Morir esperando por la dependencia en A Coruña: «Necesitábamos ayuda cuando la pedí, no un año y medio después»

Cada 15 minutos fallece en España una persona dependiente sin haber podido acceder a las prestaciones que recoge la ley. Solo en 2024, más de 35.000 ciudadanos perdieron la vida esperando una ayuda para poder ser atendidos en casa, una plaza de residencia o un cambio de grado. Entre ellos, el marido de María Luz. Esta es su historia

María Luz Seijas Paredes, en la cocina de su vivienda, en A Coruña.  | | GERMÁN BARREIROS/ROLLER AGENCIA

María Luz Seijas Paredes, en la cocina de su vivienda, en A Coruña. | | GERMÁN BARREIROS/ROLLER AGENCIA

Cada 15 minutos fallece en España una persona dependiente sin haber podido acceder a los recursos que le correspondían por ley. Solo en 2024, más de 35.000 ciudadanos perdieron la vida en todo el país esperando una ayuda para poder ser atendidos en casa, una plaza de residencia o un cambio de grado. Aunque la ley de dependencia establece un tiempo máximo de 180 días (seis meses) para la concesión de las prestaciones, la tramitación de los expedientes es cada vez más larga. También en Galicia, donde la demora ronda los 380 días de media. Ante esta situación, la Xunta anunció que dará un vuelco, este año, al servicio de atención a la dependencia para imprimirle más agilidad. Su objetivo es que una persona no tenga que aguardar más de medio año para beneficiarse de un servicio o una ayuda económica. Para ello, ha lanzado un «plan de choque», dotado de 90 millones de euros, que incluye una reducción de la carga burocrática, una simplificación de los trámites e incentivos económicos a los técnicos de los equipos de valoración para que agilicen los expedientes. Medidas que para muchos, como la protagonista de este reportaje, llegan tarde: «No se puede entender que un servicio social sea gestionado así. Las ayudas se necesitan cuando se piden».

Un grado III de manual

Atrofia pancreática. Inflamación de hígado. Parálisis intestinal. Insuficiencia respiratoria. Artrosis degenerativa severa. Y, "en los últimos cuatro o cinco años", alzhéimer y ceguera. Una dependencia de grado III de manual. Sin embargo, Rafael falleció el pasado 1 de agosto, a los 88 años, sin haber recibido ninguna de las prestaciones que se recogen en la ley. Una ayuda que su mujer, María Luz Seijas Paredes, vecina de A Coruña, de 72 años, solicitó casi un año y medio antes, en junio de 2023, consciente de que el empeoramiento de su esposo, «la persona más buena del mundo», la iba a «desbordar en poco tiempo». Viviendo los dos solos, sin más familia y «ante la imposibilidad de darle una completa atención y cuidados», María Luz hizo todo lo que tenía que hacer: acudió «a los servicios sociales» para pedir «el grado de dependencia y discapacidad», presentó «un montón de papeleo e informes» y quedó a la espera. «Yo solo necesitaba ayuda. Pedía ayuda. No quería nada más», señala.

"Tocaba esperar"

Entretanto, «Rafa empeoraba día a día», hasta el punto de «no poder mantenerse en pie» ni «comer por su mano», tener «un 10% de visión», no reconocerla «ni entender observaciones ni conductas». Ante esta situación, María Luz acudió, «de nuevo, a los servicios sociales». «Me dijeron que no podían hacer nada. Tocaba esperar». Con sus «pequeñas pensiones», esta vecina de A Coruña optó, entonces, por «hacer un esfuerzo grande» y contratar «a una cuidadora del ámbito privado, dos horas por la tarde» y, unos meses después, a otra, «otras dos horas, por la mañana». El resto del tiempo, los cuidados de su marido los asumía ella sola: «comidas, médicos, medicinas, limpieza, noches sin dormir, situaciones angustiosas...».

«Me convertí en sus manos, sus pies, sus ojos, su cerebro... Y en todo lo que pude, pues a Rafa no se le podía dejar solo», recuerda María Luz, quien insiste en que «tú puedes tener toda la voluntad del mundo para tratar de asumir el cuidado de un familiar», no obstante, «hay muchísimas ocasiones en las que ya te sobrepasa»

«Me convertí en sus manos, sus pies, sus ojos, su cerebro... Y en todo lo que pude, pues a Rafa no se le podía dejar solo», recuerda María Luz, quien insiste en que «tú puedes tener toda la voluntad del mundo para tratar de asumir el cuidado de un familiar», no obstante, «hay muchísimas ocasiones en las que ya te sobrepasa». «A veces, Rafa ya no me conocía. En algunos momentos sí; en otros, ya no. Se ponía nervioso, y me decía: ‘Cuando venga Mariluz, tengo que hablar con ella'. Y yo estaba delante él...», rememora, antes de reconocer que, llegados a ese punto, ella pensaba: «No tardará en venir ya la ayuda...». Sin embargo, no fue hasta mayo de 2024, casi un año después de presentar la solicitud, cuando «una técnica de la Xunta» acudió a su casa para hacerle a Rafael «la valoración del grado de dependencia»: «En cuanto lo vio, me confirmó que era un grado III [gran dependiente]. De hecho, ella misma lo apuntó como ‘tercer grado’, y me anticipó: ‘En dos meses, viene la carta».

Pero «la carta», en la que se les concedía la prestación correspondiente a ese «grado III», llegó «a finales del pasado agosto», unas semanas después del fallecimiento de Rafael, «el día 1» de ese mes. «Me quedé paralizada. Ya lo estaba, porque estaba muy disgustada por la muerte de Rafa... Sentí una impotencia, una frustración tan grande… que no lo podía asimilar. Es que no lo podía asumir… Con lo mal que yo estoy, con lo mal que lo he pasado… Porque, por las noches, yo le tenía que aguantar las manitas para que, a lo mejor, no se me quitara el pañal. Y yo aguantándole las manos, sin dormir… Cada poco, queriéndose levantar… Y yo le decía: ‘Rafa, espera, que te voy a limpiar… Ponte para allí, Rafa… Pero Rafa no, podía. Estírame la pierna, Rafa… Es que no podía, pobrecito… No podía… Yo tenía que haber tenido a alguien a mi lado para ayudarme. Es injusto. Muy cruel, mucho…», advierte María Luz, antes de hacer hincapié en que «nadie puede imaginar lo que se siente».

"¿Cómo se puede esperar más de un año para dar cuidados a una persona que ya los necesita cuando los solicita? ¿Cómo estará el enfermo un año y medio después? ¿Por qué no se establece un orden de prioridades? ¿Por qué no se valora la situación de prioridad cuando no hay familia? Todas estas preguntas, y más, deberían tener una respuesta"

"Frustración, engaño..."

«Una enorme frustración, engaño, la sensación de tiempo y trabajo perdido... Y, no solo por nuestra parte, también por parte de los trabajadores, que tienen que hacer tanto papeleo para tirarlo a la basura, sin que sirva para nada. No se puede entender que un servicio social sea gestionado así. ¿Cómo se puede esperar más de un año para dar cuidados a una persona que ya los necesita cuando los solicita? ¿Cómo estará el enfermo un año y medio después? ¿Por qué no se establece un orden de prioridades? ¿Por qué no se valora la situación de prioridad cuando no hay familia? Todas estas preguntas, y más, deberían tener una respuesta. Mi sensación es la de que esta Administración tiene un montón de personal trabajando para justificar que dan un servicio rápido y efectivo», considera esta vecina de A Coruña, antes de lamentar que el sistema esté «abandonando» a las personas mayores que, «después de haber trabajado y cotizado toda su vida, no tienen los cuidados necesarios para vivir dignamente».

El «desgaste acumulado» después de «tantos años» de cuidados

«Quiero contar lo que nos sucedió porque me pareció una injusticia muy grande. Y, quiero contarlo, para que no siga pasando», resalta María Luz Seijas Paredes, al explicar los motivos que le han llevado a compartir la situación vivida junto a su marido, Rafael, fallecido el pasado 1 de agosto, en espera de la ayuda de la dependencia, solicitada casi un año y medio antes. «Esto no puede seguir pasando. Por las personas dependientes, principalmente, y tampoco por los familiares que asumen su cuidado. Sin ayuda, nosotros también acabamos enfermos. Yo estoy con ansiolíticos, porque me está costando muchísimo asimilar todo esto. La muerte de Rafa, por supuesto, pero también todo lo que sufrimos en los meses que precedieron a su adiós. Di todo lo que podía y más. Y seguiría dándolo, toda mi vida, porque lo quería muchísimo. Era la persona más buena del mundo y, además, me adoraba», recuerda María Luz, con un poso de tristeza.

«Estoy mal por su ausencia, y también por el desgaste acumulado después de años asumiendo algo que me desbordaba por completo. Aún así, no me molestaba el trabajo que me daba Rafa. Al contrario. Lo hacía con todo el cariño. A mí lo que me machacaba, lo que me destrozaba, era verle cómo se deterioraba… Eso me mataba. No podía asumirlo. Pensaba: ‘Dios mío, no se puede uno morir así…’. Porque, al final, mi Rafa ya era incapaz de moverse. No comía de su mano. Ya ni veía , porque se había quedado ciego. Yo lo cogía de la cama, en brazos, porque se había quedado muy delgadito... Nos agarrábamos los dos, lo ponía en la silla de ruedas, lo traía hasta la mesa de la cocina y le daba de comer. Luego, al meterlo de nuevo en cama, mi espalda y mis piernas estaban reventadas. Cuando presenté la solicitud de la dependencia, Rafa y yo ya necesitábamos ayuda. En aquel momento, en junio de 2023, ya la necesitábamos. No un año y medio después», lamenta María Luz, antes de hacer hincapié: «Yo lo que pido es que las ayudas lleguen cuando se necesitan. Que se elimine todo el papeleo que sobra. Que el tiempo de espera sea en función de la urgencia, sin esperas agónicas. Que no se llegue al punto de que los familiares que asumimos los cuidados acabemos enfermos también... En definitiva, otro modelo más humano, donde la efectividad ayude y aliente».

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