A Coruña y Gaos, una historia de amor

Florian Vlashi, con el violín de Andrés Gaos, en el escenario del Palacio de la Ópera.

Florian Vlashi, con el violín de Andrés Gaos, en el escenario del Palacio de la Ópera. / Víctor Echave

Florian Vlashi

Andrés Gaos Berea es el músico más importante de nuestra ciudad. A diferencia de otros grandes artistas que empezaron aquí su carrera —como Sarasate, con su primer concierto en la calle San Andrés, o Picasso, con su primera exposición en la calle Real— Gaos nació en el corazón de la ciudad, en el número 126 de la calle Orzán y no dio su primer concierto aquí hasta cuando cumplió 53 años. Sin embargo, la ciudad tiene una veneración por él: se tocó toda su obra, se publicaron muchos libros y varias exposiciones, se crearon orquestas, premios, calles y salas de conciertos con su nombre.

La ciudad le quiere.

Yo, cuando llegué a A Coruña, como una señal del destino, viví en la calle Andrés Gaos y, desde entonces, grabé el primer CD de su Integral para violín y piano y toqué con sus cuatro violines. Incluso en A Coruña, en la misma sala donde dio su primer concierto Sarasate con ocho años, estrené su obra manuscrita Jota Aragonesa con su violín Moor. También toqué con la Sinfónica toda su obra orquestal y participé varias veces en conferencias y en el jurado del Premio Gaos. Gaos es para mí, como para la mayoría de los músicos coruñeses, una parte importante de nuestra vida como músicos.

A Coruña le considera, con toda la razón, su hijo predilecto, como si en toda su obra —y su ser— Gaos estuviera representando el «espíritu coruñés». Por otro lado, en esa relación hay un detalle muy significativo: sus cuatro violines, «las cuatro partes de su alma», volvieron para siempre aquí a la tierra donde nació. ¿No es una preciosa historia de amor?

Ahora, pasando por la calle Orzán, veo la placa donde nació nuestro gran Gaos; está tan deteriorada que me hace sentir una profunda tristeza… Las ciudades son la huella de los grandes hombres que la dejaron allí. Y hay que cuidar esa memoria. Es nuestra responsabilidad. No olvidar nunca el consejo de Saramago en su libro Cuadernos de Lanzarote que dice: «Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir».

Tracking Pixel Contents