De duplicar la facturación y denunciar la "aglomeración": los vecinos, hosteleros y ecologistas de A Coruña opinan sobre el auge de los cruceros

La ciudad bate cada año récord de llegadas, algo que celebran restauradores y comerciantes, pero se acerca al fin de la capacidad de los muelles y algunos colectivos critican la contaminación

Pasajeros del megacrucero ‘Anthem of the Seas’ en A Coruña, esta semana.   | // IAGO LÓPEZ

Pasajeros del megacrucero ‘Anthem of the Seas’ en A Coruña, esta semana. | // IAGO LÓPEZ

Año tras año, el número de cruceros que llegan a la ciudad bate otra marca. El 2023 fue de récord, con 130 escalas y casi 324.000 personas, este año se esperan más de 150 barcos con 350.000 viajeros y, para 2025, se superarán los 170 y los 400.000 turistas, aunque el propio sector indica que los muelles están cerca del límite de capacidad. Los hosteleros y comerciantes celebran el auge de este tipo de turismo, si bien los ingresos que deja se concentran en el centro, y, aunque en Valencia y Barcelona se están planteando limitar el número de atraques por su impacto para los vecinos, los vecinos de la Ciudad Vieja indican que no sufren molestias, y el hecho de que la ciudad sea por el momento solo una escala limita la presión turística. Pero no todas las voces son positivas: las asociaciones ecologistas critican la contaminación de los barcos, y el urbanista Jorge Rodríguez, profesor en la Universidade da Coruña (UDC), advierte acerca de las presiones sobre los precios que puede tener este modelo de negocio y llama a la reflexión.

Luis del Moral, director de la consignataria Rubine e Hijos, es uno de los responsables de esta edad de oro de los cruceros. “En 1991 inauguramos el muelle de Trasatlánticos con el buque Canberra”, recuerda, y “entendí que teníamos que intentar potenciarlo”. Empezó a ir a eventos y visitar compañías, y lleva 28 años yendo anualmente a Miami, ahora “de la mano del Puerto y la ciudad”, para promocionar A Coruña en la feria Seatrade. Pero, indica, “no tenemos suficientes muelles para seguir creciendo: el año que viene estamos en 170 barcos, y el techo del puerto por ahí, andará, en 170 y 180”. Los barcos, explica, son cada vez más grandes y ya no caben en Batería, y los atraques se acumulan en algunos meses. Habilitando nuevos muelles, calcula, se podría llegar a 200.

Esto queda, para la Autoridad portuaria, lejos de la situación de Barcelona o Valencia. En la primera ciudad, señala, hubo más de 3,5 millones de cruceristas en 2023, y en Valencia, 786.000, casi el doble de los que se prevé para el tope del año que viene, si bien estas ciudades son más grandes. “A Coruña no tiene ningún problema con los cruceros”, sostiene el Puerto, que afirma que “ninguna institución o entidad nos ha trasladado que los turistas causan alguna molestia a los coruñeses”, que es un turismo “desestacionalizado” porque “los meses con más escalas no son los de verano, sino las temporadas de primavera y otoño”.

Pasajeros entrando en la ciudad desde el muelle de Trasatlánticos.   | // IAGO LÓPEZ

Pasajeros entrando en la ciudad desde el muelle de Trasatlánticos. | // IAGO LÓPEZ / Enrique Carballo

El Puerto, que insiste en que “en ninguna institución o foro profesional se ha planteado cuál es el techo del sector en A Coruña” como en Barcelona y Valencia, invoca el retorno económico de los pasajeros y tripulantes para la ciudad. Lo calcula en 30 millones para este año; Luis del Moral lo cifra entre este dato y los 35 millones, con beneficios que se reparten a hostelería y comercio.

Y estos sectores lo respaldan, si bien indican que el dinero queda en unas pocas zonas. Para José Luis Boado, presidente de la de la Federación Unión de Comercio Coruñesa (FUCC), no hay un “exceso” de cruceristas en la ciudad, pero su presencia “en el pequeño comercio se nota poco: el turista estacional consume mucho más”. Los viajeros de barco, indica, vienen “servidos de todo” en los propios buques, y el gasto que hacen en el conjunto de la ciudad no es relevante.

