Mirada fotográfica al exilio que fuimos

Las imágenes del periplo de los exiliados republicanos españoles en su búsqueda de refugio en Francia en la Guerra Civil se exhiben en una muestra en la casa museo Casares Quiroga

El desván de Philippe Gaussot guardaba un tesoro que no conocían ni sus descendientes. Lo hicieron muchos años después de su muerte, manos a la obra en ese trámite de clasificar y ordenar las pertenencias del fallecido, ineludible para sus familiares, y que a menudo reserva sorpresas a quienes lo acometen. El hijo de Gaussot encontró lo insólito en esas cajas del desván en las que no había reparado antes. En su interior, una colección de negativos sin revelar que guardaban algo más que imágenes: escondían la memoria del camino emprendido por medio millón de españoles que cruzaron la frontera hacia Francia tras el estallido de la Guerra Civil. La muestra Camiños do Exilio 1939 recoge este relato visual sin artificios. No le hacen falta. La serie fotográfica, compuesta por las imágenes en blanco y negro, plasmadas sobre la pared desnuda de la casa museo Casares Quiroga, cuenta por si misma un relato para el que sobran las palabras. La exposición, que cuenta con la colaboración del Concello, podrá visitarse en la casa museo hasta el próximo 7 de mayo.

Las circunstancias del periplo de los españoles que cruzaron la frontera huyendo de la represión son todavía un tema por explorar a ambos lados de la linde que separa los dos países. Un pasado que ayudan a recomponer las fotografías de Gaussot, miembro de la Jeunesse Étudiante Chrétienne que asistió, como voluntario, a muchos de ellos en esa travesía incierta. La mitad de los que cruzaron echaron raíces en el país vecino. Hoy, los descendientes de muchos de ellos, nacidos y criados franceses, y agrupados en la Asociación 24 août 1944, sacuden la memoria de sus padres y abuelos a través de estas imágenes, expuestas ahora en un lugar nada casual, la que fue casa de Santiago Casares Quiroga y su hija María, símbolos, por vivencia y derecho, de aquel exilio que fuimos.

Una huella a la que los descendientes de esta diáspora forzosa rinde homenaje desde la asociación. “Los españoles republicanos exiliados tienen un papel muy importante en la resistencia francesa a la ocupación nazi. De los 500.000 que cruzaron hasta 1939, unos 250.000 se quedaron allí. Hasta que murió Franco, no podían volver. Muchos de ellos eran apátridas. Cuando murió el dictador, la España que se encontraron no tenía nada que ver con la que habían dejado. Para ellos, no tenía sentido volver”, reflexiona Véronique Salou. Ella misma es hija de ese exilio. Su padre, soldado de la columna Durruti, exiliado en Francia y superviviente de Mauthausen, emprendió un camino similar al que reflejan las imágenes que hoy decoran las paredes de la Casares Quiroga. Ella, como presidenta de la asociación 24 août 1944 , vela porque esa memoria no se pierda. A su lado, la coordinadora de la muestra, Begoña Maceiras, y Kiko Herrera comparten la tarea como españoles residentes en Francia y miembros de la misma asociación.

Las imágenes permiten al espectador acercarse a lo que Philippe Gaussot vio entre los años 1937 y 1939, cuando asistía a las caravanas de refugiados españoles en su tránsito hacia una vida mejor. Su compromiso no terminó ahí. “Cuando acabó la guerra, ayudó a los españoles a integrarse en la sociedad francesa, y dio formación profesional a cerca de 15.000”, recogen.

La historia que jamás contó a sus hijos la reconstruyen los negativos, que hablan también de la forma de ver el mundo del autor de las instantáneas, que retrata a los niños con expresión inocente, siendo niños en medio de aquel camino de dudas. En los rostros de sus mayores se aprecia preocupación, pero sin tragedia impostada. Hay lugar incluso para la esperanza. En esta mirada reside, para Herrero, el verdadero valor de las fotografías. “No son las fotos de un profesional. Philippe Gaussot era un hombre joven con una cámara. Retrataba a las personas con una mirada muy humana, no como los fotógrafos profesionales, que buscaban esa imagen trágica”, valora. Las fotografías se revelan al espectador como escenas casi goyescas. Con mujeres amamantando a sus bebés en el camino, pilas de máquinas de escribir o fusiles y campos de refugiados instalados en las mismas playas de la costa francesa en las que hoy veranean los turistas. Imágenes que resultan de algún modo familiares, con la salvedad de que las de hoy son en color. “Esto parece que es memoria histórica, pero es algo que estamos volviendo a vivir con las crisis de refugiados que hay hoy. Cuando hacemos charlas sobre esto en los institutos, explicamos mucho esto”, cuentan.

Los negativos de las cajas que Philippe guardaba en el desván permitieron a su hijo reconstruir una parte de la vida de su padre que nunca les había confiado, pero también recuperar la memoria de otros muchos a quienes se les perdió el rastro. “Hemos llevado la exposición a otros lugares. Hubo gente que reconoció a sus padres o a sus abuelos en las fotos. Se emocionaron mucho”, cuenta Salou.

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