El manuscrito del siglo XVIII de A Coruña: Una visión crítica

Hace años, en 1985, me llamó mi buen amigo y recordado maestro Antonio Gil Merino, Archivero de la Real Academia Galega que ocupaba el cargo de Director del Archivo del Reino de Galicia. Entre la riqueza documental de los fondos del Archivo encontró un manuscrito cuyo contenido supuso que podría interesarme, rogándome que lo leyera por si era de mi interés para los estudios sobre las fortificaciones de Galicia que entones estaba realizando. La información sobre la situación de A Coruña se encontraba incluida en dicho informe oficial. Este manuscrito, junto con otros informes militares, acabó perteneciendo al escritor D. Francisco Vaamonde Lores, cuyos fondos personales fueron adquiridos por la Xunta de Galicia a una vecina de la ciudad.

El autor del manuscrito sobre A Coruña es Michel Marin Truq, ingeniero militar francés al servicio de España, que fue enviado a Ferrol a dirigir la construcción del Arsenal, con destino en la Capitanía General de A Coruña entre 1752 y 1763. Durante su estancia redactó este informe con una visión muy crítica de la población y sus habitantes.

La descripción de la plaza se inicia con el Puerto y sus excelentes condiciones, pese a la falta absoluta de limpieza de los vecinos, según el ingeniero era un auténtico vertedero de basura. Las murallas estaban repletas de vegetación que nunca se limpiaba. Los coruñeses tenían muy mala alimentación y la humedad les afectaba su salud. Las clases populares comían centeno o maíz y trigo las acomodadas, la fruta escaseaba, mala y poca, lo único que sobraba en la península era el vino. La ciudad estaba escasa de agua, construyéndose entonces el acueducto de los Puentes, que se encontraba inacabado por falta de financiación. Existía una fuente en la calle San Andrés, anterior a la actual neoclásica que es de 1791.

La descripción de la ciudad no esquiva los temas polémicos como el desabastecimiento del comercio, los problemas del mercado o, incluso, los casos de corrupción de las autoridades fiscales. El pan llegaba a diario de Betanzos y de Bergantiños. En el informe, Marín recomendaba hacer en la península molinos de viento. El grano y la harina que llegaba se vendía los sábados, día del mercado, en la plaza de la Ciudad alta, contando como en cierta ocasión los cosecheros dejaron de suministrarlo para subir los precios, recomendando en el informe que la administración provea de más almacenes para su regulación.

Sobre el comercio local dice que se hacen lienzos y encajes ordinarios, comprando el lino en Holanda, por lo que las manufacturas de ropa de Flandes eran más baratas. La corrupción aduanera era una lacra, como denuncia Marin: «Pero las Aduanas tan crecidas, que se exigen aquí, hacen huir los estrangeros, y fraudar los naturales los derechos Reales».

Sobre los constructores a los que contrataba el Ejército los llama ignorantes, perezosos, sin ninguna experiencia ni calidad profesional. Al carecer de caliza la cal se compraba en Asturias apagada, escasa y cara. El ladrillo y la teja eran de muy mala calidad. No había madera en la zona y también se traía de Asturias por mar, el hierro venía de Vizcaya y el precio del quintal subía sin control. Sobre los oficios dice: «Los carpinteros no saben ensamblar maderas, ni cepillar un palo; los herreros tampoco saben tener una lima a mano».

Los caminos de acceso a la ciudad tenían el ancho de los carros, incómodos muy excavados por las ruedas, encharcados e intransitables: «Porque los naturales nunca los componen, esto es común a toda Galicia».

Nota: Este documento en toda su extensión, fue presentado por el autor como discurso de ingreso en el Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses.