Entrevista | José Ramón Rodríguez Historiador y autor de ‘World Citizen’, que presenta hoy en Durán Loriga

“Salvador de Madariaga dejó en A Coruña su brutal legado por la morriña de su niñez”

“Su archivo en el José Cornide es el más valioso de España sobre relaciones internacionales” u “Quería un gobierno y pacifismo mundial y fue nominado al Nobel de la Paz cuatro años”

El historiador Rodríguez Lago.   | // José Lores

El historiador Rodríguez Lago. | // José Lores / Enrique Carballo

El historiador José Ramón Rodríguez Lago, profesor en la Universidade de Vigo, acaba de publicar World Citizen. Salvador de Madariaga y las redes pioneras del Mundialismo (1927-1950), elaborado en parte con fondos del Instituto Cornide. El libro, que se presenta este lunes a las 19.00 horas en la Biblioteca de Estudos Locais (Durán Loriga, 10), explora una vertiente menos conocida del político y diplomático coruñés, nacido en 1886: la de su defensa de la integración internacional y la paz mundial antes de la aparición de las Naciones Unidas, ideas que defendió durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.

¿Por qué se centró en esta faceta?

No estaba trabajada, y es temprana en él, ya empieza en los años 20. Tiene presencia destacada, sobre todo en las redes anglosajonas y norteamericanas, por su alegato en favor de una conciencia y gobierno mundiales. Será uno de los grandes pioneros de esto, a nivel internacional.

¿Por qué se desconoce esta parte del personaje?

En buena medida renunció a este relato en los 50, con la Guerra Fría y un contexto de enfrentamiento Este-Oeste. Ahí apuesta más por este segundo relato, el más significado con la construcción europea y con lo que será reconocido en los 60 y 70.

En el libro trata de la paz mundial, la emancipación e igualdad entre razas... ¿Cómo concebía Salvador de Madariaga el mundialismo?

Este apela a la construcción de una ciudadanía mundial que tenga la idea de que los seres humanos no son solo igual de dignos sino que deben aspirar a tener los mismos derechos y oportunidades en todas partes, y a una conciencia que prepare un futuro gobierno mundial. Esto se debe enmarcar en el contexto de inicio de la Liga de las Naciones, precedente de las Naciones Unidas, que nace en Ginebra en 1919. Madariaga fue el director de la sección de Desarme de la Liga. Allí se desarrolla este espíritu, esta esperanza utópica, de alcanzar una paz mundial.

¿Cuál era la ideología tras esto?

Se identificaba claramente con la liberal; algunos autores lo han llamado imperialismo liberal. La causa de la Liga de Naciones era extender el liberalismo a nivel mundial. Hay dos fuentes: una los intereses económicos de las grandes corporaciones empresariales con un relato de que no hay fronteras. Para ellos mundialismo significa mercado libre. Y por otra parte, la idea de la expansión de la cristiandad. En los años 20 y 30 las misiones, sobre todo las protestantes, están avanzando muchísimo en África y sobre todo el Asia. Con la Guerra Fría todo, cuando la India se independiza o China se hace comunista, todo esto se pierde.

Cuando llega la Segunda República Madariaga es cargo electo en España, embajador y representante del país, y se posicionó contra invasiones como la de Manchuria por Japón o la de Abisinia por Italia.

Él, internacionalmente, va a ser reconocido siempre por sus alegatos por la paz, y como un pacifista declarado, en los años 20 y 30. Volvió a Ginebra como delegado del Gobierno de la Segunda República, y allí tuvo un papel doble. Uno era el de defender los intereses de España en la Liga de las Naciones, pero también era un idealista que seguía favoreciendo un discurso en favor de la paz. Enseguida es nombrado mediador de un montón de comisiones por la paz, en Abisinia, Manchuria...

¿Cómo es su relación con la Segunda República?

Es distante en el sentido de que en España está muy poco, reside la mayor parte del tiempo en Ginebra en París. Al principio la considera una oportunidad muy destacada para la modernización de España, colabora, es nombrado embajador en Washington y luego en París. Pero a medida que evoluciona nace en él un desencanto, porque no era lo que esperaba: predomina el maniqueísmo de unos y otros, y desde el 34 Madariaga está advirtiendo de la posibilidad de un enfrentamiento civil, que sería atroz. Cuando ve que su discurso de paz fracasa se lanza a un discurso sobre esta a nivel de Europa.

Y empieza la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo lo marcan la guerra española y europea?

Una y otra son traumáticas. Él es un intelectual que aspira a la paz, pero se resiste a mojarse, a bajar a las trincheras. Profetiza que puede llegar la guerra, que hay que hacer todo lo posible para evitarla, pero evita apoyar a uno de los bandos. Lo hace en la Guerra Civil, con lo que será muy criticado, y en parte en la Segunda Guerra Mundial, cuando se retira de la primera línea del debate político para dedicarse a la historia intelectual, literaria... Es muy crítico con el nazismo y Hitler, pero más en sus informes privados y correspondencia que con declaraciones pública. Rehúye la propaganda del bien y mal absoluto, busca los matices.

Es extemporáneo, pero ¿cómo vería la invasión de Ucrania?

Es inevitable hacerse la pregunta. Hasta el año 50 abogaría por fomentar la paz, intentar llegar al diálogo, sería muy crítico con la propaganda de buenos y malos. A partir de los 50 sería un cruzado del atlantismo, en defensa de los intereses occidentales y contra la posición rusa.

En el libro también habla de la nominación de Salvador de Madariaga al premio Nobel.

Lo fue varias veces: cuatro años al de la Paz, entre 1930 y 1965 y tres al de Literatura, aunque nunca tuvo el respaldo suficiente. En el libro hablo sobre todo de la candidatura al de la Paz de 1936. La candidatura la presenta el ministro de Asuntos Exterior danés, apoyado por otros diplomáticos, por su labor en favor de la paz, sobre todo en los conflictos de Latinoamérica, donde intervino como delegado de la Liga de Naciones.

Él se cría en A Coruña.

Hasta el primer año de instituto, luego fue a Barcelona y a los catorce años a París. Regresa en la Segunda República, cuando es nombrado embajador en Washington, a recibir el encargo oficialmente. Da un discurso en A Coruña en el 31, en el que señala que no estaba en la ciudad desde su infancia. También viene en el 76, tras la muerte de Franco, la única vez que regresa a España, y recibe un homenaje.

En la infancia de Madariaga A Coruña tenía una gran tradición liberal y republicana. ¿Este ambiente le influyó en su trayectoria?

Limitadamente. Nace en A Coruña porque su padre, militar liberal, estaba destinado aquí, pero sus padres no eran coruñeses. Pero hay algo que lo marcó en su infancia, porque desde 1967 dona su inmenso archivo personal, muy valioso, a la Biblioteca Municipal de A Coruña, lo que tiene un valor inmenso para la ciudad. Tiene que ver con su origen y con la morriña de su tierra de infancia, y también con la persona que dirigía en ese momento la biblioteca, Isabel Martínez Barbeito, que se puso en contacto con él para ofrecérselo.

¿Qué volumen tiene el archivo?

No sé exactamente el número de cajas, pero más que la cantidad, es la calidad. Conozco muchos archivos de España, pero creo que para estudiar las relaciones internacionales es uno de los más valiosos, por no decir el más valioso. No solo está toda su producción, sino también su correspondencia, que es brutal: tenemos cartas con las principales organizaciones internacionalistas del mundo, los gobernantes de los países importantes, múltiples giras, discursos... Tiene una relevancia internacional enorme, y está por explotar.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents