La Opinión de A Coruña

Tavanera, el armador de la expedición de la vacuna

Manuel Díez Tavanera, el naviero de la 'María Pita', también fue corsario al servicio de la Corona. Financió la resistencia contra Napoleón y, bajo su dirección, el Real Consulado abrió la primera biblioteca pública de A Coruña

Antonio López

Manuel Diez-Tavanera Ibáñez es uno de los tres sobrinos que Santiago Díez Tavanera (1730-1803) traerá desde la villa natal (Villaviudas-Palencia) para confiarles la gestión de las empresas que fue creando —desde 1768— dedicadas al comercio ultramarino.

A Coruña —con otros ocho puertos peninsulares— era tierra liberada, desde 1765, para comerciar con Cuba e Islas de Barlovento (Puerto Rico, Santo Domingo, Margarita y Trinidad), un privilegio aduanero que, por real decreto, venía acompañado de una novedosa simplificación administrativa —licencias de navegación y control de mercancías— y una atractiva reducción fiscal —un 50% por debajo de los anteriores gravámenes—. En 1778, un nuevo decreto consolida las reformas administrativas y fiscales, al tiempo que libera nuevas rutas comerciales —ahora, los puertos francos serán 13 en la metrópoli y 27 en las provincias de Ultramar—.

En septiembre de 1784 —siguiendo al historiador Julio Estrada Nérida—, se hace escritura de la compañía “Tavanera y Sobrino”, con sede en Santiago y valorada 365.070 reales, que va a ser dirigida por Manuel Díez Tavanera. En marzo de 1791, “el sobrino” —que llevaba trabajando con su tío desde 1782— traslada la sede de la firma a Coruña, instalándose en el número 22 de Rúa Nueva. El padrón de vecinos de 1794 señala que vivía con su esposa —Ángela Durango— y una hija —Antonia—; con una cuñada, su marido y tres hijos; estos ocho moradores atendidos por tres mancebos, tres criadas e un criado.

Villaviudas-Palencia, el lugar de procedencia de Díez Tavanera

Villaviudas-Palencia, el lugar de procedencia de Díez Tavanera

La documentación aportada por el historiador Luis Valiño permite seguir los pasos del armador como vecino coruñés. La vivienda de la Rúa Nueva, “construida de nuevo toda ella”, era propiedad de Francisco Antonio Abelló, capitán del servicio estatal de Correos Marítimos, y “con sus dos altos, vajos y oficinas utiles” fue arrendada por 9.350 reales anuales. En enero de 1802, Manuel Tavanera se muda al número 9 de la Rúa Real, propiedad de Gerónimo Hijosa, con un alquiler anual de 8.800 reales. “Habiendo necesitado la vivienda de reparos mayores e indispensables, que ocuparon mucho tiempo y dispendios”, el propietario abonó a Tavanera los 6.000 reales adelantados para la conservación del inmueble, condonándole además los alquileres de enero y febrero.

La salud financiera del armador está reflejada —por los datos biográficos recopilados por Julio Estrada— en el compromiso dotal para la boda de su hija, en 1810: 200.000 reales (50 reales mensuales era el salario de la rectora de la coruñesa Casa Expósitos). Como garantía de esta dote señaló “la casa de su propiedad en el número 9 de la Calle Real, los ranchos y las huertas de los molinos de Santo Tomás y las rentas que cobra de las parroquias de Oza y Peibas-Antas de Ulla”.

En febrero de 1827, a los 67 años, fallece Manuel Diez Tavanera, siendo enterrado en San Amaro, en la línea asignada a la parroquia de San Jorge. Según el acta de defunción, “recivio el Santo Sacramento de la Extremauncion y no lo demas por lo repentino de su enfermedad; asistieron a su entierro diez y seis señores sacerdotes y la comunidad de Nuestro Padre San Francisco” (la Orden Tercera).

Actividad pública

A los trece años de haberse instalado en A Coruña, Manuel Díez Tavanera ya era uno de los comerciantes de mayor prestigio y uno de los vecinos de mayor peso cívico.

