Tania Casal, vecina de A Coruña con cáncer de mama en estadio IV: "Estoy viva gracias a la investigación”
“Soy un claro ejemplo de que la inversión en ciencia contribuye a la supervivencia de las personas y a mejorar su calidad de vida”, reivindica esta coruñesa, diagnosticada en 2022, que esta tarde intervendrá en una jornada sobre avances científicos organizada por la AECC y la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, en Palexco

Tania Casal, ayer, en la plaza de O Ventorrillo, el barrio coruñés donde reside. | // CASTELEIRO/ROLLER AGENCIA
“Soy un claro ejemplo de que la inversión en ciencia contribuye a la supervivencia de las personas, y a la mejora de su calidad de vida. Si a mí me hubiesen diagnosticado hace diez años, no estaría aquí. Sigo viva gracias a que alguien, un día, invirtió en el desarrollo nuevos tratamientos contra el cáncer”, reivindica Tania Casal, coruñesa de O Ventorrillo, de 40 años, quien convive, desde hace algo más de dos, con un cáncer de mama en estadio IV, es decir, sin cura. Una enfermedad que, en su caso, comenzó a dar la cara bastante antes, en la primavera de 2020, durante lo peor de la pandemia de COVID. “Aunque me diagnosticaron el 7 de julio de 2022, con 38 años recién cumplidos, todo esto se remonta al confinamiento, cuando me empecé a notar una especie de mancha debajo de un pezón. Como un sarpullido, una alergia... No eran granitos, sino que parecía un ‘chupetón’, aunque no me gusta decirlo así, porque la palabra es fea... No sé cómo describirlo... Pensé que sería cualquier cosa porque el cáncer de mama siempre lo asociamos a bultos. Por eso, insisto también mucho en la necesidad de consultar con el médico cualquier cambio raro que se produzca en el pecho”, resalta. “Yo me vi eso, pero como también había tenido un retraso, y mis reglas siempre han sido súper regulares, creí que sería algo hormonal, o debido al estrés de estar encerrados, yo qué sé... Cierto es que hay algo dentro de ti que te dice que eso, bueno del todo, no es. Pero el miedo es libre y, al final, lo vas dejando, y dejando...”, rememora.
“La mancha me crecía un poquito pero, como me la veía a diario, no era tan consciente de hasta qué punto estaba yendo en aumento, aunque sí me notaba un pecho más grande”, prosigue Tania, antes de recordar que, en aquella época, cambió de empleo y, “ya en mayo de 2022” (“dos años después del confinamiento”), comenzó a encontrarse “más cansada”. No obstante, atribuía esa circunstancia “al estrés del trabajo”. “Hacia finales de aquel mes de mayo, cogí el COVID por tercera vez y, en junio, ya era incapaz de subir las escaleras. No podía ni respirar. Me tenía que duchar sentada. En mi familia hay muchos antecedentes de neumotórax, pero muchos, de hecho, mi padre está trasplantado de pulmón, así que pensé que podía tener algo pulmonar. Aparte, sufría ya muchísimos dolores de espalda, que no se me pasaban ni yendo al fisio, ni con antiinflamatorios... Con nada. No puedo describir el dolor que tenía, porque incluso me despertaba por las noches. Así que, empujada por mis padres, me fui a las Urgencias del Hospital Universitario (Chuac), donde me hicieron un montón de pruebas... La verdad es que, para la sanidad pública, solo tengo buenas palabras”, apunta esta vecina de O Ventorrillo, y continúa: “Yo había ido a Urgencias, supuestamente, por algo pulmonar, porque no podía respirar, pero cuando la internista que me atendió me dijo que me iba a hacer un TAC, supe que ahí venía la ‘bomba’. De hecho, me quité la camiseta y le dije a mi madre: ‘Mamá, mira’. Y cuando me vio el pecho... Ya lo tenía enorme, estaba rojo... Sabía que en el TAC se iba a ver todo, y hasta llegué a preguntarle a la internista: ‘¿Pero es obligatorio?’. Recuerdo que me hice esa prueba llorando... Para mí era todo nuevo. Nunca había tenido ningún problema grave de salud, ni había ido al médico, ni nada. Y me daba miedo todo”, reconoce.
Lidiar con "la incertidumbre"
“Me hicieron el TAC, pero pasaban las horas y no venía nadie. Hasta que se acercó una chica súper joven, a la que por cierto estoy muy agradecida, porque al final fue la que descubrió el ‘pastel’, y me dijo: ‘Tania, no tienes nada pulmonar, pero hay una masa con bordes irregulares que pinta fatal. Ya te pedí cita en la Unidad de Mama’. Ahí pensé: ‘Vale, ya está. Me lo han detectado. Tengo cáncer. En realidad, era como si ya lo supiese dentro de mí...”, agrega Tania, quien asegura que, a partir de ahí, “fue todo muy rápido”. “Aquello fue como un jueves y, el martes siguiente, estaba ya en la Unidad de Mama con todo en marcha. Me hicieron pruebas: analítica, resonancia, ecografía, mamografía... De todo. Los 20 días que duró ese proceso, los recuerdo llorando por todo. Llegaba casi tarde a las pruebas porque me negaba a ir, ya que era todo nuevo y me moría de miedo”, reitera, antes de subrayar lo “difícil” que es lidiar con “la incertidumbre”. “Siempre digo que me voy a tatuar la palabra ‘incertidumbre’, con una línea tachada. A día de hoy, dos años después de mi diagnóstico de cáncer, soy una paciente en estadio IV, lo cual significa que tengo que hacerme una ‘ITV’ trimestral , con analítica, TAC... Y así va a ser toda mi vida, según me han dicho la oncóloga y la cirujana, pero sigo sin acostumbrarme. Ahora ya sé cómo son las pruebas y no me dan miedo. Lo que me da miedo es el resultado”, admite.
