María Casares, “amiga fiel” de Negrín

La actriz coruñesa fue una visitante habitual de la familia del presidente de la República

Arriba, celebración  de un cumpleaños de la niñez de Carmen Negrín (de frente) con María Casares a la derecha. Abajo, una postal enviada a los Negrín por Casares desde Brujas en 1953.   | // ÁLBUM FAMILIAR/CEDIDA POR LA FUNDACIÓN JUAN NEGRÍN

Arriba, celebración de un cumpleaños de la niñez de Carmen Negrín (de frente) con María Casares a la derecha. Abajo, una postal enviada a los Negrín por Casares desde Brujas en 1953. | // ÁLBUM FAMILIAR/CEDIDA POR LA FUNDACIÓN JUAN NEGRÍN / Enrique Carballo

El padre de la actriz coruñesa María Casares, Santiago Casares Quiroga, fue el primer presidente del Consejo de Ministros de la Segunda República durante la Guerra Civil, si bien solo durante un día, pues dimitió el 18 de julio de 1936 cuando ya era evidente que no se podría controlar fácilmente el alzamiento militar que estaba llenando de sangre ya no solo las guarniciones de África, sino también la Península. El doctor Juan Negrín fue el último, dentro del territorio español hasta el golpe de Estado que le dio el coronel Casado en el 39. Los dos pasaron al exilio y murieron en él, desarrollando una amistad personal que pervivió en sus familias y que hace que Carmen Negrín, nieta del médico, recuerde a María Casares como una “amiga fiel”. De esta relación dan cuenta los documentos que custodia la Fundación Juan Negrín, una treintena de textos y fotos, que salieron a la luz durante el centenario de la actriz.

Arriba, un retrato de María Casares dedicado por ella misma a Feli López, compañera de Negrín. Abajo, dedicatoria  de Camus al político español.   | // CEDIDAS POR LA FUNDACIÓN JUAN NEGRÍN

Arriba, un retrato de María Casares dedicado por ella misma a Feli López, compañera de Negrín. Abajo, dedicatoria de Camus al político español. | // CEDIDAS POR LA FUNDACIÓN JUAN NEGRÍN / Enrique Carballo

Carmen no sabe cuándo su abuelo se encontró por primera vez con el político coruñés, heredero de una saga crucial en el republicanismo de la ciudad. “Seguramente se conocieron en Madrid”, especula, durante la convulsa Segunda República, pero señala que en los tiempos del exilio su relación “debió ser más personal, de amistad” que por actividades políticas compartidas. El presidente de la fundación, José Medina, que gestiona el legado cedido por la familia, explica que tanto Casares Quiroga como sus allegados se encuentran entre las “muchísimas anotaciones” de la agenda de Juan Negrín cuando ambos estuvieron exiliados en Francia, país desde el que ambos vivieron la invasión alemana de 1940.

María Casares, “amiga fiel” de Negrín

María Casares, “amiga fiel” de Negrín / Enrique Carballo

“Don Juan hace una lista de las personas que tienen que salir del país con él, y en ella figuran, con el número tres, Casares Quiroga, su mujer y su hija”, explica Medina, refiriéndose a María, que entonces estaba a punto de cumplir los 18 años. Casares Quiroga tenía otra hija, Esther, nacida fuera del matrimonio, que había quedado en España y fue encarcelada en A Coruña.

María Casares, “amiga fiel” de Negrín

María Casares, “amiga fiel” de Negrín / Enrique Carballo

El médico canario, que “quería mantener la República en el exilio para mantener la lucha ideológica”, retrasó un día su salida de Francia porque fue a buscar al expresidente de la República, Manuel Azaña, que estaba instalado cerca de Burdeos, para escapar del avance nazi. “Este le dice que no va a ir”, narra Medina. Azaña, con un estado de salud muy delicado, vio como parte de su familia era detenida por la Gestapo y deportada y falleció poco después.

