Las incorrecciones políticas de un abanderado local
Ramón Pérez Costales (Oviedo, 1832-A Coruña, 1911) es uno de los abanderados de los valores cívicos de la ciudad. Con todo, la más factible de sus reivindicaciones —los terrenos ocupados por las antiguas murallas son propiedad municipal— sigue siendo una quimera para Defensa y el Ayuntamiento. Por otra parte, su visión sobre el lugar de la mujer en la sociedad desvela que el médico cojeaba (a)científicamente

Fachada principal de la Escuela de Párvulos-Centro de Vacunación. / AMC
Antonio López
Para los historiadores, fue «una especie de héroe popular» (Amparo Hernández); «la referencia básica do republicanismo» (X. A. Fraga); «el traductor de la más relevante obra médica —un tratado de obstetricia— de la Galicia del siglo XIX» (González Guitián); «un deses persoeiros sen os cales esta cidade non se podería entender» (Barreiro Fernández); «el amo de La Coruña; donde él quería, allí iban todos» (del obituario en la prensa local, recogido por Rubén Ventureira).
Fue ministro de Fomento durante tres semanas (28 de junio a 18 de julio, 1873). Opuesto a las cesantías —pensiones anuales de los exministros—, decidió invertir esas 7.500 pesetas en una escuela para párvulos sin recursos. El centro funcionó de 1876 a 1891, «dando a 120 niños pobres el pan del alma y del cuerpo». Con una superficie de 463 metros cuadrados —114 correspondían al patio y jardín—, ocupaba, en la calle Teresa Herrera, un frente de 17,30 metros lineales; con un fondo de 30 metros, la fachada trasera daba a Paio Gómez, aquí con un frente de 13,60 metros (Archivo Municipal A Coruña, caja 522, carpetas 24 y 25).

Solar actual de la escuela, en la calle Terera Herrera. / LOC
En abril de 1882, crea el Instituto de Vacunación Animal que mantuvo operativo 11 años —con vacunaciones gratuitas para gente necesitada—, en el patio de la Escuela de Párvulos.

En A Coruña, como en París, la vacunación se efectuaba con linfa extraída a terneras infectadas de viruela animal. / Le Petit Journal-Colección C.G. Guitián
Costales practicaba las vacunaciones con linfa de una ternera infectada de la viruela de las vacas, que había hecho traer, en barco, desde Burdeos.

Centro de vacunación animal. / Guía-indicador de La Coruña 1891.
Junto con el alcalde coruñés y el presidente de la Deputación, Pérez Costales formó la terna que puso en marcha, en 1886, la Cocina Económica. Los fondos procedían de suscripciones públicas destinadas al acopio de alimentos y material sanitario con que afrontar la llegada —amenaza que no se materializó— de una epidemia de cólera que se extendía por las provincias mediterráneas.
Fue el promotor y primer presidente del Colegio de Médicos y Farmacéuticos —unificado, en 1894—. Cuando, en 1895, abandona la presidencia, dona 150 obras, las primeras semillas de la biblioteca científica del Colegio.
La Sociedad del Folklore Gallego arranca, en 1883, con Emilia Pardo Bazán —presidenta— y Pérez Costales —vicepresidente—, con la finalidad de «recoger el saber popular, conservar su memoria y formar con él un museo universal». El método de trabajo era diáfano: «el mejor folklorista será el que menos ponga de su cosecha en los datos que recoja, el que respete las incorrecciones del lenguaje y conserve más entero y desnudo el pensamiento popular». En el acto fundacional, en 1905, de la Real Academia Galega y como reconocimiento a su trabajo pionero, Emilia Pardo Bazán fue nombrada presidenta de honra y Ramón Pérez Costales, académico de honra.
El retrato que Picasso hizo de Pérez Costales (en 1895) a los 14 años lo conservó consigo hasta su muerte; era un homenaje de fidelidad a su primer mecenas, al hombre que le daba cinco pesetas por cada tapa de caja de puros que pintaba con escenas coruñesas.

