Un trocito de la calle en la cárcel de Teixeiro

El artista Mon Devane retrata a Nelson Mandela en el módulo mixto de la prisión

Mon Devane, con el mural terminado en la cárcel de Teixeiro.

Mon Devane, con el mural terminado en la cárcel de Teixeiro. / ALÁN PÉREZ

El artista Mon Devane tiene ya su firma en uno de los muros del centro penitenciario de Teixeiro: con sus espráis inmortalizó a Nelson Mandela con el puño en alto y con una paleta de color muy limitada, porque no quería que nada despistase de la fuerza del rostro del hombre que le da nombre al módulo número 1, que es mixto y de máximo respeto.

La idea surgió de uno de los educadores del centro, que le propuso sustituir el viejo mural del módulo por uno nuevo, así que, durante meses intentaron buscar financiación, pero no lo lograron. “Al decirme que el módulo se llamaba Nelson Mandela, lo vi muy claro y le dije que sí sin dudarlo y, al final, es un proyecto autofinanciado porque me hacía especial ilusión hacerlo”, explica Mon Devane, a quien le impresionó la entrada en prisión, con sus protocolos de seguridad, las puertas que no se abren si no se han cerrado las que quedan atrás y los horarios marcados, incluso para aquellos que volverán próximamente a la calle.

“Durante esos cuatro días, trabajaba desde las doce, más o menos, y no paraba hasta las cinco, las seis o las siete de la tarde, en ese tiempo, los internos estaban dentro, venían al patio... Conviví con ellos. Fue uno de los proyectos más impactantes de mi carrera porque no puedo entrar todos los días a una prisión con mis espráis a hacer mi trabajo y con un proyecto tan interesante”, comenta Mon Devane que, además, destaca el trabajo de algunos de los internos que le precedieron como muralistas. “El de la catedral de Santiago es superimpactante, es un muy buen trabajo”, valora Devane, que compartió con algunos internos sus botes en las primeras sesiones así que, debajo de la pintura de Mandela, están algunas de sus iniciales, unas claves de sol y hasta una cara, que mezclaron con las indicaciones que había hecho Devane para guiarse en el diseño.

Su llegada rompió la rutina del módulo, algo que los internos esperan cada día, que esa jornada no sea igual a la anterior ni a la de hace dos semanas, que es lo que suele ocurrir en prisión. “Llevar algo tan de la calle, como es el street art o el grafiti, a la cárcel les impactó y, cuanto más nos tratábamos, mejor, porque respetaron mucho mi trabajo y estaban muy contentos de que llevase la calle adentro”, confiesa Devane, que se sacudió los prejuicios para poder hacer este proyecto.

“Fui como cuando voy a pintar a la calle o a una casa, con el máximo respeto, sabiendo que estaba invadiendo un espacio que no era mío y que estaba haciendo un trabajo que, aunque no lo habían decidido los internos, iban a ser ellos los que lo viesen todos los días”, relata Devane, que optó por un fondo “muy clarito para darle la pureza y el aire que necesitan”. Quería hacer “algo grande e impactante para que deje huella”, resume.

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