La madre de Yoel Quispe: «Lo único que pido es justicia para mi hijo, para mí ya no hay vida»

Maritza Yovana Gómez, madre de Yoel Quispe.

Maritza Yovana Gómez, madre de Yoel Quispe. / Iago López

A Coruña

Las velas del altar improvisado en el cruce de calles en el que Yoel perdió la vida están casi siempre encendidas. Maritza Yovana Gómez, la madre del joven, sigue acudiendo periódicamente a cuidar la única huella visible de lo que le ocurrió a su hijo en la madrugada de la pasada Nochebuena. «Seguiré yendo hasta que se haga justicia y paguen todos los culpables. No son tres, son más», defiende la madre del joven. Su ansia de justicia es uno de los motivos que tiene para seguir adelante cada mañana tras perder a Yoel. El otro motivo es su hija pequeña, de dos años. «Es la que me saca las fuerzas para levantarme», confiesa.

Su vida dio un giro radical aquella mañana en la que dos agentes de policía llamaron a su puerta y le comunicaron que su hijo había muerto. «Ya la avisaremos», le dijeron antes de marcharse. Nunca volvió a saber nada. «Yo solo quería salir corriendo a ver dónde estaba mi hijo. No me acuerdo de nada más», relata ella. Más tarde, el comisario provincial se puso en contacto con ella para trasladarle las disculpas por el «tacto», o la ausencia de él, que se había tenido con esta madre a la hora de comunicarle la fatal noticia.

Desde entonces, cuenta, todo ha sido una marcha hacia adelante por inercia, por su hija y por su ansia de que se haga justicia. «Lo único que pido es que paguen los culpables, justicia para mi hijo. No me lo van a devolver, pero al menos que pague quien tenga que pagar», demanda. Maritza Yovana dibuja a su hijo como un chico «amoroso, muy trabajador, un niño de casa, pendiente de mí y de su hermanita». Su ausencia, asegura, le pesa cada día. «Tenía mensajes de él a cada momento de ‘mami como estás, mami te amo’, que ahora no me llegan. Me quitaron la vida, para mí ya no hay vida».

También dirige sus exigencias al punto ciego de la calle en la que sucedió todo. Las únicas imágenes del suceso las captó una mujer anónima con su móvil, ya que la cámara del lugar se encontraba fuera de servicio. «¿Por qué la cámara de ese lugar no funciona? ¿Desde cuándo? Seguiré pidiendo eso siempre», adelanta.

Asegura que se encuentra «cada día peor» psicológicamente, que sus peticiones de asistencia en materia psicológica nunca fueron atendidas por parte de las administraciones, por lo que se vio obligada a buscar ella misma ayuda, que encontró en la asociación Ecos do Sur. «Las instituciones se comprometieron a ayudarme y se olvidaron de mí», lamenta.

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