El ‘1936’ de Morris conquista A Coruña

El ambicioso espectáculo sobre la Guerra Civil del Centro Dramático Nacional, en el que participa el actor gallego con casi una decena de personajes, cosecha excelentes críticas en Madrid y agota entradas para A Coruña, donde habrá una tercera función

Representación de la obra de teatro '1936'

Representación de la obra de teatro '1936' / LOC

Ana Blasco

Algunos le llaman Antonio, otros Durán y muchos lo identifican como Morris. Pero no demasiados saben que su segundo nombre es Segundo. «Es por un tío mío que aún está en una cuneta», revela. No era de ningún bando, pero lo fusilaron cuando cayó el ayuntamiento republicano en el que era funcionario. Historias como esta se relatan en la obra 1936, producida por el Centro Dramático Nacional y dirigida por Andrés Lima, para reencarnar la Guerra Civil y ofrecer una visión poliédrica y coral de sus episodios clave que sirva para comprenderla y reflexionar sobre su influencia hoy. Pero ofreciendo espectáculo. Con una ágil sucesión de música, himnos, coreografías y videocreaciones que se entrelazan las interpretaciones de un centenar de personajes por parte de solo ocho actores, logra mantener enganchados a los espectadores cuatro horas y cuarto.

Por la gran acogida que está teniendo y por «esa sensación de espectáculo total», Antonio la considera la obra más grande en su carrera. A finales de mes bajan el telón en Madrid —aunque ya la están reprogramando— e inician una gira que agota entradas. Las entradas para las dos funciones de A Coruña, en el teatro Rosalía de Castro, los días 28 y 29 de marzo, ya están agotadas, pero se abrirá una tercera función para el 30 ante la alta demanda. «Nos están pidiendo de todos lados y eso que es caro». Mueve a 38 personas, entre los 8 actores, los 20 cantantes del Coro Voces Jóvenes de Madrid y técnicos. También se agotaron las entradas en Santiago. Una segunda gira más larga ya está en mente.

1936 es la continuidad de Shock 1 y Shock 2, también de Andrés Lima, sobre la dictadura de Pinochet y la revolución neoliberal de Thatcher y Reagan. «Es una trilogía y faltaba el shock nacional», señala Antonio. Para ella, se mantuvo el mismo reparto —con Morris, Alba Flores, Natalia Hernández, María Morales, Paco Ochoa, Guillermo Toledo y Juan Vinuesa—, con la incorporación a Blanca Portillo, y un equipo «de números uno y muy humildes trabajando», como Jaume Manresa —música—, Miquel Àngel Raió —videocreación— Y Pedro Yagüe —iluminación—, entre otros.

Cuenta Antonio que la pretensión de esta obra de teatro documental, de mirada analítica, era «sacar a la luz muchísimos datos de cómo fue la guerra, de quiénes participaron, de las conspiraciones que hubo antes, de cómo y quién lo coció, de las matanzas...». «Se han contado historias de la guerra a través de personajes, pero esto es contar la guerra», aclara y resalta que la mayoría de las cosas que dicen «están documentadas». Empezaron a trabajar dos años antes. Todo el equipo se involucró en talleres de investigación con historiadores. «Se plantean dudas sobre cómo entenderlo, cómo afrontarlo, qué similitudes hay hoy…». Antonio confiesa que descubrió «muchas cosas». «Incluso por qué arrastraba tanto la Falange y aquel himno». «Los actores nos empapamos de la sensación y los escritores [Juan Cavestany, Juan Mayorga, Albert Boronat y el propio Lima] cogen datos», explica.

Mucha información, muchas cifras, con las que luego «hay que ser responsables y estudiar mucho». Le siguen dos meses de ensayos para interiorizar el texto y «pasarlo por ti mismo para que adquiera una dimensión de verdad». «De irse metiendo en lo que se vivió, pero sin dramatismo, sin llevarnos el personaje a casa y estar llorando todo el día», explica.

Saltan de un personaje a otro gracias al equipo de caracterización y porque tienen claro que lo importante no es cada uno de ellos, sino la emoción que entre todos transmiten. «Es un reto y la gente no se lo explica. Además, es teatro puro, solo tenemos dos pantallas de vídeo, cuatro mesas y sillas que se transforman en una pasarela, trincheras...», relata.

Antonio interpreta a casi una decena. Desde un hombre del pueblo, Don Jorge, con una bella escena con una joven miliciana en las Ramblas; al obispo Antonio Montero, que hace un repaso a las cifras del terror rojo entre los religiosos —con unos 7.000 muertos—; a un soldado fascista rezando antes de la sangrienta batalla del Ebro; o al fantasma del padre del dictador, Nicolás Franco. Este es un ejemplo de los puntos cómicos que también tiene la obra. La aparición va a pedir dinero a su hijo. «Adivinas un poco la relación que tenían», señala Antonio. Pero el personaje que más le marca es el teniente general Queipo de Llano. «Era sanguinario, aunque muy inteligente, irónico, pero llamaba claramente a matar», describe. «Como nexo de unión» de los distintos episodios usan «un diario que es real, que está descatalogado, el de una niña catalana, Pilar Duaygüess».

La obra consigue la inmersión del público al ubicarlo en sus cuatro bandas, con las pantallas detrás, mediante la emoción de la música y haciéndole participar en algunas escenas. Tras la experiencia de Shock, que representaban una después de otra durante seis horas, con pausa para comer, eran pocas las dudas sobre si podían captar la atención del espectador cuatro horas con dos descansos. Ahora tienen la confirmación porque no escuchan «ni una tos». Y al encender la luz, las ovaciones duran minutos y las reacciones «son lo más increíble». «Los jóvenes aplauden, los mayores lloran al revivir episodios de su vida...». Recuerda especialmente a un señor de 70 u 80 al que le caían las lágrimas con el puño en alto mientras decía bajito: «Viva la República».

«Es duro escuchar el relato, pero es necesario porque es nuestra historia» y, «por encima de todo, es atractivo». «No es pesado ni sesudo, es emocionante y muy ligero, porque Andrés es un maestro del espectáculo total». «Al final de mi vida encontré al gran, gran director con el que trabajar». «No es una obra vengativa o que salgas con mala leche. Acaba con una imagen de una posible reconciliación total, a nivel mental», reivindica y coincide con el personaje que encarna a la propia Guerra Civil. «No está muerta». Desea que «1936» sirva para «hacer reflexionar y, sobre todo, que la vea mucha gente joven, que es la que tiene que evitar que vuelva a ocurrir y que tengamos un país polarizado».

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents