El policía abatido en Burgos estuvo a punto de morir asfixiado por un detenido en Lonzas

Se quedó sin respiración unos segundos y tuvo que ser hospitalizado | Sus compañeros destacan que su comportamiento cambió de forma radical tras el ataque, en 2019

Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía en Lonzas.

Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía en Lonzas. / Víctor Echave

El agente del Cuerpo Nacional de Policía que falleció el pasado miércoles a causa de los disparos de compañeros suyos y de la Guardia Civil había sufrido en febrero de 2019 el grave ataque de un detenido en la comisaría de Lonzas que estuvo a punto de costarle la vida. La agresión, en la que sufrió un intento de asfixia que le dejó sin respiración durante unos segundos y recibió varios golpes que motivaron su ingreso en un hospital, le trastornó de tal manera que su carácter le cambió por completo, según afirman sus compañeros.

La causa abierta por el fallecimiento de este agente en Burgos fue declarada secreta por la jueza encargada de la investigación, según informó ayer la delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones. El policía sustrajo el arma de un compañero en una taquilla de Lonzas e inició una fuga que concluyó en una gasolinera del municipio burgalés de Villagonzalo Pedernales, donde fue abatido tras enfrentarse a tiros con los agentes que intentaban detenerle.

La agresión en Lonzas ocurrió el 11 de febrero de 2019, cuando el detenido como sospechoso del atraco a una oficina bancaria en la calle San Mateo, de nacionalidad húngara, solicitó a este policía que le permitiera ir al cuarto de baño, puesto que había vomitado. El individuo le reclamó además otra manta porque dijo haber manchado la que tenía en la celda. El agente le dijo que podía coger la de otra, lo que hizo el detenido, que al salir de la celda se la arrojó encima de la cabeza y le tiró al suelo para intentar estrangularlo, lo que recogieron las cámaras de seguridad.

El policía logró zafarse del agresor y cerró la puerta de los calabozos, momento en el que el delincuente le volvió a derribar y le propinó golpes en la cabeza y las costillas. Aunque el hombre consiguió salir y entrar en el vestuario de los agentes y abrir las taquillas para cambiarse de ropa y huir de Lonzas, solo llegó solo al garaje, donde pudo ser detenido por otros policías.

El agente necesitó un mes para curarse de las lesiones sufridas, pero los efectos psicológicos fueron la repercusión más grave de aquella agresión, según quienes le conocían, ya que su comportamiento se alteró. El atacante fue condenado por la Audiencia Provincial de A Coruña a siete años, siete meses y un día de cárcel por un delito de homicidio agravado en grado de tentativa, sentencia que fue ratificada por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.

“Era una persona enferma. Necesitaba un tratamiento y estar respaldada y curarse. No estaba en su sano juicio”, declaró el miércoles Roberto González, secretario general del Sindicato Unificado de Policía en Galicia, quien reclamó que preste atención a la salud mental de los agentes.

El fallecido, había sido investigado por Asuntos Internos por un caso de narcotráfico y llegó a ser detenido, por lo que se le retiró su arma. Estaba de baja psicológica y desde martes y había pasado a segunda actividad por insuficiencia de aptitudes psicofísicas, razón por la que acudió a Lonzas para hacer un trámite. Fue entonces cuando aprovechó la ocasión para dirigirse a los vestuarios, donde forzó la taquilla de otro policía para hacerse con su pistola. Una vez que el propietario del arma advirtió el robo, se inició la búsqueda del agente, que fue localizado antes de llegar a Burgos, pero rechazó detenerse y disparó a sus perseguidores, aunque fue interceptado cerca de la capital burgalesa.

Suscríbete para seguir leyendo