El ejemplo A Coruña: organización colectiva y apoyo mutuo en la era del individualismo

Una revista académica premia un artículo que analiza el fenómeno de las redes de apoyo vecinal constituidas durante la pandemia en la ciudad de forma espontánea: «Eran ciudadanos responsables que querían cuidar al vulnerable»

Carlos Diz y Brais Estévez, coautores, junto a Raquel Martínez Buján, del artículo. |  Iago López

Carlos Diz y Brais Estévez, coautores, junto a Raquel Martínez Buján, del artículo. | Iago López

A Coruña

A Coruña, 2020. El confinamiento dictado para contener el contagio COVID mantiene la ciudad sumida en el silencio y en la parálisis. Las calles amanecen y anochecen desiertas. En el interior de las casas, las familias esperan pacientemente a las 20.00 horas para encender el televisor y escuchar las novedades sobre el avance de la enfermedad, de las que dan cuenta militares y sanitarios uniformados. El país entero ha asumido un rol de telespectador pasivo, movilizado en el inmovilismo, convencido de que poco más se puede hacer salvo esperar. Pero en A Coruña, algo se mueve. «Comenzamos a ver signos de organización colectiva en la ciudad; precisamente, de algo que no podía existir en una ciudad sometida al cierre, inmovilizada. En ese contexto, un grupo de ciudadanas transgrede ese mandato, mira por la ventana y quiere cuidar al vulnerable...», explican el sociólogo Carlos Diz, vicedecano de la Facultad de Sociología de la Universidade da Coruña, y el geógrafo Brais Estévez, de la Universidade de Santiago. Los dos son autores, junto a la socióloga Raquel Martínez Buján, también de la UDC, del artículo Caring Democracy Now, que acaba de recibir una mención en el Britta Baumgarten Memorial Prize por su análisis de las redes de apoyo vecinal espontáneo surgidas en la ciudad durante la pandemia, conocidas como Grupos de Apoyo Mutuo (GAM). El premio lo otorga la prestigiosa revista académica Social Movement Studies, referente internacional en el ámbito social.

El artículo dibuja aquel panorama: en plena primavera de 2020 y mientras algunos ciudadanos adoptaban un rol de hipervigilancia con sus vecinos o volcaban su frustración en las redes sociales, en algunos hogares coruñeses se tejían mascarillas de tela con gomas de carpetas infantiles y se hacían turnos para llevar alimentos, bombonas de butano o material sanitario a personas vulnerables. Lo hacían asumiendo que podían ganarse una multa, y que esa labor social estaba explícitamente prohibida. La acción, en muchos casos, era improvisada y respondía a las necesidades del momento. La composición de los grupos; reflejo de la estructura del cuidado: un 70% de mujeres de todas las edades, vinculadas o no a movimientos sociales previamente. «Había mujeres de 85 años que nunca se habían movilizado, que tenían una máquina de coser en casa que no usaban desde hacía 20 años y se pusieron a coser mascarillas», analizan los autores.

Los barrios más densamente poblados — Agra do Orzán, Os Mallos, Monte Alto, Sagrada Familia—, residencia de familias trabajadoras y precarias, fueron el epicentro de operaciones de estas redes, que poco a poco se fueron organizando. «Los GAM se definen como un grupo de ciudadanos responsables que quieren cuidar a gente vulnerable en una situación en la que parecía imposible intervenir, porque venía determinada de arriba, en cierto modo, de forma autoritaria: las agencias gubernamentales, la OMS, con esa retórica y lenguaje belicista para hablar de pandemia. Los GAM empiezan a hablar de cuidados, de vecindario», desgranan.

Estévez y Diz matizan que la voluntad de los GAM no era cuestionar los mecanismos institucionales para hacer frente a la crisis ni su «centralidad sanitaria y biomédica», sino la de adoptar un rol que fuese más allá del de meros espectadores ante una situación sin precedentes que sacudió la normalidad. «Más allá de los que parecían los únicos portavoces legitimados, la ciudadanía coruñesa autoorganizada creó un modo de actuar a través de la conversación, la disposición afectiva, los cuidados. Crearon otro tipo de escena pública sobre el acontecimiento pandémico, sin cuestionar la relevancia de la crisis sanitaria», subrayan.

