El futuro modelo de ocio nocturno de A Coruña, a debate en la ciudad que ‘duerme de pie’

Del derecho al descanso a la fiesta como emblema de la identidad coruñesa: hosteleros, vecinos y políticos reflexionan sobre el modelo de festejos que debe regir en A Coruña | El Concello se sienta con todos los implicados este martes

Celebración del Carnaval en la calle de la Torre

Celebración del Carnaval en la calle de la Torre / Iago López

A Coruña

En los 90, el barrio del Orzán era una referencia casi a escala nacional cuando se hablaba de puntos calientes de vida nocturna. Con más de 80 licencias de pubs y discotecas, jueves, viernes y sábados sus intersecciones se convertían en punto de encuentro para jóvenes y mayores, in itinere entre uno y otro establecimiento. En paralelo a lo que ocurría en los bajos, se desarrollaba una lucha vecinal: la de los residentes que reivindicaban su derecho al descanso y el cese de los ruidos que amenazaban su tranquilidad cotidiana. Una de las caras más visibles de aquel movimiento era y sigue siendo la de José Luis Méndez, presidente vecinal del Orzán, que considera que aún viven un «auténtico infierno» pese a la caída del trasiego en su entorno. «Los propietarios de locales no entienden que cuando cierran, se convierten en vecinos, y también quieren dormir», declara. Tampoco entre los vecinos de las zonas de marcha hay quórum. «Yo creo que le dan mucha vida a la ciudad, y la ciudad lo que necesita es vida. A nosotros no nos molesta», valora Iván Fajardo, vecino justo «del piso de arriba de la Urbana», precisa, en referencia al popular local de la plaza José Sellier en torno al que se han ido desplazando algunas de las celebraciones más concurridas de la ciudad.

Una disputa latente en la ciudad durante años y que resurge tras el cierre disciplinario de varios locales, que algunos de sus dueños atribuyen a una «persecución» contra el modelo de ocio nocturno que rigió hasta ahora y de una nueva oleada de protestas, que consideran que, a día de hoy, la convivencia entre los que festejan fuera y los que duermen dentro está lejos. Hosteleros, empresarios del sector, vecinos y políticos —que se sentarán con el Concello este martes en María Pita— reflexionan en este reportaje sobre el modelo actual, el que se dibuja en el horizonte y el equilibrio entre el derecho al descanso y la celebración en la calle como emblema casi identitario en la ciudad que presume de «andar de parranda e durmir de pé».

Decibelios en discordia

De aquellas 80 licencias de ocio nocturno de principios de siglo, pocas son las que sobreviven hoy. Todo ha cambiado desde entonces: en 2019, el actual Gobierno local acabó definitivamente con el botellón, que se había ido desplazando de las plazas del centro, para morir definitivamente tras unos años en Méndez Núñez. Previamente, con el PP en la Alcaldía, la declaración de Zonas de Especial Protección de algunos enclaves ya había contribuido a sacarlo de lugares como el Humor, Azcárraga o Santa Catalina tras años de protestas vecinales. Los locales del Orzán fueron cerrando por diferentes motivos y no existe ya como tal una zona que reúna pubs abiertos a altas horas de la madrugada, que se han desperdigado por diferentes barrios de la ciudad y concentrado en Palexco, centro comercial y de ocio que añadió la etiqueta de «nocturno» en los últimos tiempos, un proceso que suscita diversidad de opiniones entre los propios hosteleros. «Esto no es un problema de hostelería en general contra vecinos. Son un determinado grupo de locales los que tienen el conflicto, que no afecta al resto del sector», puntualiza el presidente de la asociación de Hostelería de A Coruña, Héctor Cañete, que adscribe el desencuentro con los vecinos a algunos locales que califica de «infractores».

«Algunos han sido sancionados por manipular el sonómetro o por música excesiva. Si hay una persecución o un acoso por parte de la policía, como se ha dicho, hay que escucharlos, pero con nosotros no se ha puesto nadie en contacto», valora Cañete. Para el presidente de la asociación provincial, la línea roja entre ocio y descanso está clara, así como la forma de obrar de quien sanciona conforme a las ordenanzas y leyes. «El descanso de los vecinos es innegociable, eso lo tenemos claro. No compartiremos nunca que la policía o los funcionarios municipales dejen de cumplir su función. Hay una ley y hay que cumplirla», asevera.

La discordia bebe de los límites marcados por normativa, que fija unos límites de 75 decibelios para zonas residenciales, pero, en horario nocturno, el máximo de ruido que puede entrar y hacerse notar en las casas de los vecinos —la llamada inmisión acústica— cae entre los 25 y 30 decibelios. Unas magnitudes que, para un sector de los hosteleros, suponen un agravio comparativo para los locales de hostelería en comparación con otras fuentes de ruido menos fiscalizadas por la administración y las comunidades.

