Pedro Jardín: el ingeniero militar que aprendió gallego en el siglo XVIII

Fue una de las víctimas del «buque fantasma»

Carlos de Croix, en una imagen del Museo Militar de México. |  LOC

Carlos de Croix, en una imagen del Museo Militar de México. | LOC

José Ramón Soraluce

A mediados del siglo XVIII, siendo Capitán General de Galicia el francés Carlos de Croix, en la Comandancia de Ingenieros del Ejército con sede en A Coruña se estaban dibujando los planos de la carretera que uniría Galicia con León, la Nacional VI. Al frente de este complejo proyecto se encontraba el ingeniero francés Carlos Lemaur, que también proyectaría el Palacio Raxoi en Santiago de Compostela. Se distinguió De Croix por su campaña ante Carlos III, para que se concedieran a perpetuidad los Foros a los campesinos con la posesión de la tierra, consiguiéndolo con el decreto real de 1763.

Ingenieros militares, en un grabado del siglo XVIII. |  LOC

Ingenieros militares, en un grabado del siglo XVIII. | LOC

Ambas campañas, la carretera general de Castilla y los Foros campesinos, fueron posibles indirectamente gracias a la presencia en A Coruña de un teniente del Cuerpo de Ingenieros, Pedro Jardín, un joven militar encargado de la dirección del grupo de topógrafos trazadores del camino y encargado de negociar con los campesinos la cesión o venta de los terrenos. Dos cualidades por las que Jardín consiguió el aprecio general fueron su conocimiento de los problemas forales y el haber aprendido la lengua gallega, lo que le valió el reconocimiento de la población rural, en un Ejército con mayoría de mandos franceses y catalanes.

El destino de Jardín en Galicia se vio frustrado cuando se le destinó a América, a proyectar las fortificaciones del Virreinato de Perú. La necesidad de sus servicios en Galicia, obligaron al Capitán General a solicitar a la Corte la anulación de la orden: “V.E. se sirve comunicarme que el teniente de ingenieros Pedro Jardín debe marchar a su nuevo destino, pero he tomado sobre mi prevenir al mismo oficial que suspenda su marcha por los motivos que expongo a V.E. Este ingeniero es imprescindible en este país por saber congeniarse con los naturales, comprender su lengua y saberla hablar”.

Cuando ascendió a capitán de Ingenieros en 1768, no pudo eludir la orden de cambio de destino, siendo enviado a Lima. Es ahora cuando empieza la más dramática historia y el terrible destino de Pedro Jardín. En 1983 encontré en el Archivo de Indias la orden de embarque de nuestro ingeniero en el puerto de Cádiz hacia el Mar del Sur, en el bergantín Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo que zarpó el 18 de febrero de 1770. Este buque entraría en la historia durante aquel viaje como “el barco de los apestados” o “el buque fantasma”. Se trataba de un buque francés incautado por España, cuyo nombre original era el Oriflama, construido en 1742 en los astilleros de Tolón.

Pedro Jardín: el ingeniero militar que aprendió gallego en el siglo XVIII

Pedro Jardín: el ingeniero militar que aprendió gallego en el siglo XVIII

El buque, que tenía una tripulación de 176 marineros y 38 pasajeros, que no debía tocar puerto por su rico cargamento en piezas de las reales fábricas de cristal y porcelana, perdió toda señal en el sur de América. Cuando se dirigía a Valparaíso, en la costa de Chile, fue avistado por el navío San José el 25 de julio de 1770. Al no responder a los avisos y señales, se acercaron al navío sin encontrar sobre su cubierta más que enfermos. Durante el paso por el Cabo de Hornos habían arrojado al mar a 78 cadáveres, quedando 106 enfermos contaminados, con solo 30 hombres hábiles que manejaban la nave desfallecidos.

En aquel instante se desató un temporal y el buque fantasma se perdió en el mar por la noche. Entre los fallecidos y desaparecidos, Pedro Jardín no pudo tener un peor final. El pecio del naufragio del Oriflama se ha convertido en una batalla internacional por la recuperación de las riquezas que transportaban sus bodegas.

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