Entrevista | Juanjo Mena Director, se pone al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia mañana

“El programa que llevamos es el 10 de la música inglesa”

“La actitud de la Sinfónica es fantástica, el conocimiento y las ganas de hacer las cosas bien están en cada músico”

El director Juanjo Mena, en el Palacio de la Ópera.   | //CASTELEIRO/R.A.

El director Juanjo Mena, en el Palacio de la Ópera. | //CASTELEIRO/R.A. / Marta Otero Mayán

El reconocido director de orquesta Juanjo Mena pondrá su batuta al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia por segunda vez en esta temporada este viernes. Junto a él estará, en el Palacio de la Ópera, el violinista James Ehnes, para interpretar junto a la formación a tres de los compositores ingleses más conocidos del último siglo. El programa se compone de la obertura Scapino, de William Walton; la Primera sinfonía de Edward Elgar y el Concierto para violín de Benjamin Britten. Es la segunda vez que se pone al frente de la Sinfónica esta temporada.

¿Cómo avanzan los ensayos?

Sí. Hicimos un programa muy bonito con música flamenca, guitarra, bailarín, hace tres meses, que funcionó muy bien. Empecé a volver a esta orquesta hace cinco años. Tiene un nivel altísimo, uno de los más altos de toda España. Tiene una actitud de trabajo muy buena, y con eso se pueden conseguir muchos objetivos. Esta vez he venido con un programa mucho más intenso, más fuerte, porque creo que ellos pueden tocar este tipo de programas. La actitud es fantástica, el conocimiento y las ganas de hacer las cosas bien están dentro de cada músico, es siempre un placer.

Para los coruñeses no cabe la menor duda, pero para usted, que ha trabajado con orquestas de todo el mundo —ahora es director principal en Cincinatti May Festival— ¿qué marca el valor diferencial de un conjunto cuando uno se pone al frente?

En este caso, había que empezar con una obra que para ellos era desconocido, la obra de Walton, Scapino, la obertura. Sabía que iban a hacerla bien, porque conociendo el tipo de sonido que hemos hecho en otros programas, sabía que iban a estar. Es una obra que no han hecho nunca, pero hay un “pum”, ya está, ya lo tenemos. Eso en algunas orquestas nunca llega, porque no hay el nivel para ello. Si das un margen para hacer algo que no has hecho nunca, el resultado es espectacular. La sinfonía de Elgar es una sinfonía muy compleja, muy importante, una de las obras culmen de la música inglesa, con colores, citas, orquestaciones inmensas. Sabía que iba a funcionar aquí, no he tenido problema. Por último tenemos encima a uno de los mejores violinistas que he conocido, un tío encantador, que viene con un concierto muy interesante, el de Britten, escrito para un concertista español en la época de la guerra. Tiene una dedicatoria especial a los muertos de la Guerra Civil. Es el programa 10 de música inglesa. Hay cosas más banales, de pompa y circunstancia, como esas marchas que todo el mundo conoce. Si te preguntas cuál es el programa potente inglés, es este.

Define el programa como “intenso”, alejado de banalidades. En su afán de popularizarse, la música clásica a veces peca de repetir repertorios conocidos. Aquí hay mucho abonado fiel, pero también nuevas incorporaciones que buscan engancharse. ¿Para qué tipo de público es?

Yo pregunté si aquí habían tocado Walton. Me propusieron un programa inglés, dije que sí, propuse al Elgar, que la tocaron hace tiempo. La vivencia en el concierto es algo único. Esos abonados fieles quieren estar en el concierto, estarían en el ensayo si pudieran. Es algo que enamora. Cuando llegue el adagio de la sinfonía de Elgar, eso es una auténtica maravilla. No hay un adagio, ni el adaggieto de Mahler, o el de Bruckner nº6, que tenga una finura, un color, una belleza como esa. Afrontar todo eso te genera una potencia para querer entrar en otros repertorios en el futuro.

Sigue hablando con pasión de la música y dejándose sorprender aun después de una trayectoria tan larga. ¿Cómo llega alguien que ama la música a hacerse director?

Yo vivía con mis padres en Vitoria. Cuando nací, nuestro piso estaba enfrente de un colegio y de una iglesia, que después se hizo famosa por el 3 de marzo, la matanza de Vitoria. Ahí vivía yo. Desde mi balcón, donde los policías tiraban bolas de goma para que no mirásemos, vi la salvajada que se hizo. Mi madre, en vez de llevarme al colegio de enfrente, decidió llevarnos al de tres manzanas más allá. Mi madre tiene mucha garra, y pensaba que igual era mejor porque había más actividad musical. A los 7 años, un señor pasó con una flauta a principio de curso, y nos preguntó si sabíamos cantar las notas. Lo hice bien y me propuso cantar en el coro. Ese señor es la razón por la que yo y mi hermano somos músicos. Mi hermana es químico-física tiene la carrera de fagot y de piano. Desde que yo entré a cantar, lo hicieron ellos. Mi madre me propuso ir al Conservatorio, y a partir de ahí todo cambió: tocaba el clarinete en la banda municipal, iba al coro, hice una escolanía con 100 niñas cuando yo tenía 16 años, para practicar lo que es dirigir un coro de niños. De ahí viene todo, de una decisión tan simple como decidir a dónde vas. Llega un momento en el que no puedes dejarlo, ese intercambio durante años con más de 100 personas, ver los resultados, es algo muy satisfactorio.

Le unen más cosas con A Coruña de las que parecen. Su hermano, Carlos, es el director artístico del coro de la Sinfónica de Galicia.

Sí. Yo fui contratenor como él. Como yo era el mayor, él me dijo que quería dedicarse a la música: pensó en el piano, luego en la viola, pero iba tarde, acababa de empezar. Pensó en la composición, pero yo estaba en plan hermano mayor y le dije: pero si los compositores se mueren de hambre. Fuimos los dos a un curso con un gran contratenor inglés. Al cabo de un mes o dos me dijo: me quiero dedicar a cantar, y ahí no pude decir nada. Era el momento de dar un salto. Él lo ha hecho muy bien, yéndose a Basilea. Es un libro abierto, te puede explicar cualquier cosa del siglo XVII y el XVIII. Es una biblioteca andante.

Suscríbete para seguir leyendo