Rey, primer doblete del siglo

Gran lectora, vehemente, preparada, inteligente y con sentido del humor, pero poco permeable a las críticas: así es Inés Rey, la primera que repetirá mandato en 20 años

Rey, primer doblete del siglo

Rey, primer doblete del siglo / Marta Otero Mayán

En el año en el que se cumplen 20 de la última mayoría absoluta de Francisco Vázquez en A Coruña, una alcaldesa, la primera mujer electa en el cargo en la ciudad, repetirá mandato consecutivo. Inés Rey terminará, con su investidura del día 17, con dos décadas de turnismo de fuerzas y colores en María Pita. Tras veinte años en los que ninguno de los regidores pasó de los cuatro, ella lo hará gracias a un pacto, aún por concretar, con el BNG, como lo hizo otro regidor de la casa socialista, Javier Losada, en el año 2007. La joven abogada, entonces número 19 de la candidatura, tal y como recogen las crónicas de aquella jornada, no pudo evitar las lágrimas al ver como su partido perdía una hegemonía en la corporación de la que había disfrutado ininterrumpidamente desde 1983.

Rey, primer doblete del siglo

Rey, primer doblete del siglo / Marta Otero Mayán

Los ciclos políticos cambian, y con ellos la perspectiva de quien los vive. El pasado domingo, pese a que el mandato de las urnas llama a reeditar entente con el frente nacionalista, la alcaldesa electa no lloró. Inés Rey celebró su reelección, que ya todos dan por sentado, con euforia triunfalista, la misma con la que llegó a María Pita en 2019 y como forma de contestación a los que la veían despachada.

“Me subestimaron, dije que me sentía con fuerzas para ganar y así fue”, declaró en 2018, tras ganar las primarias que la postulaban como candidata a la Alcaldía. Ahora, cinco años después y ya curtida en las tensiones de la gestión y en las lides de los plenos municipales, Inés Rey siente que, pese a su posición, la siguen subestimando. “He aguantado mansplaining por encima de las posibilidades de cualquier ser humano, y supuestos consejos que no eran más que intentos de tutela de quienes no conciben que mande una mujer”, valora ahora, con la última victoria de su palmarés ya reposada. Denuncia que sobre el techo de cristal de María Pita encontró, al romperlo, otro intangible: el de la condescendencia y el paternalismo de sus congéneres varones.

Una lucha que, señalan desde su círculo cercano, se ha propuesto abanderar en los espacios que su cargo público la lleve a ocupar, y también uno de sus mayores desengaños desde que dio el salto al barro de la política institucional desde la idealista militancia. “Para todos ellos, no llega un artículo”, confiesa ella misma.

Inés Rey ya no es esa jovencísima estudiante de Derecho que teloneó a Vázquez en el que sería el último mitin de campaña de la vida política del histórico regidor. Tampoco es la entregada socialista que aspiró al Senado en las horas más bajas del partido en 2011 tras el triplete popular en las tres administraciones.

Ni siquiera es la que tomó el bastón de mando hace cuatro años de la mano de Xulio Ferreiro con las promesas de “amabilidad y diálogo” como sus dos grandes mantras. Ahora es la alcaldesa consolidada a la que le tocó comprobar las posibilidades y las limitaciones de una administración local cuando tuvo que gestionar los efectos más inmediatos de la pandemia del COVID. Una circunstancia que, valoran miembros de su equipo más cercano, supuso un punto de inflexión para ella, cuyo Ejecutivo se vio obligado, con menos de un año de rodaje, a tomar decisiones sin tiempo de reacción.

La coyuntura marcó su carácter y partió en dos su mandato, lo que forzó a dejar aparcadas algunas de sus líneas programáticas, pero, según sus compañeros del Gobierno, estuvo a la altura de la exigencia del momento. “Fue muy fácil trabajar con ella. Es una persona exigente consigo misma y con los demás, muy perseverante, pero con la capacidad de escuchar y dejarte hacer. Personifica los errores y socializa los aciertos, eso es muy generoso en política”, valoran desde su círculo. En 2019, la alcaldesa situaba esa autoexigencia y la impaciencia como sus mayores defectos. En 2023, volvió a hacerlo.