Pérez Costales, retratado por Pablo Ruiz Picasso cuando el artista tenía 14 anos. / Colección particular; El primer Picasso; Museo de Belas Artes, A Coruña 2015; catálogo nº 125.
Una visita de inspección
La solidaridad social de Costales era poco condescendiente con las carencias institucionales. Como muestra, el informe de la visita que hace, en 1871, a la Casa de Misericordia, una de las dos instituciones (junto con un hospital municipal) en que estaba desdoblado el Hospital de la Caridad que fundara Teresa Herrera. La Casa funcionaba como hospicio de acogida para gente sola y sin recursos, fuesen ancianas o huérfanos.
Siguiendo el documento localizado por Gándara Eiroa en el monasterio de Poio, el director de un periódico local había informado del desgobierno existente en la Casa de Misericordia. La información de El Avisador fue desmentida por un acta institucional que firmaron 17 ilustres coruñeses. «Yo les digo —escribe Costales en su informe— al secretario, a los dos propietarios, al comerciante, al cura, al exalcalde, al exdiputado constituyente, al alcalde de La Coruña, a los dos diputados provinciales, al cirujano, a mis queridos colegas los seis médicos y al señor gobernador que no se han enterado bien. Que han procedido con indisculpable ligereza. Que se han equivocado al creer verdad lo que dicen en su acta». Se leía en el texto institucional: «Convinieron unánimemente los asistentes que el estado sanitario no podía ser más satisfactorio; que la organización, régimen y disciplina en todos los servicios nada dejan que desear; que la educación que reciben los niños de ambos sexos es todo lo esmerada posible y que los adelantos que se observan no dejan de llamar la atención».
Para el doctor Costales, «en el acta están heridos los sagrados fueros de la verdad y la justicia, están heridos los intereses de la provincia, están heridos los intereses de la beneficencia pública. Si me granjeo enemistades, no me importa. Si me ocasiono incomodidades, me importa menos».
Su relato empieza a las 8 y media, con la visita a las enfermerías, asistencia que prestaban el médico y una hermana de la Caridad. «Faltaba el practicante y supe que no acostumbraba a acompañar al profesor». Para curar la úlcera purulenta de una niña hubo que llamar al enfermero del hospital municipal. No había ningún utensilio donde recoger las piezas sucias del apósito y el practicante arrojó las hilas llenas de pus en medio de la sala. «–Señora, dije a la hermana de la Caridad, ¿por qué consienten ustedes que así les manchen el piso? –Se limpia en seguida, me contestó con humildad la hermana». El practicante de la beneficencia provincial se presentó después de pasada la visita médica y «me dijo que se estaba afeitando».
En los talleres —zapatería, sastrería y carpintería— faltaban la mitad de los aprendices. Los maestros manifestaron que no acudían o se marchaban a recados o iban al escusado, faltando horas y horas. «Parecía que en los talleres se había desarrollado una diarrea epidémica». Aunque una de obligaciones diarias del director es visitar los talleres, Costales fue informado de que «muy rara vez» ocurrían estas visitas.
