Mujeres que cambian ciudades

Las 'heroínas de lo cotidiano' trabajan de forma discreta y anónima para conseguir mejorar A Coruña en distintos ámbitos

Sara Gonzalez, autora de la guía de accesibilidad de parques infantiles de A Coruña, en un carrusel accesible

Sara Gonzalez, autora de la guía de accesibilidad de parques infantiles de A Coruña, en un carrusel accesible / Casteleiro/Roller Agencia

Detrás de cada moción aprobada en un pleno para reformar una calle, de cada partida presupuestaria para reparar el tejado de un colegio o mejorar la accesibilidad de un parque infantil, o de cada convenio para dotar de recursos económicos una iniciativa social hay, casi siempre, un movimiento encargado de involucrar a la sociedad y de hacer la presión necesaria para que esos cambios se hagan visibles en las calles.

A Coruña está llena, en cada rincón, de mujeres comprometidas, heroínas anónimas de causas cotidianas que contribuyen, de forma discreta pero incansable, desde las asociaciones, las plataformas o los movimientos sociales a conseguir una ciudad más habitable. Sus nombres raramente trascienden, pues al final son otros los que acaban cortando las cintas; pero la huella de sus esfuerzos se hace visible cada vez que se concreta un proyecto que puede ayudar a mejorar la vida de sus vecinos.

Su aportación se convierte en patrimonio colectivo: un columpio para acercar al juego a los niños con discapacidad, un recurso para asistir al vulnerable, o el sueño de un puñado de familias con hijos con dificultades y que hoy es un balón de oxígeno para otras muchas. Siempre han estado ahí: de asociaciones de vecinos a confederaciones de empresarios; desde las AMPAS de los centros públicos a las organizaciones sociales; pero ahora, desde hace unos años, también las lideran.

Eva Ramil, con su hijo Pedro.   | //LOC

Eva Ramil, con su hijo Pedro. | //LOC / Marta Otero Mayán

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Eva Ramil quita peso a su labor, pero lo tiene. Y mucho. “Solo hago lo que puedo, ensayo error, con las cartas que me dio la vida. Como cualquier madre, quiero defender los derechos de mi hijo Pedro, que sea feliz”, resume. Junto a otros padres y madres de niños con discapacidad, fue una de las iniciadoras del movimiento que hoy cataliza la Fundación Enki, que vela por acercar la práctica deportiva a personas con diversidad funcional. De aquel primer empujón de las familias implicadas, a correr la maratón de Nueva York, a reunir a más de 10.000 personas cada año en la carrera Enki y a servir de inspiración a quienes vinieron después. “Cuando Pedro era pequeño, no había ningún sitio al que llamar para hacer deporte. Ahora ya lo hay. Siempre digo: cuando acabe mi sueño, que empiece el de otro”.

Begoña López.   | // VÍCTOR ECHAVE

Begoña López. | // VÍCTOR ECHAVE / Marta Otero Mayán

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Begoña López, tras treinta años ligada al sector del metal desde la empresa Talleres Hércules de Maquinaria, sabe lo que es ser mujer en un mundo de hombres. Desde hace año y medio, además, encara, desde los mandos de la Asociación de Empresarios de Agrela los retos presentes y futuros del polígono. Las cosas, admite, han cambiado mucho. Y lo han hecho para bien. “He visto como la mujer se ha ido incorporando a todos los sectores laborales, aunque siguen faltando soldadoras y mecánicas”, reflexiona. En un ámbito históricamente masculinizado, los que ponen malas caras cuando la da las órdenes ya son minoría. “Al principio notaba ese rechazo, o alguna mala cara. Ahora ya no. La gente que se incorpora ya tiene otra mentalidad, están más acostumbrados a que la jefa sea una mujer”.

