La comunidad de sirios en A Coruña: «Aún hay muchos grises y miedo»
Cuatro familias que viven en la ciudad ven con ojos temerosos el nuevo gobierno sirio | Con esperanza, pero con temor, esperan un cambio positivo para su país

Samer, en el centro, con su familia: Sabrina, su mujer, y sus hijos, Abdel Malek, Mohammed, Aisha y la pequeña Sara . | LOC | | G. BARREIROS / R. A.
Redacción
Desde hace un mes, Siria ve con otros ojos su realidad. Un grupo de rebeldes, conformados por la Coalición Nacional por las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria y la Entidad para la Liberación del Levante, tomaron el poder después de más de medio siglo del régimen dictatorial de la familia al-Asad y de una guerra civil contra el Estado Islámico, que dejaron devastado el país. A Coruña se convirtió en refugio de sirios que lograron escapar de la violencia generalizada en uno de los países más ricos en Oriente Medio.
En A Coruña viven al menos siete familias sirias que, como más de ocho millones de sirios, tuvieron que huir de su país por la violencia. Sus miembros lograron rehacer sus vidas en la ciudad, consiguiendo trabajo y un hogar. Con la caída del gobierno de al-Asad la pregunta ahora es si su intención es volver a Siria ahora o en el futuro, o arraigarse en A Coruña. Las cuatro familias consultadas para este reportaje optan por quedarse en la ciudad.
Samer Hanno llegó a la ciudad en 2019. Su familia y él tuvieron que huir de Alepo cuando un bombardeo los dejó sin nada. En esa ciudad, la más poblada de Siria y la más importante a nivel económico, su familia eran grandes comerciantes. Llegó a A Coruña después de que la embajada española en el Líbano —donde vivieron cuatro años, antes de llegar a A Coruña— les ayudara a tramitar los visados para que pudieran operar a uno de sus cuatro hijos, Abdel Malek, de nueve años. Se sintieron tan a gusto que decidieron quedarse. El resto de la familia —su mujer, Sabrina, y sus hijos Mohammed (15 años), Aisha (16 años) y Sara (5 años)— ya se siente como en casa. «Mis hijos hablan español, árabe, gallego e inglés. Ya están adaptados a Galicia. Mi hija menor, Sara, es 100% gallega», comenta sonriendo Hanno.
Al preguntarles por el cambio de régimen, sus ojos reflejan ilusión, pero al mismo tiempo miedo. «Tenemos esperanzas de que haya un cambio. Pero aún tenemos miedo, porque no sabemos qué es lo que van a hacer con Siria», explica.
Nour Alabed al-Hamidi es natal Dier ez-Zor, ciudad del sur de Siria. Tuvo que huir después de que su madre casi muriese en un bombardeo. «Dier ez-Zor quedó devastada. El 80% de la ciudad está destruida. La poca gente que se quedó no tiene ningún servicio», explica esta mujer. Vive en A Coruña desde hace nueve años, con su madre y sus hermanos. España fue el segundo país en el cual vivió desde su exilio. Primero pasó por Argelia. «La vida en Argelia fue muy difícil para nosotros. No hay mucho trabajo y los precios son muy elevados», comenta Alabed. Decidieron continuar su viaje a Europa en busca de un mejor futuro. «Primero llegamos a Marruecos. De allí cruzamos a Melilla, en donde pedimos asilo político», comenta la joven.

Nour Alabel al-Hamidi, siria que vive en A Coruña / . | LOC
La situación actual de la política siria tiene a Alabed en la incertidumbre . «La gente está contenta. Todos estaban hartos de la represión que había con al-Asad. Nunca pensamos que iban a caer. Fue todo muy rápido. Pero todavía tenemos muchas dudas de esta gente, porque vienen de Daesh y no sabemos si tienen buenas o malas intenciones», explica Alabed.
