Entrevista |
“Los años 90 fueron el inicio del capitalismo salvaje en el que estamos atrapados”
“Con este libro quería reflexionar si merece la pena salir de ahí para vivir conforme a tus ideas”

Fernando Ontañón, ayer en la Fundación Luis Seoane . | // LOC
Redacción
Nació en Santander, pero ha pasado gran parte de su vida en A Coruña. Fernando Ontañón es escritor, colaborador habitual en prensa e imparte talleres de escritura. Este viernes visitó la ciudad para presentar su nuevo libro, Los sueños heroicos, en una nueva sesión del ciclo Somos o que lemos. El autor charló con el coordinador de la iniciativa, Javier Pintor, sobre esta novela que narra la historia de una pareja que renuncia a sus trabajos en el mundo de la publicidad para cumplir aquellos sueños que alguna vez tuvieron.
Su novela arranca a principios de los 90, pero toca temas del mundo actual.
Es una época en la que el país está saliendo de un momento oscuro. Es el momento de las Olimpiadas y de la Expo del 92. Los protagonistas viven en Madrid y trabajan en el mundo de la publicidad. Ambos deciden que eso no es lo que buscan, y se van al Priorat a montar un hotel enológico y a vivir conforme a sus ideas. Lo ambienté en esa época porque los 90 fueron el inicio del capitalismo salvaje en el que ahora estamos atrapados.
Esta pareja renuncia a las expectativas laborales creadas por el capitalismo para cumplir sus sueños. ¿Por qué se decantó este punto de partida?
Yo utilizo las novelas para indagar sobre mis inquietudes. Esta historia me permite reflexionar sobre muchos temas que para mí son importantes. La gente está atrapada enjornadas larguísimas para ganar dinero, consumir y que siga la cadena. Quería reflexionar sobre esto y sobre si merece la pena salir de ahí para vivir conforme a tus ideas.
Los personajes pertenecerían a la generación boomer. ¿A los millenials y a los Z les cuesta más renunciar a sus sueños?
Ahora se habla de que los millenials prefieren más tiempo libre, no estar atrapados como las generaciones anteriores. Estas venían de momentos más duros y cuando conseguían un trabajo se entregaban porque tenían miedo a perderlo. La pregunta al final es la misma para todas las generaciones, ¿cómo vivo mi vida? ¿Soy el trabajo que hago y el dinero que tengo? Esa es la reflexión.
La novela arranca con un final feliz de una pareja que renuncia a todo por su amor, pero la historia empieza realmente años después marcada por el desamor. ¿Cuenta este libro lo que ocurre después de esos “y fueron felices y comieron perdices”?
Es un poco eso, porque el momento de intentar cumplir tus sueños es muy bonito, al igual que el momento que surge el amor. Todo parece que está por hacer, pero luego llega el paso del tiempo y el desgaste.
Hay un libro de Frédéric Beigbeder que se titula El amor dura tres años. ¿Cree que esto es cierto?
Pienso que no es algo matemático y que por tanto, no hay una fecha de caducidad. Hay un momento de ilusión que puede durar tres años o puede durar cinco, pero sí que es cierto que ese impulso del principio se va desgastando. Ahora bien, aunque no esté al mismo nivel, pienso que el amor puede durar mucho más.
¿Cree que renunciamos a vivir la vida por cumplir nuestras obligaciones?
Es un debate que está ahí, ahora se habla de reducir la jornada laboral porque a veces pierdes la perspectiva de la vida. Pienso que el sistema se nos ha ido un poco de las manos. No tienes tiempo para reflexionar quien eres, qué haces aquí y qué quieres hacer. Entras en la cadena, te dejas llevar por el sistema y eso genera frustración. Yo planteo en la novela si hay otra forma de estar en el mundo.
¿Usted ha tenido que renunciar a sus sueños por un tema personal?
Creo que todos hemos hecho renuncias en la vida. Si le preguntas a alguien seguramente pensará que podría haber hecho esto o lo otro. Otra idea sobre la que hay que reflexionar es el fracaso. Simplemente por haber intentado algo, aunque no haya salido bien, ya lo has de considerar un éxito. Pienso que la idea del fracaso la gestionamos mal.
Sus personajes se mudan al rural para montar un hotel en los años 90. ¿Son dos adelantados a su tiempo?
Hay mucha gente que ahora piensa en dejar la ciudad y volver al origen, pero esto al final son ciclos. En el momento en el que lo hacen en la novela hay mucha vida en las ciudades, estaban creciendo y ellos viven en Madrid, que estaba en un punto álgido, que todo estaba por venir. Ellos deciden irse en ese momento y sí que podrían ser precursores de gente que luego decidió vivir de esa manera.
Nació en Santander, pero ha vivido gran parte de su vida en A Coruña, ¿qué es lo que más ha disfrutado de su estancia en esta ciudad?
Tengo a todos mis amigos allí, he trabajado y crecido ahí. Cuando me preguntan de dónde soy, yo digo que soy coruñés. Todas mis referencias son de A Coruña.
En A Coruña ha ambientado alguna de sus novelas
Incluso en este libro que los personajes se mueven por Priorat y Madrid también aparece. Quería hacerlo de una forma irónica. Los personajes están pensando en qué lugar jubilarse y piensan en A Coruña, pero tienen miedo porque todo el mundo dice que aunque es muy bonita, allí llueve mucho. Creo que en todo lo que he escrito la ciudad aparece.
Uno de sus personajes lidia con sus problemas en terapia, mientras que el otro se refugia el jazz. ¿Puede la cultura servir como cura?
Para mí el mundo de la música, de los libros y del arte son muy importantes, por eso lo expreso siempre en mis novelas. Waldo es un personaje que utiliza la música como método para aislarse. Él se refugia de los problemas y del mundo exterior escuchando jazz. Pienso que es algo que hacemos los amantes de la música, y también de la lectura. Es un momento íntimo y personal, aunque el otro día leí una noticia de que en Nueva York hay bares de lectura. Esto es algo novedoso porque la lectura no ha sido nunca un espectáculo de masas. Para mí esto es un pacto individual, y creo que escuchar música, especialmente ese tipo de música que escucha Waldo, que es el jazz, es algo que te puede ayudar a tener ese momento íntimo.
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