Los expertos en criminalidad descartan que A Coruña sea insegura: “Los datos son contenidos”

Hay menos asaltos y robos que la media nacional, y los investigadores señalan que estos crean más sensación de peligro cuando pasan porque “son infrecuentes” | La Policía Local indica que el uso de arma blanca se ha reducido

Un policía nacional, en una redada contra el tráfico de drogas en la ronda de Outeiro. |   // VÍCTOR ECHAVE

Un policía nacional, en una redada contra el tráfico de drogas en la ronda de Outeiro. | // VÍCTOR ECHAVE / Enrique Carballo

Los crímenes más graves de los últimos años, las protestas de los vecinos de barrios afectados por la inseguridad y el crecimiento de los delitos leves han generado sensación de peligro en la ciudad, pero los datos del Ministerio del Interior indican que A Coruña sigue bajo la media nacional en asaltos, robos y atracos. Tres expertos en criminalidad de la Universidade da Coruña (UDC) consultados por este diario consideran que no se puede hablar de una situación de inseguridad objetiva, en base a los datos. Y también que la percepción de miedo de la ciudadanía, aunque puede ser positiva para prevenir el aumento del delito, surge precisamente de que los crímenes graves son infrecuentes.

Una de ellas es la investigadora Cristina Fernández Bessa, que imparte Criminología y responde con un “obviamente no” a la pregunta de si la ciudad es insegura: “Los datos de los últimos años son muy contenidos si los ponemos en relación con otras ciudades del mismo tamaño, y las variaciones que ha habido en los últimos años no son objetivamente muy significativas”. Los delitos que preocupan mucho, como asaltos y homicidios, son “circunstanciales”.

El Estado todavía no ha sacado cifras de delitos para el conjunto de 2022, pero en los nueve primeros meses de ese año hubo 653 incidentes de los delitos más graves en la ciudad: homicidios y tentativas, lesiones y riñas, agresiones sexuales y robos. Son 41 menos que en 2021, y la media desde 2016, cuando hay datos comparables, es de 625. Si dejamos fuera a los robos con fuerza, y contamos solo los delitos que implican atacar o a amenazar a personas, sí fueron 316, un récord: la media fue estos años de unos 260, y las cifras sobrepasaron los 300 tras el COVID.

Pero estos números se reparten entre una población de unas 245.000 personas. Según expone Miguel Clemente, catedrático de Psicología Social en la UDC y parte del grupo de investigación en criminalidad de la Universidad, “el delito afecta siempre a un porcentaje pequeño de gente”, y para la mayoría la inseguridad es una cuestión de percepción.

En la ciudad, considera Clemente, “no hay problema de violencia, ni de delincuencia: estadísticamente estamos por debajo de las cifras de las grandes ciudades”. Pero al ser una urbe “bastante tranquila, cualquier cuestión que ocurra tiene una repercusión muy grande”. En relación al conjunto de España, el año pasado la ciudad sobrepasó casi un 36% la media nacional en hurtos, y también la superó en tentativas de homicidio (aunque no hubo casos consumados). Pero las lesiones y riñas son un 43% menos de lo que tocaría a una ciudad con estos habitantes, los delitos sexuales están casi un 33% por debajo y los robos con violencia e intimación, un 21,2%.

Para Clemente, este mecanismo es “bueno”. “Es mejor que pensemos que hay un problema a que lo obviemos”, indica, pero en A Coruña la percepción de alta inseguridad “no se corresponde con la realidad”. En relación al apuñalamiento de un joven en la plaza de San Pablo el pasado sábado, el catedrático afirma que “si hubiera bastantes más casos estaríamos menos preocupados, sería lo habitual: es lo que pasa con la violencia de género, a la que desgraciadamente nos estamos acostumbrando y que está dejando de ser preocupante”. Otro factor a tener en cuenta, destaca, es que es año electoral y la inseguridad, bandera política.

En el mismo sentido se pronuncia José Ángel Brandariz, coordinador del máster de Criminología de la UDC: “Afortunadamente, nos hacemos eco de actos de criminalidad violenta porque son noticiables y lo son porque son infrecuentes”. El investigador recuerda que A Coruña, y en general el resto de Europa, es “notablemente más segura que en los años 80 y 90, es indiscutible: en España tenemos la mitad de homicidios que hace 30 años”.

El descenso de la delincuencia violenta y contra el patrimonio, según defiende, es un proceso de largo recorrido en las sociedades occidentales y que no va a cambiar. Y por ello, si hay “repuntes en momentos concretos”, estos afectan “en miedo y percepción” a una población “cada vez menos acostumbrada a la violencia en la calle”.

Según considera, pueden darse “baches” en este proceso en momentos “muy convulsos, como los últimos tres años y en particular en la salida de pandemia”, que ha traído un “conjunto de problemas sociales que aún no se han logrado controlar”. Pero también culpa a “fuerzas políticas emergentes y conservadoras” de aumentar la percepción de riesgo con su discurso.

Menos peleas y uso de navajas

Fuentes de la Policía Local señalan que atendiendo a las cifras A Coruña es una ciudad “tranquila”, “quizás” con un repunte de conflictividad tras el COVID pero lejos de los problemas del siglo pasado. “En los 80 y 90 la ciudad era mucho más insegura: no había una verbena sin un apuñalamiento, cuando había una pelea siempre se sacaba un arma blanca, y la heroína estaba muy en auge, con atracos en los que si te resistías a lo mejor te pinchaban”, indican.

En relación al caso de San Pablo, el 092 señala que aunque el uso de armas blancas es ahora más infrecuente “sí que está empezando a proliferar” entre un grupo de menores extranjeros que “no andan robando, pero la llevan”, aunque aclara que "no es un tema sistemático de menores inmigrantes”, sino de una minoría. “Hay que tomar medidas, y reforzar, pero A Coruña no es una ciudad insegura, sacando casos muy puntuales”.

En cuanto a cómo hacer disminuir el miedo a la inseguridad, Fernández Bessa indica que este “depende de muchas cosas que difícilmente tiene que ver con el aumento o descenso de la inseguridad objetiva”, habría que hacer un diagnóstico para la ciudad antes de plantear qué políticas aplicar. “A veces vinculamos la inseguridad con problemas de convivencia, desorden o sentimiento de abandono de los barrios por la Administración”, y la falta de servicios sociales o atención a personas con vulnerabilidad “puede crear una incomodidad que se acabe asociando a la inseguridad”.

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