Pero sí lo es en las zonas más próximas a los muelles, según explica la presidenta de la Zona Comercial Obelisco, Isabel Porto, franquiciada de Yves Rocher en la calle Real. Cuando llegan los trasatlánticos, explica, “yo lo noto” , y cuando hay un “buen barco”, se queda a trabajar al mediodía. La presencia de los cruceristas es un “extra”, y, aunque “vivimos de la gente de aquí”, Porto considera que la influencia de los trasatlánticos es “positiva” para los comerciantes de la zona, que llegan a abrir de manera extraordinaria para atender a los barcos.

El presidente de La Marina Asociación de Hosteleros y copropietario de La Mansión 1783, Alberto Boquete, también tiene buena opinión de los cruceros. Cuando hay escalas grandes, indica, “el impacto de la facturación es importante, puede doblar o triplicar la de un día normal”, con el beneficio de que hay escalas entre semana, en jornadas tradicionalmente con menos movimiento. Los cruceristas, afirma Boquete, llevan a que se contrate a “más personal” y aunque “no vivimos de ellos, son un plus importante”. “Hay que estar atentos, pero estamos lejos de los niveles de saturación”, cree Boquete, para el que los altos precios de alquiler en la Marina son por la buena zona y “no creo que el turismo o los cruceros los estén inflando”.

Turistas en una terraza cercana a los muelles.   | // IAGO LÓPEZ

Turistas en una terraza cercana a los muelles. | // IAGO LÓPEZ / Enrique Carballo

A poca distancia, en la Ciudad Vieja, la perspectiva de vecinos y comerciantes es más bien neutral. Para el presidente de la asociación de comerciantes del barrio, Adolfo López, los cruceros son “una cuestión circunstancial, lo nota más la hostelería y otros mucho menos, pero no es la panacea, no es una ciudad turística que viva de los barcos”. La presidenta de la asociación de vecinos de la Ciudad Vieja, Carolina Barros, indica que en el barrio se nota la presencia de turistas, pues, sobre todo por las mañanas, hay “diversos grupos que van por los puntos turísticos: María Pita, Santo Domingo, Colegiata de Santa María, iglesia de Santiago”, mientras que “hacia medio día se van hacia otros puntos como la Torre de Hércules”.

La presencia de estos turistas puede ser positiva para algunas tiendas, defiende Barros, y desde el punto de vista de los vecinos “no es ruidoso, no es molesto, se convive perfectamente”. Incluso en las mañanas con más visitas “no es una saturación, no hay grandes grupos”.

Sin embargo, podría llegarse a esa situación, desde el punto de vista del urbanista y profesor titular de la Escuela de Arquitectura Jorge Rodríguez Álvarez. Los cruceros “traen varios miles de habitantes a la ciudad”, lo que es “una presión añadida, que no estaba prevista” en el diseño de esta. Esto no quiere decir que se deban rechazar los barcos, pero, advierte Rodríguez, hay que “que valorar lo que aportan, junto a las presiones que generan” y hay ciudades, como Venecia, que “están sobresaturadas”, aunque “probablemente” ahora no sea el caso de A Coruña.

Aunque en la ciudad los cruceristas, que llegan de paso, no están ejerciendo presión sobre el mercado de la vivienda, el urbanista explica que el “tipo de productos” que demandan los visitantes “no son los que necesita la gente” que vive en la ciudad. No desembarcan para comprar “una barra de pan o verduras frescas”, sino que buscan “bares, restaurantes, souvenirs”, y pueden estar dispuestos a pagar más que los nativos. Esto hace que ciertos negocios sean más rentables que otros y puedan pagar más por alquileres”, lo que “desplaza a los tradicionales”. Y, añade, el turismo de cruceros tiene “un gran impacto ambiental”, por la contaminación de los barcos.

El año pasado, Mar de Fábula, Ecoloxistas en Acción y la Fundación Lonxanet emitieron una carta abierta a los grupos que se presentaban a la Alcaldía para pedir una “reflexión crítica” sobre el tráfico de cruceros en la ciudad y el perjuicio que causa en la atmósfera y las aguas portuarias. Sabela Pérez, de Ecoloxistas en Acción, acusa a la industria de los cruceros de ser “incompatible” con la lucha contra el cambio climático y recuerda que su punto de atraque en A Coruña está, “paradójicamente”, junto a la zona de bajas emisiones que limita el tráfico para los vecinos.

