la fortuna de contar con un edificio de un arquitecto como Arata Isozaki cuyo nombre es uno de los imprescindibles en la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX, realizado en colaboración con César Portela, un arquitecto gallego con una importante trayectoria creativa. La Domus, un edificio público, un museo científico, abierto desde el año 1995.

Arata Isozaki, que con catorce años pudo ver desde Õita el hongo atómico elevándose sobre la cercana Hiroshima, se hizo adulto en un paisaje extremo de destrucción, sobre el que había que erigir una nueva realidad, por eso sus diseños respondían a las circunstancias del lugar, más que a estilos, convenciones o valores pasajeros. Desde 1993 a 1995 ese lugar y sus circunstancias fueron la ensenada del Orzán, el océano Atlántico y el barrio coruñés de Monte Alto.

Son evidentes los benéficos retornos que recibe el conjunto de la ciudadanía y cada uno de nosotros de un valioso equipamiento cultural que, además es una obra arquitectónica notable. Parafraseando aquella famosa frase de John F. Kennedy de 1961, deberíamos reflexionar sobre lo siguiente: no pienses lo que puede hacer tu museo por ti, piensa qué puedes hacer tú por tu museo. En primer lugar, saber, informarse, leer. ¿Por qué es un edificio notable? ¿Sólo porque su autor es reconocido internacionalmente? Entender la voluntad del edificio por mejorar un frente de la ciudad, no muy agraciado, con esa superficie curvada recubierta de pizarra verde, reconocer la forma en la que su naturaleza constructiva y estructural se hace visible en los extremos, comprender que la fachada plegada hacia el interior de Monte Alto no es un capricho formal y posee una importante función significativa y espacial, o valorar el contraste entre la expresividad rocosa de su zócalo y la delicadeza del pequeño jardín zen que se esconde cerca del acceso. En segundo lugar, visitarlo, consciente y repetidamente, solos y en compañía, disfrutando de sus contenidos didácticos y, por supuesto, de todos sus estímulos espaciales, cromáticos, materiales…, siempre habrá un momento para pensar, recrearse, descubrir efectos de luz, sorprenderse con perspectivas inesperadas, ver el paisaje secuenciado a través de su arquitectura… En tercera posición, deberíamos valorar el edificio en el conjunto de la arquitectura de su tiempo y de su propio autor ¿La Domus en un edificio más de la obra de Isozaki o es especialmente importante? El propio arquitecto declaró en más de una ocasión que el edificio de A Coruña le había proporcionado grandes satisfacciones, pero su trascendencia en la obra de Isozaki la podemos situar mejor si lo comparamos con otras obras posteriores, muy celebradas, como el Museo de Arte CAFA, en el campus de la Academia Central de Bellas Artes de China, en Pekín, inaugurado en el año 2008. La deuda del museo chino con la Domus es evidente, aunque a pesar de todos sus valores no alcanza su delicado equilibrio entre forma y estructura, ni su belleza. Por último, en quinto lugar, hagámoslo nuestro, sintamos su pertenencia a la ciudad, a nuestro país, pensemos que es un legado que otras generaciones también han de disfrutar. Por eso hemos de reclamar a los responsables políticos los medios y las medidas para su correcto mantenimiento, para su cuidado y para la preservación de todos sus valores arquitectónicos. Es nuestra obligación. Además, no hacerlo sería de tontos.