La procesionaria, el enemigo de los perros que siempre vuelve

Objetivo de cualquier paseo con perros en zonas con pinares: evitar las orugas con pelos urticantes que aparecen por el suelo. El Grupo Naturalista Hábitat propone la colocación de trampas y de nidos con aves que se comen estas especies. El Concello colocó carteles en Santa Margarita para alertar

Advertencia de presencia de procesionaria en el parque de Santa Margarita.

Advertencia de presencia de procesionaria en el parque de Santa Margarita. / Iago López

Es enero y el parque de Santa Margarita ya cuenta con carteles que avisan de la presencia de la procesionaria y de su peligro. El Concello aconseja «no tocar a las orugas y llevar a los perros atados». Los usuarios se quejan e incluso avisan de que han visto estas especies en zonas de Eirís y Oza. Los animalistas proponen trampas y una red de cajas nido en los parques para las aves que se comen estas polillas, mientras que los veterinarios recomiendan evitar zonas de pinares y nunca frotar en caso de contacto.

Así, el enemigo de todos los años ha vuelto a aparecer. «Estamos en el momento del ciclo en el que estas orugas cambian de árbol para alimentarse o ya enterrarse en la tierra, donde pasan un tiempo hasta verano, cuando los capullitos evolucionan a mariposa nocturna», informa el vicepresidente del Grupo Naturalista Hábitat, Santiago Vázquez. Estos animalitos, con pelos urticantes, se encuentran sobre todo «en los pinos». «No se alimentan de roble o arce. Vuelan, llegan a los pinos y cada hembra pone 200 huevos. Luego crean bolsas para refugiarse del frío y en diciembre ya pueden empezar las procesiones», detalla.

El problema es que llegan al suelo y los perros las pueden confundir con comida o simplemente tocarlas. «La boca es la zona más afectada porque los perros van con el hocico en el suelo. Por eso hay que evitar en estas fechas los pinares en los que haya nidos», expone la Andrea Mosteiro, de la clínica Veterinaria Vilaboa, que recomienda «evitar frotar en caso de contacto». «Es mejor barrer con agua tibia y acudir a un cento veterinario», añade, y recuerda que «también afecta a las personas» si tocan a las orugas. El miembro de Hábitat explica que a un can «se le puede gangrenar la lengua o asfixiarse» si se come a la procesionaria.

Para Noa, que se dedica a pasear perros, esto es «un gran peligro», por lo que intenta evitar los parques en los que aparecen las orugas. Indica, no obstante, que «existen trampas, aunque también se pueden romper». En eso incide Vázquez, que asegura que hay «diferentes fórmulas» para acabar con este problema. «Hay una herramienta que funciona bastante bien que es la colocación de refugios para una familia de aves que come estas orugas. Tener una buena red de cajas nido en nuestros parques podría ser muy interesante», propone, y comenta que también es bueno «tener murciélagos» porque uno de estos «puede comerse 30 adultos de procesionaria».

Esto sería una forma de «control biológico» pero el Concello también pone trampas de feromonas y anillos en los árboles para capturar orugas. «Incluso se pueden retirar los bolsones que crean de forma manual con una cesta o poner un tratamiento a los troncos», señala Santiago Vázquez, quien cree que la clave está en que «hay un equilibrio en los parques de la ciudad» al aplicar las diferentes fórmulas.

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