Casares Quiroga, su esposa y su hija María tuvieron mejor suerte: “se meten en el barco en medio de un bombardeo y don Juan los lleva a Inglaterra”. Allí, recuerda Carmen Negrín, las dos familias mantuvieron el contacto. “Se veían mucho cuando estaban en Londres, y hay fotos de los dos juntos”, explica. Al político coruñés se le criticó mucho (como al propio Negrín), en el caso de Casares Quiroga por haber juzgado mal las alertas sobre el golpe militar que se estaba preparando en 1936 y por las decisiones que se tomaron en las primeras horas cruciales, pero la nieta de Negrín “no recuerda” palabras de su abuelo en este sentido.

“En la familia no hablaban de nadie mal, mi abuelo no hablaba de nadie mal con la excepción de Casado”, señala la nieta del último presidente del Consejo de Ministros republicano. Ahora ríe al recordar que cuando fue más mayor y miraba los documentos de su abuelo “me sorprendía, porque a veces los que creía que eran los malos eran los buenos”.

Ella, nacida en Estados Unidos en 1947, ya no recuerda al propio Casares Quiroga, que murió en 1950, pero explica que el coruñés y su abuelo tenían “intereses comunes, como la lectura: con las bibliotecas que tenían los dos seguro que compartían obras”. Casares Quiroga, según algunas fuentes, había acumulado 20.000 volúmenes en su vivienda de A Coruña, que ahora se conserva como Casa Museo en la calle Panaderas, aunque cuando A Coruña cayó en zona sublevada en los días posteriores al golpe.

La muerte de Casares Quiroga convirtió en huérfana por ambas partes a su hija María, ya que su madre, Gloria Pérez, la hija de una cigarrera de la Fábrica de Tabacos de A Coruña, había fallecido de cáncer en 1946, poco después de que volvieran a Francia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Al país galo también vuelve Negrín y su familia y, para José Medina, la actriz coruñesa se convierte “un poco en su ahijada”. Su fundación guarda 27 fotografías de la actriz coruñesa, así como otros documentos como una postal que firma Casares desde Brujas en 1953 y en la que envía “un abrazo muy fuerte y todo mi cariño” a Negrín y la que era su pareja en ese momento, su “querida Feli”, Feliciana López de Dom Pablo.

Carmen Negrín, que ya empieza a tener algunos recuerdos de María Casares en los 50, no duda de que su abuelo y Feli fuesen “un apoyo” para Casares, pero no cree que esta lo necesitase demasiado. “Tenía un carácter muy fuerte, era una persona muy fuerte”, recuerda. Y el soporte emocional fue en ambos sentidos. “Ella venía a ver a mi abuelo y cuando él murió [en 1956] ella seguía viniendo a ver a Feli, era un apoyo: seguramente que habían vivido cosas semejantes a mismo tiempo y había una gran complicidad”.

Este hecho, el continuar las visitas a la familia cuando Juan Negrín ya había fallecido, es lo que lleva a su nieta a calificar a María Casares de “una amiga muy fiel”. “Muchos de los amigos que venían a casa todo el tiempo dejaron de hacerlo”, señala Carmen, pues Feli “no era la mujer oficial” de Negrín, que se había desposado y tenido sus hijos con la pianista rusa María Mijáilovna Fidelmán-Bródskaya antes de que el matrimonio se distanciase. Pero “Casares vino siempre, seguía con la amistad; la incluyo en el grupo de íntimos”.

Casares no se escandalizaba ante la doble familia de Negrín. Según el cineasta Xavier Villaverde, que elaboró el documental María Casares, a muller que viviu mil vidas sobre la actriz coruñesa, Casares Quiroga y su esposa Gloria eran una “pareja abierta”, y la propia María Casares compartió un amante con su madre. Carmen Negrín recuerda que “mi abuelo vivía con su compañera y nos llevaba a ver a mi abuela: eran gente que estaban juntos en ese momento y eso era todo, era lo más normal del mundo”.

“A Feli igual le molestaría más”, pues, admite, “era una lección incómoda, pero a mi abuelo y a María Casares les daba exactamente igual”, señala Carmen Negrín, que recuerda de la coruñesa “cómo se vestía, cómo se pintaba, tenía unos escotes... (ríe) Era así, una persona libre, realmente libre, y además ejercía su libertad, la expresaba”.

Las visitas de Camus

María Casares tenía también una relación abierta con el que fue su gran amor, el literato francés Albert Camus, y Carmen Negrín recuerda que en casa de su abuelo “se les recibía como una pareja”. El francés murió en 1960, en un accidente de tráfico que dejó devastada a María Casares, y para Carmen Negrín es un “recuerdo de niñez”.