La joven comenta que nunca se sintió parte de los países en los que vivió cuando salió de Siria. «Siempre te van a hacer saber que eres de fuera. Aprender un idioma y una cultura nueva no fue fácil. En Siria había una gran cantidad de culturas y religiones que convivían juntas, como la judía, la musulmana y la cristiana. Yo, siendo musulmana, festejaba la Navidad. Pero en España , la integración fue difícil», explica Alabed. A pesar de que muchas veces no se siente integrada en la sociedad occidental, la familia de Alabed no tiene pensado volver a Siria. «Tenemos nuestra vida armada en A Coruña. Mis hermanos, mi madre y yo tenemos trabajo y vivimos bien. En Siria perdimos todo», señala.
Ismael Maddallah y Hussein Khillo son cuñados. Madallah, al igual que Nour Alabed es de Dier ez- Zor y Khillo, de Damasco. Ambos llegaron a A Coruña en 2016, aunque sus caminos se unieron en Galicia.
Cuando Maddallah logró salir de Siria, su rumbo fue Turquía. En el país asiático tomó la decisión de embarcarse hacía Grecia para poder entrar en Europa. Khillo tenía familia en Turquía, que lo ayudó a ponerse en contacto con autoridades europeas para poder solicitar el asilo político. Ambos eligieron A Coruña para vivir cuando llegaron a España.

Hussein Khillo e Ismael Maddallah, en la parroquia Nuestra Señora de Os Rosales. / LOC
Aunque los dos salieron en diferentes años de Siria (Khillo se fue en 2001 y Maddallah en 2014) la decisión de irse fue por una misma causa, la violencia y las restricciones. «A mi padre lo encarcelaron cuando iba en un bus con matrícula saudí. El día que lo liberaron le dijeron que se fuera de Siria, porque los que seguían eran sus hijos», explica Khillo.
Ambos miran con ojos de desconfianza el nuevo gobierno sirio. «Tienen muchos grises. Por supuesto, hay libertad, cosa que no existía con al- Asad, pero al mismo tiempo sigue habiendo violencia en las calles. El nuevo gobierno mata en la calle a las personas vinculadas con al-Asad y dejan los cuerpo tirados para que la gente los vea. Tampoco sabemos si el día de mañana van a querer cerrar las fronteras. Sabiendo que es gente que viene de Daesh, puede pasar cualquier cosa», comentan ambos.
Tanto Maddallah como Khillo comentan que están tan bien integrados en la sociedad coruñesa que ya se sienten en casa. «Tenemos trabajo e hijos que son españoles. Si volviéramos a Siria, sería simplemente de vacaciones. Porque A Coruña ya es nuestro hogar», señalan.
Violencia en la vida diaria
La violencia era la cotidianidad de estas familias en su país. Bombas, balas, granadas, armas químicas, encarcelamientos, torturas, asesinatos, desapariciones, son algunas de las situaciones que sufrieron algunos de ellos.
Samer Hanno e Ismael Maddallah estuvieron presos. Samer Hanno estuvo privado de su libertad durante tres días. «Les pedía por favor que me liberaran, por mi familia. Hacía mucho frío y me tenían sin ropa. Mi mujer tuvo que pagar para que me liberasen. Vendió todas sus pulseras de oro, y les entregó 2.000 dólares. Con el pago, me dejaron marchar», comenta Hanno. Por su parte, Ismael Maddallah estuvo privado de libertad tres meses. «Me pillaron caminando en la calle. Me habían calificado como traidor, por no haber hecho el entrenamiento militar, porque estaba en la universidad», explica Maddallah.
La familia de Samer Hanno pasó más situaciones violentas. Entre vivir en un refugio bajo tierra más de diez días a tener que desenterrar a conocidos después de un bombardeo. «Con mi hermano tuvimos que sacar a un vecino de debajo de los escombros de su casa. Mi hermano sacó el torso y yo, las piernas. Estaba partido en dos», explica Hanno.