Al igual que sus prioridades de Gobierno, las promesas de concordia de su investidura caminaron por el filo con las crisis de gobierno que afrontó a lo largo del mandato, en el que cesó a la concejala de Industria y Empleo, Eva Martínez Acón, se enfrentó a la dimisión del edil de Urbanismo, Juan Díaz Villoslada, y desplazó a la titular de Medio Ambiente, Esther Fontán. El contar con una estructura de gobierno local débil no evitó, no obstante, que Rey se hiciera fuerte en su partido. Terminó su mandato como secretaria xeral de la agrupación local al imponerse a Acón con más del 60% de los apoyos, y afianzó su posición en la columna vertebral del partido al pasar a formar parte del Comité Federal del PSOE.

En su simbiosis con el PSOE, en el que milita desde los 18, descansa, según sus íntimos, el talón de Aquiles de la alcaldesa. A Rey se le atraganta la gestión emocional de los conflictos internos de su formación, donde tiende a mezclar lo político con lo personal. Tras una militancia tan larga, su vida está ligada a mucha gente de la agrupación local. Eso le provoca un manejo difícil de lo que entiende como “deslealtades”.

De esa dinámica emanan dos de los principales rasgos de su carácter, señalados por afines y adversarios: su dificultad para asimilar las críticas, que acostumbra a confundir con ataques y advertencias, y su vehemencia en la confrontación política. Del mentado temor a ser subestimada nace una impetuosidad en el debate político que, señalan sus rivales en la corporación, a veces la lleva a “perder las formas”. Las mismas voces la sitúan como una política muy preparada, que se maneja como pez en el agua en el terreno de la discusión. Sus adversarios destacan su inteligencia y, fuera de María Pita, la dibujan como una persona agradable y preocupada por el ámbito personal de sus compañeros de corporación, sin menosprecio del color del escaño.

Y aunque la política curte, hay algunas cosas de las que no se ha desprendido: el sentido del humor y la afición por la lectura. En el primero coinciden tanto su equipo como sus rivales, que hablan de ella como una persona con agilidad mental para la sátira y capacidad de reírse de sí misma y de las situaciones. En su mesilla de noche descansa ahora mismo La ciudad de los vivos, de Nicola Lagioia, pero todo apunta a que por poco tiempo, porque la alcaldesa devora libros a un ritmo incluso “frustrante” para su círculo. “Es la persona más lectora que conocí nunca. Es imposible recomendarle un libro. Cuando lo intentas, ya lo ha leído”, cuenta un amigo cercano.

Dos décadas después, aquel mitin de la campaña de 2003 en la que la alcaldesa prometió votar “con corazón socialista y coruñés” cobra nuevo significado. Hace tiempo que Vázquez se distanció de las que fueron sus siglas, llegando a coquetear con el apoyo a los candidatos del PP, rivales inmediatos de su partido; pero la alcaldesa parece tener muy en cuenta ese pasado cuando se trata de aplicar viejas fórmulas de éxito. Inés Rey y su equipo buscan afianzar un liderazgo personalista en la ciudad, el mismo que atornilló a Vázquez al sillón de María Pita durante 23 años, en los que parte de la ciudadanía no votaba al PSOE, “votaba a Paco”. La alcaldesa lo hace tirando de retórica cuando apela en sus discursos a recuperar el “orgullo de ciudad perdido”, y lo hace incluso devolviendo a la conversación términos como “coruñesismo”, que prácticamente acuñó el histórico alcalde. La ciudad, para ambos, se torna en sujeto político de pleno derecho. “Que nadie le vuelva la espalda a la ciudad porque la ciudad no se lo merece”, proclamó Vázquez en su última campaña. “Hemos devuelto a la ciudad ese orgullo coruñés, ese coruñesismo del siglo XXI”, rubricaba Rey al cierre de esta.

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