Adiós a la mascarilla en A Coruña: los conductores de taxistas y autobuses se vuelven a ver las caras

Celebran su retirada el 7 de febrero en el transporte público

Alberto Couselo y Ricardo Villamisar, ayer, en su bus y en su taxi. | // V. ECHAVE

Alberto Couselo y Ricardo Villamisar, ayer, en su bus y en su taxi. | // V. ECHAVE / VICTOR ECHAVE

Los conductores de bus urbano y taxi celebran la retirada de la mascarilla obligatoria el 7 de febrero, tanto para ellos, en su puesto de trabajo, como para los usuarios. Tanto Alberto Couselo, que es presidente del comité de empresa de la Compañía de Tranvías, como Ricardo Villamisar, presidente de Tele Taxi, creen que seguirán teniendo “una mascarilla a mano” por si en algún momento la necesitan, porque en unos días su uso pasará a ser voluntario.

“Nosotros, que hacemos servicios sanitarios, seguro que nos la seguiremos poniendo en esos casos, también si un cliente nos lo pide o, incluso, si se sube con ella, por deferencia y por respeto, nos la pondremos”, explica Villamisar, que asegura que el fin de esta restricción ha sido muy bien recibida en el sector, porque facilita su trabajo, no solo a nivel físico, por no tener que estar con la mascarilla puesta durante sus largos turnos, sino también porque no se les marcharán clientes en el último momento, al darse cuenta de que no llevan una mascarilla en el bolsillo.

Alberto Couselo y Ricardo Villamisar, ayer, delante del bus y del taxi, en las cocheras de Tranvías. | // V. ECHAVE

Alberto Couselo y Ricardo Villamisar, ayer, delante del bus y del taxi, en las cocheras de Tranvías. | // V. ECHAVE / Gemma Malvido

“Nos pasaba, sobre todo, con los extranjeros, que no sabían que había que ponerla porque en sus países podían ir en transporte público sin la mascarilla. Al final, como nosotros llevábamos de sobra, se las ofrecíamos, pero la norma generaba confusión”, relata Villamisar, que explica que, en ciertas ocasiones, veía “que no tenía sentido” que le tuviese que pedir a los jóvenes que salían de la discoteca que se pusiesen la mascarilla para entrar en el taxi cuando se habían pasado toda la noche con miles de personas sin ninguna restricción, aunque la normativa le obligaba a pedírsela y no le permite llevarlos sin ella.

A Couselo le pasaba algo similar, asegura que no le gusta “dejar a nadie en la parada”, pero que, en ocasiones, desde el inicio de la pandemia tenía que hacerlo, porque por ley no podía dejar que subiesen usuarios sin la mascarilla.

“La verdad es que el servicio se ralentiza bastante por las mascarillas, sobre todo en invierno, porque llega la gente con el paraguas, la bufanda, el móvil y no la traen en la mano ni puesta, entonces tenemos que esperar a que se la pongan para que puedan entrar al bus”, explica Couselo, que asegura que, con el paso de los meses, llegó a acostumbrarse a utilizar la máscara para trabajar, aunque no fue fácil, sobre todo, en los días de frío cuando se le empañaban las gafas.

“Habrá compañeros que la seguirán llevando, que sea voluntario es lo lógico, seguro que algunos pasajeros también se la ponen, yo llevaré una a mano, si veo que el bus va muy lleno, pues me la pondré, aunque nosotros, como tenemos la mampara, vamos más protegidos que los demás”, relata Couselo, que apunta a que, durante todo este tiempo de restricciones, se dieron situaciones de tensión en el autobús, sobre todo, entre viajeros que se recriminaban el mal uso de la mascarilla y los conductores se veían obligados a “mediar” para que el servicio transcurriese sin incidentes. “Para mí era menos engorroso llevar yo la mascarilla que todo lo demás”, resume Alberto Couselo.

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