Desde el inicio de la guerra civil en el 2011, diez amigos de Samer Hanno se encuentran desaparecidos. Con la caída de al-Asad y la apertura de la prisión de Sednaya, pensaron que iban a poder encontrarlos, pero no tuvieron suerte. «Me paso horas viendo el telediario, para ver si alguno aparece en las listas de prisioneros», explica el sirio.
Sitios como escuelas u hospitales eran usados por el régimen de al-Asad para encarcelar a civiles y rebeldes antigubernamentales. «Todos veíamos escuelas, pero debajo de ellas habían cárceles ilegales», explica Hanno. Los prisioneros hacían pequeños agujeros en las paredes de los calabozos, para poder saber dónde estaban. «El principal edificio que usaban como referencia eran las mezquitas», señala Hano.
Nour Alabed comenta que para que alguien termine en prisión, no hacía falta hablar mal de al-Asad. Con una simple queja al almacenero, te ganabas un billete a la cárcel. «Si en el mercado te quejabas de que no había pan o e que habías hecho una fila de una hora, eso significaba una posible visita a la cárcel. No podíamos hablar ni luchar. No podíamos hacer nada», explica Alabed.
La joven, además, explica la situación de muchas familias que tenían a hijos, padres y sobrinos desaparecidos. «La gente pagaba mucho dinero para saber si sus familiares estaban vivos. Los soldados de al-Asad cogían el dinero y les respondían que no tenían información. Cuando abrieron la prisión de Sednaya, muchas familias se enteraron de que sus hijos estaban muertos desde hace años», se lamenta Alebed.
Su familia decidió huir de Siria, después de que un bombardeo casi mate a su madre. «Ese día había un enfrentamiento armado entre los soldados de al-Asad y la oposición. Mi madre estaba leyendo en el vestíbulo de la casa de mis abuelos y una bala le perforó el pecho. Casi la matan», explica la joven. Ese fue el último día que Alabed y su familia vieron su casa en Siria. «Tuvimos que huir porque cada vez que había un enfrentamiento, podíamos salir heridos. Nunca quisimos dejar nuestra tierra. Pero es imposible vivir así», apostilla Alabed.
Después de la tragedia, ¿cómo es la situación actual del país?
Hace un mes que los sirios creen ver la luz al final del túnel. Un grupo de fuerzas opositoras agrupadas en la llamada Sala de Operaciones del Sur, en Damasco, la capital de Siria, culminó una ofensiva contra el gobierno de Bashar al-Asad y logró tomar el poder en la madrugada del domingo 8 de diciembre de 2024. La caída de la capital de Siria significó el fin de un régimen dictatorial que regía desde 1971 y que provocó el terror en la población.
Los ataques iniciados por la Coalición Nacional por las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria y la Entidad para la Liberación del Levante dejaron a la familia al-Asad en el exilio en Moscú, Rusia. Con miedo, pero con esperanza, los sirios ven un posible cambio.
Los nuevos dirigentes políticos, integrados, principalmente, por miembros del grupo islamista Hayat Tahrir al- Sham, se enfrentan a la monumental tarea de salvaguardar el país multisectario de un nuevo colapso.
El nuevo primer ministro de Siria, Mohamed al-Bashir, ha comenzado a mostrar guiños hacia Europa. Contando con una traductora europea que es la portavoz del nuevo gobierno ante los países extranjeros, planea volver a posicionar a Siria en el panorama internacional actual. El futuro del estado queda en manos de un grupo de personas que deben poner en pie un país que quedó diezmado después de diez años de guerra civil contra el Estado Islámico.
Los nuevos dirigentes prevén crear un gobierno de transición que duré hasta marzo y luego prolongar su mandato hasta el año 2028, cuando llamarán a elecciones presidenciales libres. Además, se encargarán de realizar reformas económicas, administrativas y una transición constitucional, donde el parlamento y la constitución permanecerán suspendidos.
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