«En la escuela, el maestro dijo que tenía que estar cerrado por dentro porque, si se descuidaba, aquellos angelitos saltaban por las ventanas y muchas veces se encontraba casi solo con los más pequeñitos, que no tenían piernas para hacer lo que los demás. Me dijo que carecía de libros y que ni cartilla de doctrina [religiosa] tenían; que para leer lo hacían en una memoria sobre las aguas de Carballo. Habló de que aprendían aritmética y que algunos sabían hasta el sistema métrico, por lo que le rogué hiciera salir al más adelantado. Le mandó que escribiera un número; recuerdo que el primero, el de las centenas, era un tres y lo escribió con las dos curvas o barrigas hacia la izquierda». Relata Costales que la escuela abría a las 8 y que el ayudante del maestro, aún no había acudido pasadas las 10 y media. «No sé si se estaba afeitando como el practicante».
Hay un único registro positivo en su visita: «Debo consignar que reinaba en ellos el mayor orden y limpieza». Se refiere a las secciones bajo responsabilidad de las Hermanas de la Caridad: escuela de niñas, panadería, cocina, departamento de ancianos, sala de expósitos, ropero, dormitorios y capilla.
En compañía del director, también visita el calabozo —en contra del reglamento, no tiene luz ni ventilación—. Escribe: «Está cerrado herméticamente, eternamente oscuro. Junto a la puerta estaba un niño de unos ocho años, que había entrado aquella mañana, creo que por haberse pegado con otro. En un rincón estaba acurrucado un hombre. Era la estatua del desaliento, del desconsuelo y de la miseria. No tenía jergón ni paja siquiera. El reglamento general de Beneficencia prohíbe tener a nadie contra su voluntad en las casas de asilo. Sin embargo, según me contaron después los capellanes, aquel hombre había solicitado dos veces volver junto a su familia; no obtuvo contestación y cometió el delito —uno de los más graves, según el director— de escaparse en un día de paseo».
Sobre la práctica religiosa, anota: «Los acogidos rezan mucho, por la mañana, al mediodía y a la noche. Oyen misa todos los días. A veces, los tienen en la iglesia una, dos y más horas. Suele haber comunión en la misa, antes de la misa y después de la misa. Las buenas hermanas pensarán que así los hacen buenos».
Costales concluye el relato de su visita enfatizando la responsabilidad de los gobernantes: «Lo que pasa en la Casa de Misericordia ya lo saben las autoridades. No escribo en el Congo ni en el Sahara; tampoco en sanscrito ni siquiera en vizcaíno; escribo en castellano y bien claro para que todo el mundo lo comprenda y lo sepa».
Republicano federalista
Amadeo de Saboya fue elegido rey de España, tras ser destronada Isabel II por la «Gloriosa» revolución de 1868. En su gira de presentación (1871) por las ciudades del reino, así fue saludado por Ramón Pérez Costales —documento custodiado en la Real Academia Galega—: «Me acerco a vos con todo el respeto que me merece un hombre y toda la repugnancia que inspira un rey. Es La Coruña una ciudad republicana. Estáis pues, rey Amadeo, en país enemigo».

