Entrevista | Albert Espinosa Escritor, guionista y director de cine, participa hoy en A Coruña en el XIV edición del Congreso Lo Que De Verdad Importa (Lqdvi)

“La vida es aprender a perder lo que ganaste; hay que estar abierto al qué pasará”

“Hace falta educar en humanidad: la pérdida, las enfermedades, el dolor, el desamor, el sexo... y también el ‘bullying’, deberían incluirse en las asignaturas de los colegios”

Albert Espinosa, ayer, en la sede de la Fundación María José Jove, en A Coruña.  | // VÍCTOR ECHAVE

Albert Espinosa, ayer, en la sede de la Fundación María José Jove, en A Coruña. | // VÍCTOR ECHAVE / María de la HUerta

El escritor, guionista y director de cine Albert Espinosa (Barcelona, 1973) pasó media infancia en el hospital por el cáncer, perdió una pierna, un pulmón, parte del hígado... y le dieron un 3% de posibilidades de sobrevivir. Creyó que no cumpliría 16 años, pero está a punto de iniciar “un nuevo sexteto vital” dispuesto a seguir convirtiendo pérdidas en ganancias.

Hoy intervendrá en Palexco en la XIV edición del Congreso Lo Que De Verdad Importa (Lqdvi), organizado por las fundaciones Lqdvi y María José Jove. Junto a él, estarán Ousman Umar y Arantxa Martínez, premios Princesa de Girona Social en 2021 y 2018, respectivamente. Ante un auditorio abarrotado de jóvenes, hablarán de “solidaridad, esperanza y superación”. “Me hace muy feliz estar en A Coruña, no venía desde 2017, cuando realicé una firma de libros, y me emociona participar en este Congreso Lo Que De Verdad Importa, porque el público que acude a esta cita es siempre muy entusiasta”, resalta.

¡Menuda responsabilidad, enfrentarse a un auditorio de chavales para hablarles de ‘lo que de verdad importa’! ¿Qué les contará?

Les hablaré de la energía que se genera cuando parece que hay pérdidas en la vida, pero se convierten en ganancias. Del poder de transformación de cosas que nos pasan, que teóricamente parecen malas y que se acaban convirtiendo en buenas.

Qué complicado ser adolescente hoy, en un mundo dominado por Twitter, Instagram, Tik Tok y demás redes sociales...

Parece que ahora se podría tener más empatía, porque se puede ver a más gente en las redes sociales, de tu edad, mayor... haciendo mil cosas... sin embargo, es una época complicada para los adolescentes, porque el hecho de poder compararse con tantas personas les sitúa en un punto vital muy difícil. A veces, falta esa sensación de desconectar, en este caso de las redes sociales, para reconectarse con la vida. Los adolescentes de hoy no se alejan tanto de los que lo fuimos en los años 80 o 90, solo que ellos tienen una herramienta que los coloca en un vértice muy peligroso de comparación y de intentar encontrar muchos ‘me gusta’, muchas conexiones... y, al final, puede que no les produzca tanta felicidad. Yo soy de los que creo que, como mínimo una vez a la semana, habría que desconectarse para conectar con lo que tenemos cerca, que quizás no es tan llamativo, pero sí mucho más intenso y duradero.

Al principio de la pandemia se repetía, casi como un mantra, que de aquello íbamos a salir siendo mejores. ¿Qué opina?

Mejores no hemos salido. Los que eran buenos, han demostrado ser muy buenos, y los que quizás no lo eran tanto, también. Pienso que se ha polarizado todo mucho, y que cada uno se ha reafirmado en la posición que ya tenía con anterioridad. Y creo que todo lo que ha pasado nos ha servido, también, para abrir los ojos respecto a cómo responde la sociedad cuando un problema no es personal, sino global. La pandemia ha sido, en este sentido, una ‘clase magistral’ interesante.

Los espabilados, su serie para Movistar+, hablaba ya del problema del acoso escolar. En los últimos días, se han conocido los casos de varios menores que se han quitado la vida, o lo han intentado, tras ser víctimas de esa lacra. ¿Qué falla en las familias, y en los colegios, para que grupos de niños y adolescentes machaquen a otros compañeros hasta el punto de arrebatarles las ganas de vivir?

El bullying es un problema muy global, muy familiar, quizás de dar unos valores equivocados a los niños que hacen que la diferencia no les parezca algo aceptable. Al final, ser diferente solo depende de cuántos están a tu lado. A diario, presenciamos actitudes entre los políticos que rozan el bullying. También en la calle, cuando protestamos por algo y vemos la reacción de la otra persona. Hacer bullying es ir contra el más débil, está muy instaurado y solo se puede combatir educando desde el colegio. La mayoría silenciosa, que son quienes no reciben acoso escolar ni lo dan, tiene el poder de cambiarlo todo, y quizás no lo hace por miedo a entrar en alguno de esos dos sectores. Por eso digo que la lucha contra el bullying solo se puede hacer modificando esa idea desde los colegios. Es donde está el centro de todo.

