Entrevista | Dramaturgo de La Zaranda, estrena este sábado ‘La batalla de los ausentes’ en el teatro Rosalía de Castro
Eusebio Calonge: “En un mundo a veces tan virulento, al artista solo le queda el camino de la reflexión”
“Las obras de La Zaranda pueden parecer muy oscuras pero siempre contienen dentro esa luz que busca la verdad”

Eusebio Calonge. / Encarnación Sancho
La guerra, la tiranía, el poder, la memoria, el miedo, la necesidad de trascender. Todo ello forma parte de La batalla de los ausentes, la obra del dramaturgo de La Zaranda, Eusebio Calonge, que hoy (20.30 horas) se estrena en el teatro Rosalía de Castro a plantear preguntas que el espectador tendrá que contestar. El director es Paco de La Zaranda, que cuenta con los actores Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. “La Zaranda deja de ser una compañía para transformarse en una pasión que mueve nuestras vidas”, confiesa Calonge.
Reflexiona en el texto sobre memoria, guerra y poder. ¿Qué le atrae de esto?
En un mundo a veces tan virulento, al artista solo le queda el camino de la reflexión y mostrar esta reflexión poéticamente sobre el escenario. De ahí nace la idea de intentar siempre hacer del dolor humano algo poético. Es el gran espíritu que siempre mueve a La Zaranda a hacer teatro. Partíamos de unas premisas argumentales, un ejército en desbandada que se planteaba el sentido de su propia batalla. Esto se convierte rápidamente en una metáfora grande sobre la vida. ¿Es la vida una batalla sin sentido? Es la reflexión que se deja al espectador. En esta batalla sin sentido, el hombre intenta aferrarse al poder y ese dominio sobre los demás no deja de ser un mundo absurdo.
En esa batalla, ¿hay un afán de trascender?
Bueno, yo creo que, por lo menos, hay que detenerse a preguntar. ¿Para qué sirve provocar el dolor del otro? Mientras preguntamos, toda esta maquinaria siniestra se detiene. El teatro quiere hacer estas preguntas. Nunca dar ninguna respuesta porque ningún ser humano la tiene. Si las guerras, después de tantos siglos, siguen asolando a la humanidad, quiere decir que es inútil que el arte intente plantear ahí ninguna solución. Sí intentamos abrir más reflexiones.
Es, además, un tema de actualidad por el conflicto bélico en Ucrania.
Esto fue muy curioso porque cuando estrenamos el trabajo, la guerra de Ucrania no había empezado. Estalló cuando estábamos en temporada en el teatro Español de Madrid. El sentido y la lectura de la obra por parte de la crítica y el público cambió totalmente. Todo el mundo focalizó que la obra estaba basada en ese conflicto. Pero, en realidad, habla de todas las batallas. Y hay muchas batallas que son menos cruentas y que el hombre establece contra un mundo de asfixia burocrática, de asfixia de otro tipo de poder contra el que también se revela.
Una vez más, en la obra, entre tanta oscuridad, hay luz y un toque de humor. ¿Es el objetivo de la compañía?
Sí. Hablamos de ese mundo del poder desde un prisma muy humorística. No podría ser de otra forma. Es la luz de la esperanza. La misma obra de arte, el que sigamos ahí, creando una poética en el teatro, en la música, en la pintura... Que el hombre necesite el arte es esa luz, esa esperanza. Nuestras obras pueden parecer muy oscuras pero siempre contienen dentro esa luz que busca la verdad y el encuentro fraternal con el hombre que está sentado en el patio de butacas.
¿La derrota puede ser buena?
De bueno una guerra no creo que tenga nada, lo que sí es verdad es que el hombre tiene que estar ahí para sopesar y para intentar oponerse a algo tan devastador. Oponerse con tanta distancia puede hacerse manteniendo una actitud crítica ante todo este cerro de falsedad y de virulencia.
Las obras de La Zaranda, además de esa luz en la oscuridad, tienen en común que buscan despertar algo en el público. ¿Cuál es el mensaje?
El teatro intenta dejar siempre una trascendencia, que el espectador se vaya con ciertas emociones e ideas. El teatro está para eso. Esto del público es muy abstracto, yo prefiero decir a cada espectador porque cada uno es un mundo y en metáforas tan abiertas como las que plantea La Zaranda a cada uno le va a llegar de un modo muy distinto. No tratamos de dar una conclusión sellada, queremos que cada uno saque su propia conclusión y su propia reflexión, que se vea retratado con lo que hay en el escenario. Ese es el otro sentido del teatro, ese espejo que se coloca delante de cada sociedad para que se pueda mirar.
Lleva tres décadas trabajando con La Zaranda, ¿cómo ha sido esa evolución?
Desde las primeras obras, hay una evolución en muchos sentidos, de la estética a la poética. También hay un lenguaje muy reconocible, que es el que nos gusta, de un teatro hecho desde nuestras propias ópticas, no por encargo. El lenguaje no se crea, se va heredando. Cada vez que vamos a Galicia pensamos en el gran maestro del teatro universal y, por supuesto, de La Zaranda, que es Valle Inclán. Hemos pasado por A Coruña en varias ocasiones y creo que hay un público que comulga con nuestro sentido de hacer teatro
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