Alegoría de la I República. / Diputació de Barcelona
A los dos años de reinado, Amadeo de Saboya había abdicado. Pérez Costales, de cara a las elecciones que conducirían a la I República, publica la segunda parte de La Verdad a las aldeas —accesible en el repositorio Minerva, de la USC—, un folleto divulgativo de los ideales federalistas: “Los monárquicos de ayer dicen que son republicanos hoy, pero republicanos unitarios. No los creáis, son los monárquicos de siempre. La república unitaria solo se diferencia de la monarquía en que el jefe del estado se llama presidente y hay que elegirlo cada tres, cuatro o seis años. En la república unitaria, el poder reside en una corte, como en las monarquías, y reside a costa de las provincias que pierden tanto de su vida propia como gana el centro que todo lo absorbe. Tantos siglos de unidad monárquica no han podido unificar ni nuestra lengua. La variedad dentro de la unidad nacional reclama para cada región la misma variedad legislativa, que respete, dentro de la patria, la varia condición de nuestro modo de vivir. Insigne mala fe o supina ignorancia es negar estas sencillas verdades. Solo otorgando a España la federación se la pondrá en condiciones de que cada pueblo desarrolle los elementos de prosperidad que encierra, oprimidos hoy en una absurda centralización».

Pérez Costales, retratado por José Sellier. / RAC
Elegido diputado a Cortes Constituyentes por el distrito de Carral, Pérez Costales será uno de los siete parlamentarios que presentan —Diario de Sesiones, 7 de junio de 1873— esta proposición de ley: «Artículo único: La forma de gobierno de la Nación Española es la República Federal Democrática». Debatieron los diputados sobre la oportunidad o no de la propuesta y sobre si la votación debía ser o no nominal, cuestiones que zanjó el presidente de la mesa: «La Cámara puede estar segura de oportunamente se dirá cuándo se ha de hacer la votación que requiere el reglamento».
Los terrenos de las murallas
El Diario de sesiones del Congreso de los Diputados, de 18 de agosto de 1873, registra la proposición de ley de Pérez Costales para declarar propiedad municipal el espacio liberado tras ser demolida la fortificación que protegía la ciudad, desde el Orzán a la Plaza de Ourense. «No creáis que es de gran importancia lo que solicito puesto que estos terrenos tendrán una longitud parecida a la que ocupa la Carrera de San Jerónimo [la calle madrileña que acoge la sede del Congreso]». El gobierno, que había autorizado —en 1868— la demolición de esta muralla, consideraba de su propiedad el terreno liberado y además reclamaba —«de un modo mezquino»— para el Estado la cantería de la muralla. A favor de su proposición de ley, Costales argumenta que «por la sola consideración de que las fortificaciones se levantaron después de existir los pueblos, los terrenos pertenecen de derecho a los municipios, para su uso y servicio comunal. A más de esta consideración general, el Ayuntamiento puede presentar títulos incontrovertibles de propiedad. En efecto, un privilegio dado al concejo de La Coruña por Sancho IV el Bravo, confirmado por Alfonso el Sabio, por Fernando el Santo y por Alfonso IX de León, concedía a la ciudad el dominio y jurisdicción de dos leguas en contorno». Para Costales, la ciudad también poseía derechos «irrefutables» a los materiales de la fortificación, «puesto que, en 1727, se gravó al pueblo con el impuesto de dos reales en fanega de sal para dichas obras».

el filántropo republicano cuenta, desde 2022, con figura propia en el belén municipal, junto a Picasso y María Casares. / Carlos Pardellas
«Dada segunda lectura a la proposición de ley y hecha la pregunta de si se tomaba en consideración, el acuerdo de las Cortes fue afirmativo». El secretario del Congreso informó que «pasará a las Comisiones de Guerra y Hacienda». El dictamen de la comisión de Hacienda asumirá los argumentos expuestos por Pérez Costales y aún añadirá un nuevo considerando: «No hay razón alguna para comprender el caso actual en el decreto-ley de l de junio de 1869, por el cual el Estado, juzgando dichos terrenos como suyos, pudiera cederlos al Ayuntamiento a censo redimible [pago de un canon anual en retribución del dominio sobre los terrenos liberados]». Así, en 15 de septiembre de 1873, la Comisión de Hacienda propone a la aprobación de la Asamblea un proyecto de ley con un único artículo: «La Asamblea Constituyente cede al Ayuntamiento de la Coruña, como de su propiedad, los terrenos que ocupan las fortificaciones del frente de tierra». El 3 de enero de 1874, el general Pavía da un golpe de estado y liquida la I República y, con ella, las iniciativas legislativas en tramitación.
150 años después y ante las viviendas proyectadas en los terrenos liberados al desaparecer las murallas de la Maestranza, el dictamen de la Comisión de Hacienda no ha calado ni en Defensa ni en el Gobierno municipal: En 2019, el ministerio vendió dos parcelas a una promotora, cuyo proyecto inmobiliario contó con la aprobación municipal. De momento, el recurso contencioso-administrativo interpuesto por Defensa do Común tiene paralizada la construcción de los dos bloques de viviendas.
Suscríbete para seguir leyendo
- El pueblo marinero a media hora de A Coruña que triunfa en TikTok: 'Perfecto para una escapada primaveral
- Comienza la demolición del Hotel de Pacientes para la construcción de accesos al Hospital de A Coruña
- Matrícula en colegios de A Coruña: el 51% de los centros no cubre plazas
- Arrancan en Agrela las obras de la glorieta en el cruce de avenida de Fisterra con calle Gutenberg
- Un popular influencer gastronómico prueba 'el mejor marisco gallego' en este restaurante de A Coruña: 'Templo del producto
- Fallece un trabajador que cayó de una altura en la antigua lonja del Gran Sol en A Coruña
- Este convento de monjas de clausura de A Coruña celebró las primeras misas en gallego durante la dictadura franquista
- La otra cara de la compraventa de inmuebles en A Coruña: pisos con inquilinos dentro