Trabajadores del transporte sanitario de A Coruña: «Nadie debería recibir insultos en su trabajo»

Ambulancias en el Chuac / M. Dylan / Europa Press
«Lo que le pasó al compañero del hospital nos puede pasar a cualquiera de nosotros cualquier día», sentencia el técnico de emergencias sanitarias Fernando Montero, en referencia a la agresión que sufrió el lunes de la semana pasada un enfermero del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña cuando iba a atender a un paciente de psiquiatría que había entrado por Urgencias y que le asestó cuatro puñaladas, hiriendo también a un vigilante de seguridad que acudió en su ayuda.
«No entendemos que se escatimen recursos económicos, materiales y personales en la seguridad de los trabajadores», incide Montero, que es además, secretario del comité de empresa de SASU (una de de las empresas privadas que presta el servicio de transporte sanitario en Galicia) por la CIG y delegado de la comisión sectorial de prevención de riesgos laborales. Compara su situación con la de los obreros de la construcción del siglo pasado, porque fue entonces cuando se intentaron atajar los accidentes laborales obligando a las empresas a dotar a sus trabajadores de arneses, cascos y otros elementos de protección.
Los trabajadores del transporte sanitario la teoría la tienen, ya que cuentan con un protocolo pactado en 2023 y publicado en el Diario Oficial de Galicia, al que no le falta nada, solo que se aplique. «Son cosas sencillas, como que se ofrezca formación, que es la base de todo, sobre cómo actuar en situaciones conflictivas, cartelería para crear conciencia en el ámbito sanitario, tanto dentro de la ambulancia como en los centros de trabajo y recursos materiales, como puede ser un segundo dispositivo de radiocomunicación —un walkie talkie—», comenta Montero, ya que, actualmente, hay uno por ambulancia pero son dos los técnicos que se desplazan a cada intervención y eso les permitiría comunicarse entre ellos y pedir ayuda.
«Nos podemos tener que separar en algún momento, o puede ser que un compañero esté siendo agredido y que no pueda activar el botón del pánico y no disponemos de esos dispositivos», se queja Montero, que incide en que ellos van, muchas veces, a ciegas, a las intervenciones. «Dependemos de la información que nos den en la llamada, que muchas veces puede ser escasa, falsa o contradictoria. Podemos tener indicios de que puede ser un servicio conflictivo, ya sea en un domicilio o en la vía pública, y saber que tenemos que incrementar las precauciones o podemos no contar con esa información y encontrarnos de repente con esta situación», relata Montero, que asegura que, a falta de que se cumplan los protocolos, la mayor ayuda que tienen es la experiencia de los compañeros que llevan más tiempo y que han vivido ya situaciones complicadas en varias ocasiones que les enseñan a los demás cómo sobrellevarlas.
Y es que, dependiendo de la zona a la que los llamen pueden hacerse ya una idea de qué se van a encontrar, por ejemplo, si es un lugar en el que se suele consumir alcohol, o en el que se concentran muchas personas saben que puede haber problemas, también si tienen que atender a personas a las que ya conocen y que los han puesto en apuros antes. «Algunas veces, cuando solicitamos la colaboración de las Fuerzas de Orden Público, nos dicen que, primero vayamos, valoremos y que, después, pidamos ayuda y eso supone un riesgo muy grande», comenta Montero porque entre que piden refuerzos y estos llegan, se encuentran desprotegidos en el servicio.
«Estamos solos ante cualquier cosa porque la gente, al final, lo que ve es un uniforme y nos pide explicaciones o nos ve como el enemigo y se enfrenta a nosotros», relata Montero, que lamenta que los compañeros tienen ya «las agresiones verbales asumidas como parte del trabajo, cuando no debería ser así porque nadie debería recibir insultos» sea cual sea su profesión.
Es cierto que los ataques con arma blanca, como los que sufrieron los trabajadores del CHUAC no son habituales, pero sí lo son «agarrones, empujones, encaramientos, amenazas» y otras conductas violentas, como bracear o cerrar los puños con intencion de agredir. «No son todos los días, pero sí que los sufrimos todos los trabajadores varias veces al año».
Esto se agrava cuando la que lleva el uniforme es una mujer. «Tenemos un caso reciente de noviembre del año pasado en el que un compañero tuvo que parar la ambulancia porque el paciente estaba grabando a la técnica que iba detrás, acosándola y diciéndole frases intimidatorias. Otro compañero tuvo que meterse en el medio de un paciente que se abalanzó sobre una compañera y recibió un puñetazo... Ser mujer supone más exposición a sufrir violencia», resume Montero, que suma a ese caso tocamientos a sus compañeras. Una vez más, «no es lo habitual, pero sí pasa varias veces a lo largo del año»
Lo que solicitan los trabajadores es que se cumpla el protocolo de agresiones en todas las empresas aportando los medios materiales y formativos que se requieren, porque ya está acordado y firmado. Y, una vez que se cumplan esos protocolos, seguir avanzando en la seguridad de los trabajadores de vehículos sanitarios.
- El pueblo marinero a media hora de A Coruña que triunfa en TikTok: 'Perfecto para una escapada primaveral
- Comienza la demolición del Hotel de Pacientes para la construcción de accesos al Hospital de A Coruña
- Matrícula en colegios de A Coruña: el 51% de los centros no cubre plazas
- Dos edificios de O Castrillón unen sus portales para compartir ascensor
- Arrancan en Agrela las obras de la glorieta en el cruce de avenida de Fisterra con calle Gutenberg
- Un popular influencer gastronómico prueba 'el mejor marisco gallego' en este restaurante de A Coruña: 'Templo del producto
- Henry Cavill pasea por la calle de la Torre
- Fallece un trabajador que cayó de una altura en la antigua lonja del Gran Sol en A Coruña