«El flautín se usa de refuerzo, pero puede dar mucho más»

El flautista coprincipal de la Sinfónica Joan Ibáñez compartirá escenario hoy, a las 20.00 horas en el Palacio de la Ópera, con sus compañeros y el director Markus Stenz, pero no lo hará desde su puesto de siempre, sino como pícolo solista, para mostrar al público todo lo que su instrumento puede ofrecer

Joan Ibáñez, tras el ensayo con la Sinfónica, en el Palacio de la Ópera. |  Casteleiro/Roller Agencia

Joan Ibáñez, tras el ensayo con la Sinfónica, en el Palacio de la Ópera. | Casteleiro/Roller Agencia

Joan Ibáñez nació en Valencia, pero es flauta coprincipal y pícolo solista de la Orquesta Sinfónica de Galicia desde febrero de 2009. Es la primera vez desde entonces que la formación ofrece un concierto con este instrumento como protagonista.

Esta tarde se subirá al escenario en calidad de solista pero, en realidad, toca con sus compañeros de todos los días.

Sí, y menos mal, porque no estoy acostumbrado y no es mi trabajo, normalmente. Ser solista es mucha presión añadida, que siempre nos la ponemos nosotros, pero estando en casa, con tu auditorio, con tu orquesta, con tus compañeros, y ver a caras conocidas detrás, lo hace más llevadero. Nos conocemos mucho porque el mes que viene cumplo 16 años aquí.

No es muy común que se programen piezas en las que el flautín actúa como solista, ¿verdad?

Es, sin duda, poco habitual. De hecho, no conozco concertistas de pícolo. No hay nadie que se pueda dedicar a eso. Primero, porque no hay repertorio suficiente. Y, segundo, porque no hay demanda. No se pide. Se suelen programar siempre, violinistas, chelistas, pianistas, pero picolistas no. Y de hecho han pasado varios flautistas por aquí. Vino hasta Emmanuel Pahud, mi profesor Jaime Martín... Y, en todo este tiempo, estuve pensando que no ha habido ningún concierto para pícolo. Entonces pensé que eso debería cambiar para que la gente conociera el repertorio. Hablé con Andrés [Lacasa], el gerente, y se lo propuse. Inmediatamente me apoyó y me dijo, que le parecía buena idea y lo programó.

Entonces, ¿el programa lo eligió usted?

Hay más conciertos para pícolo, pero yo hice esta propuesta, que a mí me parecía muy interesante. Y a él enseguida le pareció bien, la escuchó y lo tiró para adelante.

Sus inicios en la música son con la flauta travesera, ¿cómo llega al pícolo?

Los flautistas llegamos al pícolo cuando ya tenemos una formación de flauta avanzada.

¿Es más difícil de tocar?

Sí, porque al ser más pequeño, todo lo que haces tiene que ser más preciso. Es como si pintas una cerámica y, de repente, pintas una miniatura. Vas a pintar igual, pero tienes que ser mucho más preciso. Los movimientos van a ser más pequeños. Y lo mismo sucede con el flautín. Hasta que no tienes una técnica más o menos sólida del instrumento de la flauta, no puedes aventurarte a cogerlo porque puede ser traumático. Y, de hecho, a mucha gente no le gusta la primera vez que lo toca. Porque es mucho más sensible a todo. Yo llegué a él creo que, como todos, por la banda.

Son muy importantes las bandas para descubrir estas vocaciones, ¿no?

La mejor escuela, tal vez. En la banda vas avanzando con los estudios. En la banda hay gente de todo, compañeros que, como están estudiando otras carreras, la música no la tienen como prioridad, pero para mí, sí que lo era. Llega un momento que me preguntan si quiero tocar yo el papel de flautíny al final lo toco yo, porque sigo estudiando en el conservatorio y el resto, no. En los estudios superiores ya se empieza a implantar un poco, aunque, no lo suficiente, pero hay un poco de estudios de flautín. Y, sobre todo, empiezas a hacer audiciones para orquestas jóvenes y profesionales Y ahí ya te piden flautín. Entonces ya te compras uno y empiezas a tocar.

¿Le gustaba ya el sonido desde el principio?

A mí los instrumentos de madera me gustan mucho. El sonido de una flauta normal de madera me encanta. Y los flautines son casi todos de madera. Es cierto que sube mucho, pero a mí no me molesta. Cuando empecé en la música yo quería ser trompetista, creo que por eso, al final, me cogí un instrumento que suena casi igual, fuerte.

¿Por qué se decantó por esta obra de Lowell Liebermann?.

Por cómo trabaja el flautín. El trabajo diario es lo que conoce todo el mundo. El flautín en la orquesta tiene la función de reforzar lo que ya están sonando con las flautas o los violines. O sea, es una función de refuerzo. Se utiliza mucho en marchas militares, en momentos de guerra, de batallas donde hay mucho ruido, o en valses y polcas, en momentos de fiesta. Son momentos puntuales. Y siempre, sobre todo en las notas más agudas, que es donde, con toda la orquesta tocando, se oye el color. Y yo creo que el instrumento puede ofrecer mucho más. Sobre todo en las partes cantadas, líricas, más melódicas. Y creo que es una parte que en la orquesta no se explota y por eso la gente no sabe que el flautín puede llegar a ser eso. Cuando escuché esta obra dije: «Ostras, qué bonito» y pensé en mostrársela al público porque es maravillosa y porque muestra lo que puede llegar a ser el flautín. Es una obra moderna, el compositor está vivo y la escribió en 1996. Ahora se empieza a escribir más para este instrumento.

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