Crítica musical

Un móvil destruye una obra de arte

Orquesta Sinfónica de Galicia, en un concierto.

Orquesta Sinfónica de Galicia, en un concierto. / José Lores

Marcos Seoane Vilariño

Marcos Seoane Vilariño

  • Crónica del concierto de la Sinfónica de Galicia el viernes 3 de febrero de 2023 en el Palacio de la Ópera 
  • Obertura el Corsario de Berlioz, Concierto para violonchelo de Dutilleux y Novena sinfonía de Dvorák
  • Nicolas Altstaedt, violonchelo, y Ludovic Morlot, director

¿Puede el sonido de un móvil destruir la interpretación de un concierto? Rotundamente sí. Que un móvil suene, ya sea llamada o cualquier otro pitido extraño, durante la interpretación de un concierto es como tirar un bote de pintura a un Picasso, irreparable. Y esto es lo que pasó esta noche, no una, sino unas cuantas veces en lo que ya parece habitual en los conciertos de música clásica, sobre todo en A Coruña.

El público tiene que entender que el silencio es parte de la obra de arte, tanto para intérpretes como para el resto de oyentes. Particularmente me mató el concierto. La señora de unas filas de delante tardó lo indecible en coger su móvil mientras sonaba y apagarlo, y aún se permitió el lujo de hablar con su compañera de al lado después, todo ello mientras el gran violonchelista Altstaed trataba de evitar que ese molesto ruido lo desconcentrara en su interpretación y ofrecer al resto del Palacio de la Ópera, que sus buenos euros pagó por la entrada, la mejor de las versiones posibles, que es el resultado del trabajo de tantos y tantos años de estudio.

¿Y el respeto a los músicos de la OSG? ¿Y el respeto al resto del público? No se pueden imaginar la frustración para un músico oír un móvil, a alguien hablando, o a alguien con el plastiquito del caramelo, aunque parezca un momentito o que apenas puede molestar, es tremendo el perjuicio sonoro. Un consejo: hagan todo antes del comienzo; no solo pongan el modo avión, bajen todo el volumen, eliminen vibrador, y es el momento adecuado para coger el caramelito, el kleeneks, o abrir y cerrar la funda de las gafas. A mí, y me consta que a más oyentes, nos destruyeron el Dutilleux y la paz para el Dvorák.

Fantástico el chelista Altstaedt, que dudó entre reiniciar el concierto o seguir ante el primer móvil de la noche nada más comenzar su solo. La manera de abstraerse de estos músicos para ofrecer la mejor de las versiones pase lo que pase no deja de asombrarme. Concierto maravilloso, obra de arte donde las haya este Dutilleux, que no puede dejar indiferente a nadie. Expresividad, virtuosismo y llevarla a los límites es lo que Altstaedt consiguió de la mano de un Morlot muy seguro a la batuta. Fue muy aplaudida la interpretación, que fue premiada con un gran bis del mismo compositor, claro está, unida a otros móviles. Irregular y con alguna que otra imprecisión en ataques el Dvorák de Morlot, obra que un servidor titularía Morriña, compuesta en la etapa americana del compositor, y que maneja nostalgia por doquier, así como elementos del folclore checo, música indiana y espirituales negros.

Reconozco que siempre espero los mismos momentos y esta noche fueron muy buenos en chelos, violas y pizzicatos de contrabajos, pero sobre todo, como nos decía un maestro checo cuando trabajaba con la Filarmónica de Moravia, “por favor, escuchen el latido de Dvorák en el final de la obra a cargo del timbal”, para mí es la definición de morriña en música.