Edificio que ocupa en la actualidad el solar de la vivienda familiar, en la calle Real 9 (actual número 17).

Edificio que ocupa en la actualidad el solar de la vivienda familiar, en la calle Real 9 (actual número 17).

Su prestigio comercial quedó patente en 1794, cuando asume la presidencia del Real Consulado, institución creada por Carlos III, en 1785, para el fomento de la agricultura, la industria y el comercio con América. Entre su fundación y 1794, los priores bianuales del Consulado fueron gente de la nobleza: el conde de Amarante, el marqués de Mos, el marqués de Almeiras y Gerónimo Hijosa, “hijosdalgo notorio de sangre”. En octubre de 1794, diez comerciantes piden su inscripción en el Consulado y, dos meses después —junta general de 20 de diciembre—, van a dejar patente que el poder y la dinámica comerciales de la ciudad habían cambiado: como prior, para el bienio 1795-96, sale elegido Manuel Díez Tavanera, con 12 de los 16 votos; como Consiliarios (representantes) de Mercaderes y de Fabricantes los más votados son dos integrantes del grupo recién matriculado en el Consulado. Tavanera aún será elegido prior en tres nuevas ocasiones: 1799-80, 1805-06 y 1817-18.

Firma autógrafa de Manuel Díez Tavanera.

Firma autógrafa de Manuel Díez Tavanera.

La implicación ciudadana de Díez Tavanera, trascendiendo los intereses profesionales de su gremio, le llevó a ser diputado municipal de Abastos (responsable del suministro de víveres a la ciudad) en los años 1802, 1803 y 1808. También formó parte de la Junta Superior del Reino de Galicia que, con otras doce juntas territoriales, se constituyeron en el gobierno efectivo de la nación, a raíz de la rendición —abdicando de la Corona— de Carlos IV y Fernando VII ante Napoleón. En enero de 1809 y con los franceses ocupando la ciudad —permanecerán seis meses en A Coruña—, Tavanera decide escapar con su familia a Londres, por temor a las represalias que pudieran devenirle por ser las Juntas el brazo y el cerebro de la lucha armada frente a la invasión francesa. En noviembre de ese 1809 y con los franceses expulsados de Galicia, Tavanera regresa a la ciudad y se incorpora —siguiendo a su biógrafo, Estrada Nérida— a la comisión de Hacienda de la Junta provincial de Armamento, Defensa y Subsidios de Galicia. Con las arcas públicas desfondadas, la única vía que tenía la Junta gallega de adquirir 30.000 fusiles con bayonetas y 5.000 sables para armar la resistencia pasaba por acudir al crédito privado. Tavanera va a ser uno de los cuatro comerciantes coruñeses que concederán un préstamo mancomunado por importe de cuatro millones de reales. Por su parte, la Junta se obligaba —según desveló Fernando Martínez Morás— a entregar a los cuatro comerciantes “el primer caudal que entre en Tesoreria, sea numerario o plata labrada, hasta la concurrencia de las 70.000 libras del crédito [el armamento fue adquirido en Londres]; la plata que hay existente en alhajas y toda la demas se recogerá de las iglesias y particulares”.

Fachada del Real Consulado, fundado en 1785.

Fachada del Real Consulado, fundado en 1785.

Su penúltimo servicio público fue un préstamo de 60.000 reales para fletar la fragata Efigenia, que trasladaba —en agosto de 1810, a Cádiz—, a los diputados gallegos elegidos para formar parte de las Cortes Generales Extraordinarias de la Nación Española.

La Expedición de la Vacuna

La María Pita fue el buque de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (REFV) (1803-1812). A bordo, viajaba la primera vacuna de la historia de la Medicina. Los artífices de este hito sanitario —financiado por Carlos IV, bajo la dirección de Francisco Xavier Balmis— fueron 21 expósitos, de entre 2 y 9 años, mediante trasvases de brazo a brazo. Así consiguieron transportar, fresca y activa, desde A Coruña (30 de noviembre de 1803) hasta América la vacuna de la viruela. El cuidado de los niños expedicionarios era responsabilidad directa de Isabel Zendal, natural de Santa Mariña de Parada-Ordes, madre soltera y contratada como enfermera de la REFV por sus tres años de experiencia laboral como rectora de la Casa de Expósitos de A Coruña.

