La nacional, un orquestón

La nacional, un orquestón

La nacional, un orquestón / Marcos Seoane Vilariño

Marcos Seoane Vilariño

Marcos Seoane Vilariño

En un poblado auditorio en el que advertimos la visita de Felix Palomero, actual director técnico de la ONE y otrora gerente de la OSG, llegaba la Nacional con la aurora de estar en el top tres de orquestas españolas y doy fe de ello: mucha gente joven comprometida, de gran calidad y formación que estira y trabaja el sonido con un resultado espectacular. El concierto para violín de Casablancas a pesar del buen hacer de Leticia Moreno al violín, pareció no convencer a un público que con tibieza en sus aplausos respondió que le cuesta entender, y con ello disfrutar, la música de compositores contemporáneos que utilizan otro lenguaje.

Precioso sonido extrajo Moreno de su Gagliano, en un difícil concierto del que casi nos convence que tirar al suelo las partituras que iba sacando de su atril eran parte de una obra con multitud de exigentes recursos técnicos para el violín. Obra bien escrita en la que en todo momento se escuchan las alternancias entre orquesta y solista, o los diálogos con maderas propuestos por el compositor.

En la segunda parte la sexta sinfonía de Bruckner, conocido por sus detractores como el compositor que compuso varias veces la misma sinfonía, debido a la similitud de las células de sus sinfonías y en la que la ONE nos dejó una lección de sonoridad y majestuosidad. Bien dirigida por el maestro Afkham, siempre sin batuta, desgranó la sinfonía en cuatro secciones independientes, las de sus movimientos, que apreciamos inconexas entre ellas, pero con gran resultado arquitectónico musical.

Es un director que no viste mucho en sus gestos hacia la galería, aunque elegante siempre hacia la orquesta, inalterable, vive el concierto como un resultado de los ensayos y conciertos previos sin aparentemente querer modificar o alterar el momento y las circunstancias que lo rodean. Nunca dirige igual, en un momento es incisivo y controlador, para radicalmente pasar, aparentemente, a un acto de displicencia. Siente a la orquesta, la acompaña, la deja tocar, siempre con autoridad y el resultado es buenísimo, la orquesta responde de maravilla en una simbiosis que gusta.

Toda la orquesta es magnífica, y así se mostraron. Hubo cosas como en todos los conciertos, caso del primer trompa, con unos trombones espectaculares, unas maderas de aúpa y una cuerda que despeina del gran sonido que saca, con unos finales, de los que bien se encarga Afkham, espectaculares.