Usted ha dado charlas sobre acoso escolar en colegios e institutos, ¿qué ha percibido en esos encuentros?

La corresponsabilidad de los padres de algunos chavales que hacen bullying. Cuando me dicen ‘son cosas de niños’... ahí es donde está el problema. Quitar el sueño, la ilusión y las ganas de ir al cole a otro niño es muy grave. Si la otra parte con responsabilidad en todo esto cree que un niño es débil o se toma demasiado a pecho las bromas de otro, es que hay un problema de educación. Pero, ¿cómo llegas a esos padres si en el colegio, en su día, no recibieron esa educación? Quizás hace falta enseñar más humanidad, y no tantas matemáticas, ciencias naturales o geografía: la pérdida, las enfermedades, el dolor, el desamor, el sexo...y también el bullying, deberían incluirse en las asignaturas de los colegios.

Su participación en el Congreso Lo Que De Verdad Importa de A Coruña coincide con el lanzamiento de su nuevo libro, Qué bien me haces cuando me haces bien, que en sus propias palabras, es su “favorito”. ¿Qué tiene de especial?

Es un libro de 22 relatos que se leen en pareja, muy globales: thrillers, dramas, tiernos, felices, fantásticos... A quien no me haya leído antes, le recomendaría empezar por este último libro, porque incluye todas aquellas historias que quizás no tuvieron cabida en una novela, pese a haber pensado siempre que son las mejores, y aquí han encontrado su camino.

Muchos creen que sus libros son de autoayuda.

Mis libros hablan de personajes que normalmente luchan, que tienen un propósito. Son libros de aventura, de emociones, tiernos... siempre digo que no son de autoayuda, porque leerlos no te cambia la vida, pero sí creo que son libros ‘salvaheridas’, porque ayudan a curar alguna herida o a comprender algo a través de una historia de personas que tienen un fin. Y son libros humanistas, porque yo creo que el ser humano está en medio de todo.

Habla de libros ‘salvaheridas’. ¿A usted alguna lectura le ‘salvó’ durante su enfermedad?

No, aunque algunos libros sí me ayudaron. En aquella etapa de mi vida, tenía una ‘madre hospitalaria’, y ella me dio una lista de “12 libros para 12 males”, que entonces no leí porque muchos de aquellos ‘males’ aún no los había vivido. Sin embargo, con el paso de los años, esa lista me ha ayudado mucho y siempre la conservo. Hay muchos libros que son ‘salvaheridas’. No te curan, pero consiguen que comiences a cicatrizar.

La mitad de su infancia transcurrió en el hospital debido a varios cánceres, perdió una pierna, un pulmón, medio hígado... y rozó la muerte. ¿Qué fue lo peor de todo aquello?

El cáncer es una enfermedad larga, el tratamiento no dura un mes o dos, sino 18, y quizás la gente no sabe cómo reaccionar durante tanto tiempo, cómo hablar. Yo siempre digo que lo peor es la soledad que a veces se produce en el quinto o sexto mes, cuando a la gente ya se le hace muy largo acompañarte en el proceso. Por eso aconsejo siempre a quien tenga a un amigo o a alguien cercano con cáncer que, si no quiere ir a verlo al hospital, al menos lo llame una vez a la semana, durante toda la enfermedad. Esa llamada telefónica semanal puede hacer que la otra persona jamás pierda la energía.

¿Es siempre tan optimista como se muestra?

A mí me dieron un 3% de posibilidades de vivir. Tendría que haber muerto a los 16 años, y más que en el hecho de que cada día sea un milagro, pienso en que la vida, cada seis años, te cambia: te pasa algo terrible o maravilloso. Yo vivo en sextetos de años, el que viene empiezo uno nuevo y me parece muy emocionante saber si me caerá una pérdida o una ganancia, y también cómo asumirlas. Al final, el problema solo es la diferencia entre lo que crees que pasará y lo que te acaba sucediendo. La vida es aprender a perder lo que ganaste, hay que estar abierto al qué pasará. El día menos pensado te llamarán para decirte que tu madre ha muerto, que ya no te quieren o que la historia que has escrito no ha gustado, pero eso forma parte de la vida, porque tampoco esperabas la llamada de que ibas a ser padre, de que a otra persona le gustabas o de que ganarías un premio. Es emocionante que te pasen cosas buenas, y a veces es muy emocionante que te pasen cosas malas porque aprendes mucho más y te sitúas en otro punto.

Suscríbete para seguir leyendo