Les separan vivencias, momentos históricos y décadas de vida. Les unen experiencias que, al fin y al cabo, tienen carácter intergeneracional. Los alumnos del instituto Rafael Dieste y los usuarios de la residencia de mayores Concepción Arenal tuvieron ayer una jornada de convivencia con motivo del Día de las personas mayores, en la que descubrieron que, al fin y al cabo, no son tan distintos.
Una iniciativa que daba continuidad a una actividad que comenzó en la pandemia, en la que jóvenes y mayores se cartearon para intercambiar experiencias y sentirse más cerca en un momento de angustia para todos. “Esa experiencia supuso aprovechar el momento y la situación que se vivía para que dos grupos de personas con vidas diferentes compartiesen vivencias sobre un momento histórico que estábamos viviendo todos”, comenta Telmo Silvar, animador de la residencia Concepción Arenal.
Sofía Mazás, alumna de primero de Bachillerato, fue una de las participantes en los diálogos epistolares que ayer repitió el encuentro con los mayores, con el fin de seguir aprendiendo de lo vivido por otras generaciones. Una experiencia que, reconoce, a ella le sirvió para acercarse a su propia abuela. “Como ella también va a un centro de día, fue una manera de entender cómo lo vive ella”, cuenta. En las cartas hablaban de su rutina en el colegio y de cómo les estaba afectando la crisis sanitaria. “Fue una forma de comunicarnos con el exterior y de aprender”, cuenta la alumna.
Entonces, los jóvenes estaban en primero de la ESO. Ahora están en primero de Bachillerato. Muchas cosas han cambiado, pero su interés en aprender de sus mayores ha permanecido intacto. “La actividad surgió para ponernos en contacto con los mayores que lo estaban pasando mal en la pandemia. El año pasado decidimos ponernos cara. A los niños les encantó, fue muy bonito, así que este año decidimos volver a compartir un día con ellos”, cuenta la profesora de los jóvenes, Mercedes Garrote.
Al otro lado de la correspondencia había personas como Raúl Hugo Martín, que, admite, recuerda la pandemia como un período “angustioso”, en el que las únicas conversaciones versaban sobre el COVID, las vacunas y el aislamiento. “Me escribieron una carta buenísima, ojalá la hubiera contestado, pero en aquel momento no tenía la cabeza para eso”, cuenta.
Algunos se implicaron de lleno en la actividad, como Estrella Santiago Rey, que, a sus 93 años, tiene muchas lecciones de vida que dar. Algunas de ellas pudo compartirlas ayer, entre refrescos y cafés, con los jóvenes alumnos del Rafael Dieste, que la escuchaban atentamente. “Con la actividad nos sentimos un poco más confortados de que hubiera chiquillos que comprendieran los momentos que estábamos pasando. El ocaso de la vida a nadie le gusta, pero hay que pasarlo con la mayor dignidad y positividad posible. Yo a los niños les digo: enriqueceros, disfrutad todo lo que podáis. Cuando hacemos recuento de nuestra vida, hay cosas malas y buenas, pero cuando sorteas los obstáculos sacas un resumen y piensas: no lo hice tan mal”, cuenta ella.