Pérez reclama que se instale una estación de medición de gases para que la ciudadanía pueda “conocer el impacto” de los barcos, y limitar el acceso a los muelles del centro a las compañías que “respeten escrupulosamente” las recomendaciones ecológicas, siguiendo el ejemplo noruego. Para la ecologista, del tráfico se lucran “unos pocos”, apenas el Puerto, “dos concesionarias y la hostelería del centro”, mientras que los vecinos soportan “encarecimiento de la vida, saturación de servicios, gentrificación y aglomeración”. “Aunque pagar por contaminar no es la solución, por lo menos se distribuye un poco lo que dejan”, en referencia a la iniciativa catalana para gravar las emisiones de grandes buques.

El coordinador de la delegación coruñesa de Adega, Xandro García, indica que no dispone de datos concretos sobre el impacto de los cruceros en A Coruña, pero insiste en que “es un modelo de turismo que entendemos que no es muy sostenible”. Los barcos emiten dióxido de carbono y óxidos de azufre, la pintura que llevan en la parte sumergida “mata a los organismos que intentan fijarse”, pueden transportar especies invasoras y su tráfico perjudica a los mamíferos marinos. La Autoridad Portuaria responde que “esperamos poner en marcha cuanto antes el sistema de suministro eléctrico a los cruceros, para apoyar a la industria del sector en su estrategia de sostenibilidad”.

Conseguir encabezar rutas

Un factor que limita el impacto de los cruceristas en la ciudad es que A Coruña, al contrario que otros puertos, no es un inicio o fin de ruta. Algunos viajeros pueden bajar o subirse en la ciudad, pero la mayoría llegan y se marchan en el barco y pasan apenas unas horas en A Coruña, sin demandar alojamiento en hoteles o pisos turísticos. Esto es algo que podría cambiar en un futuro, según explica el consignatario Luis del Moral, que explica que “estamos trabajando con la Autoridad Portuaria en intentar conseguir que haya barcos que empiecen aquí el crucero”, si bien señala que esta posibilidad sería limitada y la mayoría de los buques continuarían llegando de paso.

Para Moral, el “mayor problema que nos estamos encontrando” es la dificultad para encontrar alojamiento para los cruceristas, pues, salvo los que sean vecinos de la ciudad, tendrían que llegar en tren o avión y en muchos casos pernoctar. “Necesitamos un montón de habitaciones de hotel, y la gente que desembarca necesitará habitaciones en la ciudad”, resume el consignatario, pero actualmente en A Coruña “no hay plazas hoteleras aunque queramos”.

El presidente de la Asociación empresarial de Hospedaje de A Coruña (Hospeco), Agustín Collazos, concuerda en que a los hoteles “los cruceros no nos aportan en este momento: la única manera es que fuéramos puerto de destino u origen”. El también director del hotel NH Collection Finisterre indica que “en este momento disponemos de plazas hoteleras disponibles” para acoger cruceristas, pues los niveles anuales de ocupación son del 70%.

Pero, advierte, la demanda “probablemente se concentre en meses que tenemos una mayor tensión” y disponen de menos habitaciones. Si los cruceros saliesen de la ciudad en las épocas de “menor ocupación”, considera, sí que “sería una manera muy interesante para el sector de poder desestacionalizar” y permitir aportar un “complemento” en los meses en los que hay menos turistas convencionales en los hoteles.

De “estímulo” a “ir más allá de las terrazas”

El grupo municipal del PP defiende que los cruceros “estimulan la economía” de la ciudad y tienen un “importante retorno económico”, desde el comercio y hostelería a suministros de buques o guías turísticos. La formación valora positivamente el trabajo del Puerto para aumentar las llegadas y cree que hay “margen de aumento sin que suponga inconveniente alguno para la ciudad, al contrario”. Los números, sostienen, son más bajos que en Valencia o Barcelona y este turismo está “desestacionalizado”. Pero para el BNG, los cruceros son “altamente contaminantes” y su retorno no es “tanto como se acostumbra a pensar”. El concejal David Soto, que defendió en diciembre una moción aprobada por unanimidad para que el Ayuntamiento redacte un Plan Estratégico de Turismo, indica que este documento tiene que garantizar que las visitas a la ciudad tengan “ un alto valor añadido”, algo que “está lejos” de lograrse con el modelo actual de cruceros. Pide “acciones específicas” para promocionar la ciudad y su entorno a los visitantes “más allá de sus breves estancias en las terrazas de la Marina”. El Concello no respondió a esta cuestión.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents