El trabajo doméstico: sumergido y sin convenio pese a los avances legales

La afiliación en el sector del hogar crece en A Coruña un 47% en 20 años, pero sigue sin derecho a negociación colectiva y sostenido por mujeres migrantes vulnerables ante los abusos

Una mujer limpia un cristal. |  LOC

Una mujer limpia un cristal. | LOC

A Coruña

Es un sector invisible, pero, si un día desapareciera, el sistema entero se desmoronaría. El trabajo doméstico, históricamente ignorado en los avances en materia de legislación laboral, ha dado pequeños pasos en los últimos años hacia la dignificación de sus condiciones laborales y el reconocimiento de su labor, pero no los suficientes como para equiparar al sector más feminizado y precarizado con otras categorías profesionales. «No tienen todavía el estatus de trabajadoras con todos los derechos. Para empezar, no tienen derecho a la negociación colectiva. No existe un convenio. Es injusto que exista un sector que no pueda negociar sus condiciones», lamenta la secretaria de Mulleres de la CIG, Nicolasa Castro.

En el caso de la ciudad, las afiliaciones a la Seguridad Social han crecido un 47% en los últimos veinte años. Se trata de un aumento significativo, pero resulta insuficiente a la luz de los avances en materia de legislación laboral desde entonces. El Consejo de Ministros aprobó, en 2022, un Real Decreto que entró en vigor recientemente y que ampliaba la protección y los derechos de las trabajadoras del hogar, con mejoras como exámenes médicos cada tres años, formación en prevención de riesgos y un sistema de evaluación online en la Seguridad Social. Una paso adelante en materia de derechos laborales que todavía estaba muy lejos de suplir al convenio colectivo para un sector en el que el 95% son mujeres. Los datos de afiliación, no obstante, no reflejan la realidad de un gremio que continúa sumergido e irregular, lo que desprotege a sus trabajadoras ante posibles abusos laborales por parte de sus empleadores, que, al tratarse en la mayoría de los casos de particulares, no constituyen una patronal que permita sentarse a negociar. «En el Consello Galego de Relacións Laborais dimos pasos en este sentido, proponiendo que los empleadores se constituyesen en asociación para suplir esta patronal específica que no existe. Estamos a la espera de una sentencia al respecto en el País Vasco, pero por ahora, sin una sentencia que les obligue, no hay manera», detalla Nicolasa Castro.

Frente a las ligeras mejoras en legislación laboral de los últimos años, el sector acumula las cargas: para despedir a una trabajadora basta con aducir falta de confianza para que se considere procedente, la indemnización corresponde a doce días por año trabajado en lugar de veinte, y son los propios empleadores los que deben dar cuenta a través de una plataforma online de las condiciones de sus hogares en materia de riesgos laborales. La inviolabilidad del domicilio hace que la inspección laboral tenga, aquí, el terreno vedado. «Además, están excluidas de beneficio de recargo de las prestaciones económicas en caso de accidente de trabajo o enfermedad profesional. Las internas quedan en el aire y en situación irregular, lo que favorece abusos», detalla Castro.

El trabajo doméstico se reparte, a día de hoy, entre las labores de limpieza, cuidados y acompañamiento. Es habitual que, en la relación laboral, se sobrepasen funciones y horarios, y no exista remuneración para las tareas extra. La protesta, la huelga o la posibilidad de denunciar abusos son prácticamente inexistentes en un sector en el que el 63% de las trabajadoras son migrantes, muchas de ellas sin papeles, para las que embarcarse en un proceso judicial supone una amenaza para su integridad y permanencia en el país.

La socióloga coruñesa Raquel Martínez Buján, autora de numerosos trabajos en materia de migración y cuidados, comentaba a este diario hace pocos meses que la labor del cuidado se ha convertido en fundamental porque permite «el envejecimiento en el hogar», ante la falta de políticas públicas de atención a la dependencia, la incorporación de la mujer, otrora cuidadora, al mercado laboral y la ausencia de implicación masculina efectiva. El sistema, antes y hoy, se nutre de las mujeres más vulnerables. Pero no las protege. «Primero fueron las que venían del campo a la ciudad como parte de ese éxodo rural. Ahora son las mujeres migrantes de países empobrecidos, en búsqueda de mejores oportunidades, las que lo sostienen, las que vienen a cubrir esos vacíos», analiza la socióloga.

Tracking Pixel Contents