Sonia Valbuena.   | // VÍCTOR ECHAVE

Sonia Valbuena. | // VÍCTOR ECHAVE / Marta Otero Mayán

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Sonia Valbuena atravesó las puertas del Comité Anti Sida de A Coruña (Casco) como una estudiante de Derecho que buscaba hacer un voluntariado. De repente, habían pasado 27 años, “Empecé de forma provisional, y después, según iba viendo la necesidad, iban saliendo proyectos. Hace tiempo que Casco es más bien un Comité anti exclusión social”, cuenta la directora del recurso. Valbuena ha visto crecer al Comité y, en cierto modo, ha crecido con él: bajo su dirección, Casco inauguró sus pisos de acogida, el Punto de Calor en el que atienden a personas en situación de calle y otros colectivos vulnerables, el Sex Point y el Centro de Mediación y Resolución de conflictos. Su labor, como la vocación del centro, también ha evolucionado en casi tres décadas de entrega a un ámbito de la sociedad sobre el que todavía pesa el estigma. “Al principio lo que hacíamos era ayudar a morir dignamente a la gente. Hasta que llegaron los antirretrovirales, enterramos a muchas personas. No había metadona, ni jeringuillas. Hubo un tema de prevención importante en las personas que consumían. Luego, nuestra función fue la de ayudar a la gente a vivir dignamente, a través de programas de inserción”, repasa, consciente de que treinta años no caben en pocas líneas. Ahora Casco cuenta con 30 trabajadores y siete programas centrados en facilitar la vida a las personas de los márgenes, entre quienes se cuentan migrantes, personas seropositivas o con enfermedades mentales , madres solas y, en resumen, todo el que pueda necesitarles. Porque si tienen algo claro es que siguen siendo necesarios. “Me encantaría cerrar el Comité algún día, pero ese momento no va a llegar, porque significaría que ya no hacemos falta. Sería una utopía. Para ser una sociedad digna, hay que trabajar contra la exclusión”, señala.

Sara González Iglesias.   | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA

Sara González Iglesias. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA / Marta Otero Mayán

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No pasa de los 25 años, pero la huella de su labor ya es visible en la ciudad. De su Trabajo de Fin de Grado en Terapia Ocupacional nació la Guía de accesibilidad para parques infantiles de A Coruña, que dejaba al descubierto una realidad desoladora: los niños y niñas con discapacidad lo tenían muy difícil, si no imposible, para divertirse en las instalaciones coruñesas, muy deficitarias en juegos accesibles. Ahora, desde la Fundación Enki, asesora al Ayuntamiento para corregir esa deficiencia. “Analizamos todos los parques y estamos elaborando una aplicación para que se pueda consultar de forma virtual. Durante todo este tiempo, trabajamos con el Concello para revisar lo que hay y lo que se puede cambiar”, cuenta Sara González Iglesias. Lo hace sentada en la que ya es la primera manifestación tangible de sus esfuerzos: un carrusel inclusivo, instalado en el área recreativa de los jardines de Méndez Núñez, que permite a los niños y niñas en silla de ruedas pasárselo bien con sus amigos. “Este carrusel ofrece distintos desafíos de juego: puedes girar de pie, sentado, utilizando una silla, según tus capacidades y preferencias. Lo importante es que los únicos juegos que había antes eran juegos de uso individual, y este es colectivo, puedes jugar con otros niños”, resume. El columpio de Méndez Núñez solo es el principio. La joven trabajó en el asesoramiento para la construcción de cinco parques más, que estarán ubicados en distintos barrios de la ciudad, lo que abrirá el abanico de posibilidades de diversión a un colectivo que antes las veía notablemente limitadas. “La idea es seguir actualizando la guía según los cambios que se vayan haciendo, y seguir asesorando para que los parques sean inclusivos. Ahora llegan las elecciones, pero esperamos que se siga trabajando en esta línea”, aguarda.

María Gutiérrez.   | // CARLOS PARDELLAS

María Gutiérrez. | // CARLOS PARDELLAS / Marta Otero Mayán

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Las mujeres siempre han formado parte del movimiento vecinal, aunque no era habitual que ocupasen la presidencia. En Entrepeñas, la agrupación vecinal del Agra del Orzán, dieron un golpe en la mesa hace unos años conformando una junta directiva compuesta solo por mujeres. La preside María Gutiérrez, apoyada en dos ejes fundamentales: la dinamización del barrio y la participación cultural. “Entendemos la cultura como algo popular y participativo, ese es uno de los objetivos. El otro es la reivindicación del barrio desde el compromiso social: Reivindicamos espacios públicos, lugares de esparcimiento, aceras más anchas, limpieza. Estamos intentando mejorarlo. Hay cosas que se consiguen, otras cuestan más”, valora.

María José Ferreño.   | // VÍCTOR ECHAVE

María José Ferreño. | // VÍCTOR ECHAVE / Marta Otero Mayán

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María José Ferreño entró en el AMPA de su centro cuando su hija mayor tenía tres años. Ahora, a la menor le faltan dos para terminar. Entre medias, 20 años de trabajo voluntario e infatigable para mejorar la calidad de los centros educativos. Desde hace poco, lo hace como Presidenta de la Federación Provincial de Ampas de centros públicos. “Tenemos que trabajar por nuestros hijos”, resume. Desde el ente gestionan comedores, actividades extraescolares, transporte público y subvenciones de toda naturaleza. En dos décadas, su compromiso ha sido crucial para avances como el incremento de las becas de comedor o la figura del acompañante del autobús para menores de 12 años. “Sin las AMPAS no habría tanta presión para lograr mejoras. Tenemos más rapidez que cualquier administración”.

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