«Como investigadora es duro escuchar bulos o que cuestionen el cáncer»

Esther Calviño se formó en la Universidade da Coruña y realizó una estancia de investigación en EEUU gracias a una beca Barrié. Desde febrero de 2024 trabaja en el Instituto Gulbenkian de Medicina Molecular de Lisboa en la mejora del diagnóstico del cáncer

Esther Calviño (3ª por la dcha.), con sus compañeros de la red doctoral europea, junto la Torre de Belém, en Lisboa. | LOC

Esther Calviño (3ª por la dcha.), con sus compañeros de la red doctoral europea, junto la Torre de Belém, en Lisboa. | LOC

Sandra Penelas

A Coruña

Su profesora de química en el instituto fue una «inspiración» para ella, pero también le atraía la biología, así que acabó cursando un grado simultáneo en la Universidade da Coruña (UDC) y además con un brillante expediente que le valió varios premios. Fue precisamente durante la carrera cuando vivió una experiencia de esas que te «cambian», una estancia de investigación en EEUU gracias a una beca Barrié. «No hice una estancia Erasmus porque me daba un poco de miedo irme fuera mucho tiempo, pero gracias a esa oportunidad me di cuenta de que es muy importante salir para conocer cómo se trabaja en otros países y tejer una red de contactos. Porque la ciencia no la hace una persona sola. Hace falta una comunidad», dice Esther Calviño (Pobra do Caramiñal, 1998).

Y así empezó una travesía que ya incluye varios países y centros de referencia internacional: «En EEUU trabajé en el laboratorio de la investigadora gallega Mónica Cartelle Gestal, una persona maravillosa que también me animó a hacer un máster fuera. Me fui a Suiza para hacer un programa conjunto de la Universidad de Ginebra y la EPFL en química biológica. Y pude hacer el trabajo final durante un año completo en el laboratorio sobre modificación de proteínas».

En busca de una investigación en este campo pero más aplicada, Esther solicitó plaza en una red doctoral Marie Sklodowska-Curie y, desde febrero de 2024, trabaja en el Instituto Gulbenkian de Medicina Molecular (GIMM) de Lisboa en la mejora del diagnóstico de cáncer.

Junto a una decena de docto-randos de varios países europeos, forma parte del proyecto Isobio-tics, que involucra a las universi-dades de Oxford, Cambridge y Lisboa, entre otras, e instituciones como el Karolinska y las grandes farmacéuticas Sanofi y AstraZeneca.

«Todos estamos intentando desarrollar métodos para marcaje isotópico de moléculas biológicas: proteínas, péptidos y oligonucleótidos. Y es una oportunidad muy buena para conocer a gente que hace lo mismo que tú. Tenemos cursos y reuniones en las instituciones involucradas y contamos con el feedback de los jefes de los laboratorios y de la industria. A finales de año, haré una estancia en Cambridge y, en algún momento, también en AstraZeneca», celebra.

Esther trabaja en la modificación o marcaje de proteínas con flúor para el diagnóstico de cáncer mediante la tomografía de emisión de positrones (PET), una tecnología que permite detectar marcadores de la enfermedad por todo el cuerpo. Su línea de estudio incluso la conecta con el Nobel de Química del año pasado. «Trabajamos con proteínas que han sido diseñadas de forma computacional en el laboratorio de David Baker, en EEUU. La verdad es que yo no he hablado con él en la vida, pero un día alguien empezó a gritar en la oficina que le habían dado el premio, justo después de hablar sobre ello con mi director de tesis. Fue muy raro», admite entre risas.

Estas proteínas, a diferencia de las naturales, tienen unas características muy interesantes para este tipo de diagnóstico y en el laboratorio de Esther les hacen las modificaciones precisas. «Están optimizadas para que tengan muy buena afinidad con el marcador. El isótopo radiactivo es lo que nos permite visualizarlas, por lo que cuanto mejor sea esta unión mejor será la imagen obtenida y más certeza tendremos de que vemos todo lo que hay que ver. Además, frente a los anticuerpos, que son muy grandes y son capaces de acceder a la parte más interior del tumor, las proteínas que utiliza-mos son más pequeñas».

Su trabajo todavía está lejos de llegar a implantarse en hospitales, pero es lo que la red pretende que ocurra: «Yo estoy intentando encontrar una metodología para marcar las proteínas de forma rápida, sin estropear su estructura. El siguiente paso sería validarla en modelos celulares y después en animales. El paciente queda muy, muy lejos». Y en este largo proceso, añade, también es necesario contar con el error: «Es tan importante intentarlo como ir descartando opciones. La ciencia es un trabajo muy bonito porque cada día es diferente, no es rutinario, no te aburres. Pero, a la vez, esto es lo más duro porque puedes estar muy ilusionada con un experimento que al final salga mal y no necesariamente por tu culpa, puede que nunca vaya a salir. De hecho, es lo más normal. Lo más importante para hacer ciencia, más allá de los conocimientos, es tener ganas, curiosidad y fortaleza mental».

Esther disfrutó mucho de su estancia en Suiza, pero siente que en Lisboa «los días son más largos» y tiene más tiempo para ella. «No es una ciudad demasiado grande, es bonita y con buen clima y la verdad es que está muy bien para vivir. Aunque pensé que al llegar no tendría problemas con el portugués siendo gallega y, al principio, ¡no entendía nada! Ahora, un año después, ya no tengo problema», admite divertida. A Esther le gustaría volver en el futuro a Galicia o, al menos, a España, pero está convencida de que «la vida puede dar muchas vueltas»: «Probablemente, mi próximo paso será hacer un postdoc, pero quizá cuando haga la estancia en AstraZeneca descubro que, en realidad, lo que me gusta es la industria y cambio mi carrera».

Como muchos compañeros, admite su preocupación por el aumento de la desinformación y las fake news. «Como investigadora es duro escuchar bulos o que el taxista que te lleva cuestione la existencia del cáncer y hable de intereses monetarios. Es muy fuerte y, al final, están cuestionando nuestro trabajo y opinando de hechos objetivos que no son opinables o sobre temas que todavía desconocemos. Pueden hacer mucho daño a nuestra imagen», defiende, y añade: «es una situación compleja, pero la divulgación es una herramienta muy importante. Y también es clave que los medios de comunicación den cada vez más espacio a los investigadores porque ayuda a que la población más joven tenga referentes y no vea la ciencia como algo muy lejano».

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