“Lo que más me impactó de él es que era guapísimo”, ríe siete décadas después, y recuerda su “sonrisa muy cálida, muy tierna”, y cómo tenía paciencia para jugar con los niños de la casa, más que María Casares. “La veíamos más a menudo y éramos pesados”, admite Carmen Negrín, que rememora a la actriz como “menos asequible: Camus era mucho más tierno, con nosotros era cariñoso y atento”. Uno de los juegos de infancia con la pareja delante fue literario: recuerda cómo su abuelo les hizo deletrear araignée, araña en francés, que es “complicada”. “Éramos los monosabios”, bromea la nieta del presidente, que ya de adulta se titularía en Bellas Artes, Ciencias Políticas y Lingüística, Letras Modernas y Ciencias de la Educación en las universidades de Berkeley, René Descartes y la Sorbona y trabajó décadas en la Unesco.

A Camus, explica Carmen, su abuelo lo había conocido durante la Guerra Civil, a raíz del rodaje de la película de Andrés Malraux Sierra de Teruel, basada en su novela L’espoir. “Mi abuelo encargó esa película, que tenía que salir durante la guerra”, ya que debía servir de propaganda para la causa republicana, “pero no la sacaron hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Pero se conocieron en ese momento”. Camus, muy interesado en la Guerra Civil, escribió sobre ella: “Es en España donde mi generación ha aprendido que se puede tener razón y ser derrotados”, y la Fundación Juan Negrín guarda una dedicatoria de su puño y letra al político canario, que era un “gran devorador de libros y de periódicos”, según escribió acerca de él Mariano Ansó, que fue ministro de Justicia cuando Negrín era presidente.

También, recuerda Carmen Negrín, le gustaba el teatro, o al menos el que hacía María Casares. “Quizás estuviesen hablando de cosas más serias mientras los niños estábamos en el cuarto jugando, pero a la hora de comer había conversaciones muy vivas de lo que estaba pasando en el teatro”, señala. “Mi abuelo iba a todas las inauguraciones de las obras que hacía María Casares, quería los libritos de cada una, y volvían comentando cómo había actuado”. Y su abuelo y su compañera volvieron “sorprendidos”, que no escandalizados, del “atrevimiento” de una fiesta de Bellas Artes a la que los invitó.

Carmen Negrín insiste en que Casares “encarnaba” la libertad, y también la felicidad, cuando la conoció de niña. “Tenía una presencia muy fuerte, una voz que tenía un impacto, y mucha alegría”, recuerda. Y aunque “el mundo del arte no era siempre el del éxito financiero”, pese a los “altos y bajos” Casares siempre mantuvo una asistenta, por lo que “no debería estar mal”. “Era muy apreciada en Francia”, recuerda años después. El año pasado, el centenario de su nacimiento en París le pusieron un nombre a un puente, y, aunque hubo numerosos homenajes en su ciudad natal, Negrín señala que “no se entiende que en España sea tan desconocida”.

Sus últimos recuerdos de Casares no son tan alegres. “Cuando Feli estaba muy mayor fuimos a ver la última obra de Casares en Francia, no recuerdo el año. Era otra mujer, ya no tenía esa alegría, estaba muy envejecida: tanto fue así que nos quedamos muy poco a estar con ella”. Poco después, en una fecha que Negrín tampoco recuerda con exactitud pero sitúa en la década de 1980, “me di cuenta de que Feli estaba empezando a tener Alzheimer”. “Uno de los nombres que mencionó”, explica la nieta de Juan Negrín, fue el de María Casares, y ella la llamó para que “le hiciese bien” verla. En aquel entonces, recuerda, se quedaron juntas “un buen rato”, aunque Negrín las dejó solas y no sabe de qué hablaron. Fue la “última vez” que la vio. En 1996, la coruñesa, que veinte años antes había vuelto a España en una gira artística que le resultó amarga, murió en una casa que ahora acoge residencias artísticas en Alloue, Francia. El país que acogió, pero en el que nunca perdió, cuentan sus biógrafos, el acento gallego.

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