Entrevista | Carlos Bardem Actor y escritor, presenta hoy ‘Badaq’ en Bululú

“Las glorias imperiales vienen de la mano de una masculinidad muy tóxica”

“El mayor acto de ecologismo es impedir con tu voto que los negacionistas del cambio climático lleguen al poder”

El escritor y actor Carlos Bardem, autor de ‘Badaq’.   | // LOC

El escritor y actor Carlos Bardem, autor de ‘Badaq’. | // LOC / Jacobo Caruncho

A Coruña

La historia que se esconde tras el origen del nombre de una calle de Madrid fue la “palanca perfecta” que llevó a Carlos Bardem a convertir a una rinoceronta en la protagonista de Badaq, su última novela, que presenta esta tarde (19.00) en A Coruña en la librería Bululú (calle Real, 9). Una historia que mezcla hechos históricos con la fábula para construir una novela social con la que el actor y escritor denuncia la codicia, el fanatismo religioso y la destrucción de la naturaleza por parte del hombre. “Si en vez de darle la voz al glorioso conquistador le das la voz a los descubiertos, las narrativas neoimperiales se sostienen muy mal, caen muy pronto en lo grotesco”, explica.

¿Tuvo claro desde el principio desde dónde quería contar esta historia?

Lo que tenía claro es que fuera una novela de primeras voces donde varios personajes dieran sus versiones de un mismo hecho. Pero poco a poco se me impuso la necesidad de que el animal fuese la principal de esas voces. Lo que en principio se plantea como una novela histórica se mestiza con la novela fantástica, porque esta al final es una fábula también.

¿Y por qué eligió a esta rinoceronta?

Quería escribir una novela sobre la relación, a mi juicio evidentemente equivocada, entre el hombre y la naturaleza. Recordé algo que a mí me había impresionado siempre mucho desde niño, que es que en el centro de Madrid hubiera una calle que se llama de la Abada, una palabra que viene de badaq, que significa rinoceronte en javanés. Allí, a finales del siglo XVI, estuvo encerrado un rinoceronte que se trajeron desde el otro extremo del mundo en un galeón. Pensé que en esa historia había una palanca perfecta para reflexionar sobre la relación depredadora y destructiva que hay entre el hombre y la naturaleza y los animales.

Una relación que se mantiene vigente.

Una relación que no ha ido más que ahondando en lo destructivo. Una cosa que me resultaba muy curiosa, según iba avanzando en la escritura de la novela, era ver cómo los mecanismos del imperialismo entre seres humanos explican perfectamente la relación también entre el ser humano y la naturaleza. Hay un hilo negro que recorre todo el pensamiento, sobre todo occidental, que trata de consagrar la superioridad del hombre respecto a todo lo que le rodea. Cuando tú quieres conquistar, depredar, saquear o esclavizar algo, lo primero que haces es ponerlo en un plano de inferioridad intelectual y moral.

¿Podrían cambiar las cosas?

Implicaría un cambio cultural muy profundo. Entender que el ser humano no es más que lo que le rodea, sino parte de ello. No pensar que el mundo está ahí para que lo agotemos y lo depredemos, pese a que el planeta nos está gritando a la cara que tenemos que cambiar esa relación. Vivimos en una sociedad en la que hay grandes segmentos de población que están mucho más concienciadas respecto a la preservación de lo natural. Pero también donde existen negacionistas del cambio climático. Donde se dan paradojas tan chirriantes como que la COP28 se celebre en un país productor de petróleo, presidida por un señor que dirige la mayor petrolera del país.

¿Y la nuevas generaciones están más concienciadas?

Hay lugar para la esperanza. Cualquier persona con dos dedos de frente y algo de sensibilidad vive hoy en un estado de ecoansiedad. Entre la gente más joven hay una sensibilidad hacia estas cosas que va a hacer que no permitan cosas que nosotros hemos permitido o dado por inevitables. Para mí hay una conexión clarísima entre ecología y política. El mayor acto de ecologismo es impedir con tu voto que lleguen negacionistas del cambio climático a puestos de poder.

Su novela recrea el imperialismo en la época de Felipe II. Pero cuenta la historia desde el punto de vista de los conquistados. ¿Cuestión de justicia?

Me interesaba mucho salirme de las narrativas neoimperiales que predominan en la novela histórica de nuestro país. Y es tan sencillo como girar la cámara. Si en vez de darle la voz al glorioso conquistador se la das a los descubiertos, resulta que estas narrativas se sostienen muy mal, caen muy pronto en lo grotesco. También hay una voluntad satírica de someter todos estos mitos un poco al espejo deformante del esperpento.

Hay quien a día de hoy ve las conquistas como un logro.

Todas las conquistas son procesos de socialización a gran escala del robo. Aquí se pasó de una narrativa en la que poco menos que les había tocado la lotería a estos señores que le cayó encima la conquista a visiones un poco más críticas. El revisionismo y orgullo identitario nacionalista tiene una función política muy clara para entretener a la gente para que no piense en cosas mucho más concretas que afectan a su día a día, a su salario, a su accesibilidad, a su vivienda, a la calidad de una educación y sanidad públicas.

En la novela las voces protagonistas las tienen hembras, cuando esas conquistas las protagonizaron hombres.

Me interesaba mucho intentar darle una perspectiva de género. La mujer ha sido la saqueada y la depredada a lo largo de siglos. Siempre ha habido voces de personas que han peleado por su libertad o por una mayor dignidad sepultadas por los que ganaron en cada momento, que normalmente fueron los señoros. Me interesaba ver todas estas glorias imperiales, que vienen de la mano de una masculinidad muy tóxica. Todo este neoimperialismo que hay ahora, que hace que veamos manifestaciones donde hay gente que en una mano lleva una bandera de los tercios, de la Cruz de Borgoña, y en la otra una muñeca hinchable, tiene una profunda lógica interna. Porque es gente que se siente orgullosa y descendiente de una masculinidad muy tóxica basada en la conquista violenta, en el saqueo, y la dominación. El descoloque actual de muchos hombres frente al feminismo viene de cierto temor a perder el dominio.

Es usted actor y escritor. ¿Con qué faceta le cuesta más mantenerse?

Cuento historias y me interesa mucho la construcción de personajes. Un rasgo único del ser humano es la necesidad de la narrativa, de darle sentido a la locura que es vivir sabiendo que vamos a morir A mi escritor lo mantiene el actor, es el que paga las facturas. Eso me da una libertad en el sentido de que yo escribo lo que me da la gana. Yo escribo libros que a mi me gustaría leer y eso me lo permite mi actor.

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