Del contenedor a la tienda, el viaje de una prenda compartida

El proyecto Arroupa, de Cáritas y financiado por Inditex, se encarga de gestionar, clasificar y reciclar la ropa que la gente dona

Los contenedores de ropa que las entidades sociales tienen repartidos por muchas ciudades son elementos familiares para cualquiera que pasee por la calle. A veces suscitan cierta desconfianza: “Yo no dono, que a saber qué harán con ella después”, dicen algunos. Casi siempre es difícil imaginar qué ocurre con la ropa que la gente decide donar a quien pueda necesitarla. Todo un proceso que comienza en esos contenedores y termina en las tiendas que la dispensan a personas que puedan necesitarla —y también a las que no— y que entidades sociales, como Cáritas, se encargan de gestionar en aspectos que van más allá del mero tratamiento de las prendas.

La tienda Arroupa, de la Calle Barcelona, es uno de estos finales del camino que empiezan en los contenedores urbanos. Es uno de los locales donde pueden adquirirse estas prendas, como parte de la iniciativa Moda-Re, el proyecto social de Cáritas que gestionar la recogida, reutilización, preparación para el reciclaje, donación y venta del textil a nivel nacional, al que Inditex acaba de destinar 3,5 millones de euros.

En A Coruña se canaliza a través de Arroupa, cuyo personal lo integran, desde la tienda en la que se venden las prendas hasta la nave en la que se tratan y clasifican, personas participantes en los programas de inserción que la entidad social desarrolla en colaboración con las administraciones. “Arroupa es una empresa de inserción laboral. Tenemos el objetivo de acompañar y formar a personas en riesgo de exclusión social como tránsito al empleo ordinario. Cáritas ha sido históricamente receptor de ropa usada a través de los roperos. Vimos la oportunidad de transformarlo en una empresa de inserción”, explica Isabel Fraga, gerente de Arroupa.

A la tienda de la calle Barcelona llegan algunas de las prendas que la gente deposita en los contenedores instalados en la vía pública, en las empresas privadas o en terreno parroquial. Antes de llegar al punto de venta, la ropa se clasifica, se documenta la trazabilidad y los registros cronológicos de toda prenda recogida y se determina su estado; pues a nadie es ajeno que las prendas donadas no llegan, a veces, en las condiciones que deberían. “Las prendas que son utilizables van a tienda tras un proceso de desinfección y desolorización. También nos mandan restos de stock de entidades privadas”, explica Fraga. Una de ellas es Inditex, que acaba de firmar la continuidad de su compromiso de financiación con el proyecto con una inversión que irá a parar a costear todo ese proceso, elaborado por personas en situación de vulnerabilidad, que tienen en la empresa una oportunidad que el mercado laboral les niega habitualmente.

Las prendas que no son utilizables por su estado corren otra suerte, que no es el contenedor convencional que acaba en el vertedero. La ropa, como la energía, ni se crea ni se destruye: se transforma. Y, a veces, en algo mejor de lo que era. “La que no es reutilizable la mandamos a una de las plantas de Moda-Re, que son de las primeras a nivel tecnológico en Europa en materia de reciclaje de textil. Allí se prepara la fibra para hacer nuevas prendas. Inditex tiene una línea de ropa hecha con fibras de ropa reutilizada sacada de Cáritas”, cuenta la responsable de la empresa, que ya acumula 28 empleados en las distintas áreas del proceso y en tienda, el 75% de ellos de programas de inserción.

La estación final de esas prendas tampoco deja de lado la filosofía del proyecto: la igualdad de oportunidades y la eliminación del estigma que acompaña, muchas veces, a los recursos del tercer sector. En las tiendas de Arroupa, nadie sabe con qué paga el consumidor final. “El objetivo es dignificar la entrega social. Antes se atendía en los roperos, ahora se compra en tienda pero con un vale. Nadie tiene por qué saber si se paga con dinero o con una tarjeta regalo”, defiende.