La Policía protege a cerca de 700 mujeres víctimas de violencia machista en A Coruña

Los agentes especializados afirman que «se ve habitualmente» que las víctimas vuelvan con su agresor y señalan que la «dependencia emocional» es actualmente un mayor obstáculo que la económica para denunciar

Agentes de la unidad encargada de atender a víctimas de violencia de género en Lonzas.  | |  CASTELEIRO /R. A.

Agentes de la unidad encargada de atender a víctimas de violencia de género en Lonzas. | | CASTELEIRO /R. A.

A Coruña

Muchas veces se asocian los reparos de mujeres víctimas de violencia de género a denunciar a sus maltratadores a la dependencia económica de este, a la imagen de un ama de casa que vive del sueldo de su marido. Pero, explica María (nombre supuesto), una agente de policía con años de experiencia atendiendo a víctimas de la comisaría de Policía Nacional de Lonzas, «actualmente hay muchísima más dependencia emocional». Entre las mujeres que pasan por la Unidad de Atención a la Familia y a la Mujer (UFAM), según relata el inspector al cargo, J. Lorenzo, hay españolas e inmigrantes, miembros de «todas las clases sociales» y una gran variedad de edades, «desde los 14 a los 75 años», pero muchas sufren identificación con el agresor. «Muchas veces hay preocupación por lo que le pueda pasar a él» por la denuncia, resume.

La violencia de género es el delito que la UFAM atiende con más frecuencia. Pero sus 15 agentes (con mayoría de mujeres, al contrario de lo habitual en la Policía Nacional) también investigan violencia doméstica, como la ejercida por padres sobre sus hijos, y delitos sexuales. Además, se encargan de la protección de las mujeres dadas de alta en el sistema de seguimiento de violencia de género viogen. La unidad, que tiene como ámbito el municipio de A Coruña, cuenta con «unas 690 víctimas» protegidas actualmente. «Todas las denuncias se vuelcan en el programa», indica Lorenzo, y también se protege a mujeres que «no están interesadas en denunciar, o no están en condiciones», pero «algunos casos se inactivan antes que otros». Algunas mujeres están solo unos días en el sistema, pero otras situaciones «se dilatan años».

María cuenta que las mujeres que se acercan a la comisaría sienten muchas veces «culpabilidad» y «vergüenza social», y temen que su entorno, o sus hijos, se enteren de que son víctimas de maltrato. A veces, si el maltratador está en situación irregular, «tienen miedo de que lo vayan a expulsar». «No es fácil denunciar a una persona con la que convives, a la que quieres o has querido», explica la agente, que añade que cuando atiende a las mujeres que acuden a la UFAM tiene que tratar de que abran los ojos y entiendan que «no tiene que sentirse mal». «Lo que le pase a la otra persona es responsabilidad de ella», añade Lorenzo: «las víctimas dicen, se va a ir detenido, pues no haber hecho algo para irse detenido».

Las denunciantes, indica María, es «muy raro que vengan por un hecho puntual», y es frecuente que lleguen a comisaría diciendo frases como «ya no puedo más, esperaba que cambiara pero no es así», o explicando que aguantaron por sus hijos. Otras «lo denuncian, retoman la relación» y vuelve el maltrato. Que una víctima vuelva con su agresor «se ve habitualmente», cuenta la policía, que señala que escucha frases como «lo quiero, no puedo estar sin él». Aunque muchas de las denuncias provienen de las propias víctimas, Lorenzo puntualiza que «estamos teniendo un montón de atestados por terceras personas: familiares, vecinos, amigos».

La mujer siempre tiene derecho a no declarar contra su pareja o expareja, añade el inspector, con lo que algunos casos quedan archivados. Esto, considera, se da más en mujeres que tienen adicciones a estupefacientes y «gente muy mayor». Las drogodependencias son un «factor de riesgo», y, sin llegar a ser una norma general, sí se ven más víctimas y agresores entre los adictos que entre la población en su conjunto.

Para ayudar a la víctima a contar su historia, la UFAM le explica que se le dará protección y que tiene derecho a ayudas, pero también entra en juego el trato personal. A las denuncias de violencia de género se les da «trato preferente», y a las que llegan a comisaría se las atiende en cuestión de minutos, en una estancia separada y con un solo agente.

La mujer puede pasar acompañada de una persona de su confianza, y tiene derecho a un abogado especializado y gratuito con el que puede hablar antes de denunciar. Los agentes de la UFAM tienen formación específica y, según cuenta María, «tratamos ante todo de mostrarle a la mujer tranquilidad, empatía, que se sienta protegida: antes que nada intentamos que coja confianza». La denunciante «va a contar algo muy íntimo, muy grave», y «es importante no interrumpir, tampoco es conveniente que repita mucho el suceso para que no sufra en exceso».

Hay que hacer una «escucha activa», argumenta la agente, sin interferir en lo que dice la mujer pero con «una comunicación real». Es beneficioso, considera, darle mensajes de asentimiento, para que sienta que el policía la está entendido, y «siempre viene bien alguna frase positiva: estás haciendo lo correcto, has tomado una decisión que es difícil pero que está bien».

Lorenzo aclara que creer a las mujeres que denuncian no es óbice para que haya luego una investigación policial para aclarar los hechos, pues «cuando se recoge lo que dice hay que dar credibilidad a todo, pero es nuestra obligación poner en cuestión lo que puede no ser real». Creer a la denunciante, argumenta, «no es contradictorio» con comprobar su versión.

El Estado acaba de emitir un nuevo protocolo en materia de violencia de género, pero el inspector indica que «principalmente integra normativa que teníamos anteriormente». Hay algunas novedades, como «alguna modificación para tener comunicación más fluida con los órganos judiciales», o un endurecimiento de los requisitos para dejar inactivos los casos de violencia de género a los que se da seguimiento. Pero «no cambia demasiado el trabajo policial».

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