El “peor debut” posible
Su diagnóstico, recuerda, “pintaba fatal”. “Mi debut en el cáncer fue en el peor de los escenarios. Me diagnosticaron un cáncer HER2- positivo en estadio IV. Eso quiere decir que tenía metástasis en el hígado, en el pulmón y en una vértebra. De hecho, me tuvieron que dar como una sesión de radioterapia ‘paliativa’, rápida, porque la vértebra en cuestión estaba a punto de fracturarse, por eso me dolía muchísimo la espalda”, señala Tania, “muy agradecida” con su oncóloga, “por todo lo que ha hecho, y lo que hace” por ella. “Fue quien me dijo que el diagnóstico era regulero, pero que había un tratamiento para mí. Entonces, me planteó ponerme quimioterapia, junto con un tratamiento de anticuerpos monoclonales, que se llaman trastuzumab y pertuzumab. Aparte, me ponía otro tratamiento, llamado Zometa, para los huesos. Los anticuerpos eran cada tres semanas, pero la quimio era semanal. Fueron 30 sesiones en total, una barbaridad. No obstante, ese ‘cóctel’ funcionó desde la primera sesión. De hecho, la propia oncóloga alucinó con el efecto que a mí me estaba haciendo este tratamiento ya que, tras la primera sesión, mi pecho había recuperado su tamaño normal, y ya no me encontraba tan cansada (del cansancio ese ‘de cáncer’, como digo yo). Y lo mismo con la radioterapia ‘de urgencia’: en cuanto me la dieron, dejó de dolerme la espalda”, recalca.
“Vida normal”
“A día de hoy, echo la vista atrás y pienso: ‘Madremía, estaba súper mal”, reconoce esta vecina de O Ventorrillo. “Obviamente, yo hablo siempre de mi caso pero, durante la quimio, por ejemplo, no me encontré mal nunca. De hecho, no dejé de hacer deporte durante ese tratamiento. No iba a correr, pero caminaba, seguía haciendo boxeo... Me mantuve siempre activa, y cierto es que nunca pensé que me iba a morir”, prosigue Tania, consciente de que, “en muchos casos, la primera línea de tratamiento no funciona” y “hay otra, y otra...”. “A mí me funcionó, desde el principio, la primera. No sé si dentro de un año dejará de hacerlo pero, a día de hoy, me sigue funcionando”, apunta, y reivindica: “Yo estoy viva gracias a la investigación. Si a mí me llegan a diagnosticar hace diez años, no estoy aquí. Pudieron operarme y, ahora mismo, mi cáncer está en remisión completa. Si me dejan de dar ese tratamiento con anticuerpos monoclonales, me va a venir otra vez, o no, no lo sé, pero ese es el planteamiento de los médicos. Un tratamiento con efectos secundarios, obviamente (no siento manos y pies, y tengo alguna limitación), pero que me permite hacer una vida normal”.
“Desde hace un par de semanas, además, me están administrando los dos anticuerpos monoclonales, cada 21 días, mediante una sola inyección, durante ocho minutos. Es un tratamiento nuevo, llamado Phesgo, carísimo. Lo sé porque, cuando me lo planteó mi oncóloga, me dijo: ‘Vamos a ver cuánto cuesta”, resalta Tania, quien llama la atención, en este punto, sobre la necesidad de “abaratar los costes de los tratamientos innovadores” contra el cáncer para que “puedan llegar a todos los pacientes”.
La voz de los pacientes entre la élite científica
Tania Casal, paciente de cáncer de mama en estadio IV y voluntaria de la Junta Provincial de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en A Coruña, será la voz de los pacientes en la jornada Dónde estamos y a dónde vamos en investigación en cáncer, organizada por la AECC y la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, en el marco del 46º Congreso de esta sociedad científica, que reúne en el Palacio de Exposiciones y Congresos de A Coruña (Palexco) a 700 especialistas de todo el mundo. Un encuentro que tendrá lugar esta tarde (18.30 horas), con entrada gratuita previa inscripción, y en el que participarán referentes en investigación oncológica como Marisol Soengas, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y presidenta de la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (Aseica); Ángela Nieto, coordinadora de Conexión Cáncer en el Instituto de Neurociencias CSIC-Universidad Miguel Hernández de Alicante; y Roger Gomis, investigador jefe de grupo del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, entre otros.
“Cuando me plantearon participar en esta jornada, pensé: ‘Me voy a sentir un poco pequeña’. No obstante, creo que es importante que alguien dé la cara, en el sentido de que hay que invertir en investigación. A veces, la gente no se da cuenta de que el cáncer nos puede tocar a cualquiera. Los políticos tienen parejas, hijos, amigos... ¿No piensan nunca que les puede tocar a ellos? Porque hay tratamientos innovadores que mira que cuesta que los aprueben...”, reflexiona.
Suscríbete para seguir leyendo
- La luz vuelve a A Coruña
- Un apagón de alcance internacional también afecta a A Coruña
- «Nos dijeron que si pagábamos 290 euros nos encontrarían un piso en A Coruña, y nada»
- El conserje que mantuvo la normalidad en el Hercón de A Coruña
- Esta es la reserva para jóvenes de los pisos que la Xunta construirá en las fincas cedidas por el Concello de A Coruña
- El jesuita coruñés que estudió con Bergoglio: “Nos llevó en furgoneta a conocer Buenos Aires”
- Largas colas en las tiendas de electrónica de A Coruña para comprar pilas, linternas y radios
- El Mesón O Bo de A Coruña renace como el nuevo Fogar do Santiso