La documentación que custodia el Archivo Notarial coruñés refleja que la María Pita, propiedad de la firma “Tavanera y Sobrino” es un buque “matriculado en este puerto, porte doscientas toneladas poco mas o menos, sano, seco y estanco el buque de quilla y costado, bien carenado y pertrechado”.

En su ruta transoceánica, la corbeta hará escalas vacuníferas en Tenerife, Puerto Rico, Puerto Cabello y La Guaira (Venezuela) y Sisal (México). La contrata de la María Pita finalizó el 24 de julio de 1804, con el desembarco, en Veracruz, de los 21 expósitos y del equipo médico —Francisco Balmis, Antonio Gutiérrez, Francisco Pastor Pedro Ortega, Ángel Crespo, Antonio Pastor e Isabel Zendal— que, siete meses más tarde, embarcará en el galeón Magallanes, para llevar la vacuna de la viruela a Filipinas.

La corbeta expedicionaria sale de Veracruz el 10 de agosto de 1804, con un cargamento de azúcar y palo de tinte, pero el grave estado de salud del mayordomo (responsable de la manutención) impuso hacer escala en La Habana, hasta el 23 de octubre. Después de 76 días de navegación y de haber sido presa de un corsario inglés, la María Pita llegaba a casa el 6 de enero de 1805.

Redes y usos (grabado) en 'Descriptions des arts e metiers' (1754-1779).

Redes y usos (grabado) en 'Descriptions des arts e metiers' (1754-1779).

No fue esta implicación en la Expedición de la Vacuna, la primera vez que Díez Tavanera y la María Pita trabajaron para la Corona. La Gazeta de Mexico daba cuenta de “haber entrado en Veracruz, el dia 12 de diciembre de 1802, procedente de La Coruña y la Habana, la María Pita, con 309 tercios [fardos], 12 caxones, 2 baúles y 1 bulto de géneros y mercerias, 2 caxones de libros, 92 de acero, 8 churlas de canela, 10 libras de azafrán, 4.051 libras de cera en marquetas, 12 libras de carey y otras menudencias”. La Gazeta añadirá en la edición del 11 de marzo de 1803: “Veracruz. En 11 de febrero salió la María Pita, conduciendo para la Coruña 115.898 pesos en plata acuñada y 6 sobornales de grana; para Santander, 175.473 pesos y 4 reales en plata, 46.508 pesos en oro idem, 1.158 marcos de plata labrada, 1.050 tercios con 8.400 arrobas de azúcar, 13 zurrones de añil, 4 dichos de grana y 425 cueros al pelo”.

Para esta travesía, “a 1 de septiembre de 1802, se ha servido el Rey acceder à la solicitud de don Manuel Díez de Tavanera, para que el alferez de navio, don Joaquin de Arce [natural de Chantada y vecino de A Coruña], se encargue del mando y expedicion de una fragata de su pertenencia que esta habilitando para La Havana y Veracruz con carga de arinas”. A la vista de la carga y del pasaje que traerá a la península, parece evidente que la Corona también estaba muy interesada en que la María Pita navegase bajo el mando de un oficial de la Real Armada: “desde Veracruz, donde tomó carga y muchos caudales, conduciendo de pasajero al señor ex-virrey de México, don Felix Marquina; concluyó aquí felizmente su viage, no obstante los varios y fuertes temporales que sufrió en su navegación”.

Corsario

“La seguridad del comercio marítimo y navegación de mis vasallos, expuestos al insulto y depredación de los enemigos, exige que se haga un corso activo y vigoroso contra los súbditos del Rey de Inglaterra”. A los navíos armados en corso, Carlos III les concederá “el libre y entero aprovechamiento del valor de las presas que hicieren, ademas de gratificaciones pecuniarias —según el calibre de los cañones incautados y número de prisioneros capturados—; recompensas de honor á los que se distinguieren en acciones particulares, y proveer el socorro y subsistencia de los heridos y viudas de los que fallecieren en los combates”. Esta Real Ordenanza de Corso de 1779 especificaba que “el Ministro [de Hacienda] hara que se franquee al armador quanto necesitare, pagandolo á sus justos precios, y permitiendole reciba toda la gente que quisiere, con prevencion de que haya de llevar á lo menos una tercera parte de gente no matriculada —es decir, no marineros de profesión—, con tal que sea habil y bien dispuesta para el manejo de las armas”.

Pesquería del bacalao (grabado) en 'Descriptions des arts e metiers' (1754-1779).

Pesquería del bacalao (grabado) en 'Descriptions des arts e metiers' (1754-1779).

A partir de las pistas aportadas por la historiadora Carmen Consuelo Mariño, tres protocolos del Archivo notarial permiten reconstruir los avatares del armador corsario: “En la ciudad de La Coruña á veinte y tres días del mes de Junio, año de 1800, don Manuel Diez Tavanera dijo que tiene pronto para dar bela desde este puerto al de Montevideo la fragata nombrada Union, armada en guerra, con veinte y dos cañones y mercancía”. Para el total armamento del buque solicita que la Real Hacienda le faciliten “100 cartuchos de lanilla; 50 espadas de las antiguas con guarniciones de fierro; 50 fusiles; 400 piedras de fusil; 300 piedras para pistola; 11 quintales de polbora de cañon; un quintal de polbora de fusil; un cajón con 1.200 cartuchos de fusil, y 360 estopines [artificio destinado a inflamar la carga de las armas de fuego]”.

En agosto de ese mismo 1800, Tavanera, teniendo armada en corso la fragata Antoneta para hacer viaje a Veracruz, solicita “ para su total armamento, 12 pies de cabra; 12 chifles de ayre; 12 planchas de plomo para cañon; 12 guardacartuchos; 12 botafuegos con regaton [casquillo que se pone en el extremo inferior de lanzas y bastones, para su mayor firmeza]; 30 espeques [palanca de madera de los artificieros]; 12 atacadores y 2 rascadores con sus lanadas; 4 cucharas con sus sacatrapos; 200 balas rasas de a quatro; 200 piedras de fusil; 150 piedras de pistola; 200 estopines; 4 sacatrapos para fusil; 100 cartuchos de lanilla de a quatro; un barril de 1.200 cartuchos para fusil; 10 quintales de polbora de cañon empacada y 2 quintales de polbora fina”.

'Lecciones de agricultura y economía' (1778) y 'Conversaciones instructivas' (1792), dos obras para instruir a los labradores, uno de los objetivos de la Biblioteca del Real Consulado.

'Lecciones de agricultura y economía' (1778) y 'Conversaciones instructivas' (1792), dos obras para instruir a los labradores, uno de los objetivos de la Biblioteca del Real Consulado.

Un tercer protocolo notarial permite conocer que, entre corsarios, “donde las dan, las toman”. En octubre de 1824, Eusebio de Zabildea, como apoderado de la firma “Tavanera y Sobrino”, reclamaba “que se le indemnize del valor de la fragata Carmela y del cargamento que conducia, con los fletes y mas perjuicios que se les han ocasionado”. La demanda de Zabildea —además de apoderado, era el yerno al que el armador había señalado una dote de 200.000 reales— se fundamentaba en un real decreto de agosto de 1824, con el que Fernando VII, “deseoso de proporcionarles a sus amados basallos el resarcimiento de los quebrantos que han padecido por efecto de las guerras y calamidades pasadas, se ha servido prevenir que los que hayan sufrido perdidas por apresamiento de sus buques por los ingleses, en los años de 1804 y 1805, presenten sus reclamaciones”.

El relato de las “calamidades pasadas” desvela tanto la capacidad de carga de un navío de la época como las mercancías de mayor aprecio comercial a principios del siglo XIX. La fragata Carmela, procedente de Montevideo, fue apresada, cerca del cabo Fisterra, a los 71 días de navegación (9 de febrero de 1805), por una corbeta inglesa de guerra y represada siete días después, cerca de las Islas Orlingas [condado de Cornualles, al sur de Inglaterra] por un corsario de Saint Maló, que la condujo al puerto de Nantes. “Trahia a su bordo —en flete compartido con varias firmas coruñesas— 28.050 cueros [de vaca] al pelo, 319 suelas, 503 marquetas de sebo, 19 tercios de lana, 50 cajones de belas de sebo, 500 cueros de caballo, 82 pellones [pieles curtidas para usar sobre la silla de montar] de chile; 50 pellones de carnero, 18 pieles de chinchilla, 3 plumeros, un atado con pieles de tigre, 6 barriles de unto y grasa, un barril de lenguas, 17 sacos de cacao de Guayaquil, 9.896 pesos en plata y 320 pesos en oro, de todo lo qual quedaron y se hallan en descubierto”.

Contra la ociosidad y la ignorancia

“¿Que institucion pudo hacerse mas util, mas precisa, mas general, mas agradable que una Biblioteca publica, en la que el niño y el rustico aprenden, la Juventud se ilustra, el Artesano se instruye, el Comerciante calcula, el Politico y el Economista combinan y los Doctos rectifican y comprueban sus estudios, aumentando sus conocimientos?”

El canónigo santiagués Pedro Antonio Sánchez, mecenas de la Biblioteca el Real Consulado.

El canónigo santiagués Pedro Antonio Sánchez, mecenas de la Biblioteca el Real Consulado.

Este párrafo forma parte del discurso inaugural de la primera biblioteca pública de A Coruña. El autor: Manuel Díez Tavanera, prior del Real Consulado.

Por el relato del orador se sabe que Pedro Antonio Sanchez Vaamonde, canónigo de la catedral de Santiago, “organizo á beneficio publico esta Biblioteca, enriqueciendola con muchos libros, encargando otros de los mas utiles y magistrales á los países extranjeros y dotandola de quantiosos fondos que redituen lo necesario para la asignacion de Bibliotecarios y para el aumento constante y progresivo de libros”.

Revelándose como un legítimo hombre de su tiempo, el discurso de Díez Tavanera es un alegato de las actitudes cívicas que defendía la Ilustración: “virtud, lectura, aplicación al trabajo, patriotismo, probidad y costumbres sencillas y morales”. Para el armador, el manantial de todos estos valores “se halla en la Biblioteca, Santuario abierto y franco todos los dias del año, excepto los de riguroso precepto, y las tardes de Miercoles y Sabados. Aqui hay Maestros de lo pasado, presente y futuro; todos enseñan gratuitamente y con gusto quanto se desea aprender; responden con agrado á nuestras preguntas y deseos, aunque sean impertinentes y repetidas. Inmortales Autores y Maestros os prodigaran y transmitiran sus luces y conocimientos. Os instruiran en los medios de adelantar los productos de la Agricultura, origen de la verdadera riqueza; en el ahorro de tiempo en la fabricacion y perfeccion de vuestras manufacturas por la simplicidad de Máquinas y artefactos. Al Comercio, que es el canal de las producciones de una y otra, le enseñaran el camino para la exportacion ventajosa de vuestros frutos y efectos sobrantes, proporcionandoos en cambio equitativo aquellos de que necesiteis. La Filosofia y la Moral haran tambien sus progresos y con ellos seremos virtuosos, religiosos y probidos, desterrando para siempre la perversa ociosidad y la ignorancia que nos esclavizan”.

En 1806 empezó a funcionar la primera imprenta radicada en A Coruña. La primera de sus publicaciones —con fecha fehaciente de impresión: tercer cuatrimestre de 1806— fue el Discurso que compuso y leyó el Prior del Real Consulado de La Coruña, el 15 de agosto de 1806, en la sala de la Biblioteca.

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