El día que las mascotas van a misa
La Venerable Orden Tercera registra afluencia masiva para la bendición de los animales de compañía con motivo de San Antonio Abad

Bendición de animales, perros, gatos y mascotas, en la iglesia de la Orden Tercera de la Ciudad Vieja de A Coruña. / La Opinión
La Iglesia de la Venerable Orden Tercera registró este viernes un lleno hasta los topes con motivo de la festividad de San Antonio Abad, que, en el caso del templo de la ciudad vieja, trae consigo la tradicional bendición de las mascotas. Una cita siempre multitudinaria pero que en esta ocasión rompió todos los registros, ya que el templo se quedó pequeño y muchos de los asistentes tuvieron que aguardar su turno en el zaguán de la iglesia. En este caso, el grueso de los animales congregados se repartían entre las mascotas más habituales, perros y gatos, a diferencia de años precedentes de la festividad, cuando se colaba entre los asistentes algún animal exótico.

Dueños de mascotas en la iglesia. / La Opinión
La anécdota más entrañable de una jornada ya de por sí especial la puso uno de los feligreses, que llevó, para su bendición, una urna con las cenizas de su perro fallecido recientemente, en homenaje a una mascota que ya era habitual en ediciones previas de la bendición de los animales de compañía. Uno de los que no quiso perderse el acto fue el actual concejal de Educación, Juan Ignacio Borrego, que acudió con su perro.
- Así era la 'pequeña Ibiza coruñesa': una discoteca que revolucionó las noches de A Coruña en los 90
- Luz verde a la ordenación para unos 200 pisos en dos edificios en Visma
- El absentismo en la recogida de basura continúa: 1 de cada 4 trabajadores no acude a su puesto
- Arde un piso en la avenida de Hércules, en Monte Alto
- Arrancan los trabajos arqueológicos en la zona de la futura urbanización de pisos del Parque de Oza
- Veterinarias de A Coruña se suman al parón contra la norma que «limita» su criterio
- La ‘magia’ musical que hizo volver a brillar la calle San Juan
- El día después del incendio en Monte Alto: «Me encontré el taller inundado»