Al final, esas vecinas atentas que comenzaron a mirar por la ventana detectaban con más agilidad que las instituciones los problemas de sus barrios. «Empiezan a inventar formas de hacer, de comunicarse, crean infraestructuras digitales para encontrarse, como canales de Telegram, Whatsapp o páginas web. Se empiezan a percatar de situaciones en las que podían intervenir más velozmente que cualquier estructura institucional. Las políticas que proporcionaban las instituciones eran lentas, imprecisas, lógicamente también en una situación de incertidumbre», señalan. Estévez propone una analogía: «mientras el Estado operaba con la incertidumbre de un mamut, los GAM tenían la sensibilidad de un sismógrafo, poniendo atención en cosas invisibilizadas en el ámbito doméstico».

Pulsión democrática en la era del individualismo

Cuando Estévez, Diz y Martínez comenzaron a analizar este fenómeno para escribir su artículo, una labor que realizaron, entre otros mecanismos, a través de entrevistas y conversaciones con las propias integrantes de los GAM, se dieron cuenta de que lo ocurrido en A Coruña durante aquellos meses conectaba con otras cuestiones menos evidentes. Una de ellas, la reivindicación de la comunidad en tiempos en los que impera en individualismo. «No era una red de familia o de amigos que te podían apoyar. Era un vecino que no preexistía para ti. En algunas de las entrevistas nos contaron cómo comenzaron a conocer a las personas de su edificio a través de las prácticas que suscitaron los GAM, en un clima de desconfianza en el que cualquiera podía denunciar a su vecino, en el que cualquiera podía ser una persona potencialmente contagiosa, de los policías de balcón», relatan.

Para los sociólogos, la experiencia de los GAM entronca con un valor que hoy muchos encuentran en peligro o decadencia: la democracia, entendida como el deseo de vivir junto al diferente, de aceptar al que piensa distinto y de cuidar al desconocido como a un igual. O como a un vecino. Los GAM coruñeses escenificaban esa «alianza heterogénea» que buscaba algo más que la salvación individual. «En estos grupos había anarquistas, había socialdemócratas, había mujeres que en la vida habían participado en algo así. Funcionó sin que tuviese que tener una única identidad. La democracia se piensa desde un sitio distinto, no solo como una cuestión administrativa, sino de hacernos cargo, de ser responsables de una vida en común, que depende de nosotros, no solo del Estado. Los GAM fueron una iniciativa de experimentación sobre cómo habitar la ciudad en un contexto de emergencia, sobre como cuidar la democracia», proponen.

El ADN de la autoorganización

Los GAM surgieron en A Coruña en respuesta a un contexto de emergencia y fueron organizándose sobre la marcha, pero no fue casual que sucediese en esta ciudad y no en otra. Estévez, Diz y Martínez llegan a la conclusión de que este fenómeno se construyó sobre una base preexistente. En A Coruña existía un caldo de cultivo previo en cuanto a organización social. En la ciudad habían surgido, a principios del milenio, los primeros movimientos LGTBI organizados, a través de iniciativas como las Maribolheras Precárias. Más tarde, diez años antes de la pandemia, el 15M o las plataformas Stop Desahucios fueron el clamor colectivo frente a la crisis económica y las dinámicas del sálvese quien pueda.

Aquella pulsión, que introducía la retórica de los cuidados, de la vecindad y de la proximidad, tomó forma institucional en el movimiento municipalista, que más tarde llegó a las alcaldías de algunas de las principales ciudades. En el caso de A Coruña, el instrumento fue Marea Atlántica, que dio impulso institucional a políticas de participación. Para los autores del artículo, este contexto es clave para entender lo que sucedió en A Coruña durante la pandemia. «En A Coruña existía una tecnología social de una cierta tradición que permitía que lo nuevo operase sobre esa infraestructura previa de imaginación e inteligencia colectiva, que no estaban capturadas por la institución. Los GAM son la posibilidad de inventar un acto heterodoxo en un contexto que todo pasaba por delegar lo que nos sucedía en los llamados expertos», defienden.

Tracking Pixel Contents