«Está habiendo cierres de locales por un decibelio. Los lavavajillas producen más decibelios de los que están permitiendo para los locales. El camión de la basura son 100 decibelios, y en la calle no hay insonorización. El tráfico rodado produce el mismo ruido que el que se le permite a un local de hostelería insonorizado. Las medidas son desproporcionadas, incumplibles y restrictivas», valora José López Balado, responsable de Hostega, una asesoría especializada en gestión hostelera y también abogado de muchos de los negocios que han tenido que bajar la verja últimamente debido a sanciones disciplinarias.

López Balado ejerce también como portavoz de una asociación creada recientemente por propietarios con el objetivo de constituir un interlocutor autorizado ante el Concello y los vecinos, dada la falta de sintonía que algunos de estos establecimientos sienten con la asociación provincial. «Existe una arbitrariedad en los cierres. De los locales que defiendo, para alguno hay sanciones de 8.000 euros y para otro de 15.000 por los mismos hechos. No queremos montar discotecas en el piso del vecino ni que estén botando en la cama», matiza López Balado, que propone que las administraciones colaboren con el sector para minimizar los perjuicios del ruido nocturno. «La ley se ha modernizado para estos locales. Si cuando se hace una modificación del código técnico hay ayudas y subvenciones para cumplir, también podría haberlos para insonorizar», propone.

Celebración e identidad

Para los hosteleros agrupados bajo el paraguas de esta nueva asociación, el asunto va más allá de contar decibelios. Apelan a la celebración y a la fiesta como elementos propios del carácter y del espíritu de la ciudad que corren el riesgo de desaparecer. «La fiesta y la hostelería forman parte de nuestra identidad y de la idiosincrasia coruñesa. Yo no quiero que me quiten mi Carnaval, ni mi San Juan ni nada, porque soy coruñés por los cuatro costados. En fechas como Carnaval, de hecho, se culpabiliza a los locales, y precisamente ese día se pierde dinero, porque la gente se lleva su bebida y se queda en la calle», añade.

Ante las situaciones de incivismo nocturno, propone «más policía y más multas» que no afecten directamente a los locales, sino a los clientes que incumplan la norma. «Desde los locales promovemos la buena conducta. Si hay gente bebiendo en la calle se multa al local, y eso no nos parece proporcionado. En cuanto multes a tres de los que montan jaleo, se toma conciencia y se acaba el problema», asevera.

Poco a poco, la concentración de los pubs y discotecas en Palexco ha ido vaciando las calles a partir de determinada hora. Un proceso que para muchos tiene como ventaja que la fiesta se aleja de la zona residencial, pero que otros entienden como un golpe a un estandarte de la ciudad como es el ambiente nocturno.

El empresario Luis Diz, propietario, entre otros locales, de la discoteca Pelícano y presidente de la asociación Galicia de noite, considera que «ambas partes» pueden tener razón en el choque cuando se habla de ruido permitido. «Yo tuve locales cerrados varios meses porque no cumplían la normativa de insonorización. No recurrí en ninguna ocasión y tuve que insonorizar. Hay una normativa con la que puede ser que no se esté de acuerdo, porque los niveles que marca se superan con 20 personas; pero si yo invierto el dinero en un negocio, tengo que saber cuál es la normativa y si me sale rentable», reflexiona.

Diz, si bien reconoce que la normativa es «cada vez más restrictiva» y apela a la necesidad de que ambas realidades convivan, considera «inviable» la fiesta en la calle con el nuevo reglamento. «Hace 15 años funcionaban las discotecas de tarde y todos los domingos. Por suerte hemos evolucionado . No podemos hacer ruido en la calle, porque han cambiado los hábitos. No podemos coger los hábitos de hace 20 años con la sociedad de hoy, ni tomarnos la libertad por el derecho a divertirnos. Hay que pensar que la gente tiene que dormir y descansar», juzga, y cita como ejemplo el último Carnaval, que llenó las calles y las plazas de animación y música como en años precedentes, pero este año con dosis extra de polémica debido a la iniciativa de varios locales de la plaza de José Sellier de organizar el Koruñódromo, con música hasta las 3 de la mañana. «No podemos estar en una plaza haciendo ruido hasta esa hora. Puede haber gente mayor que quiera dormir. Hace falta un equilibrio», señala.

Vecinos a favor y en contra

Precisamente, no comparte esa opinión Marine, una vecina de 94 años que reside en la segunda planta de uno de los edificios que circundan la plaza de José Sellier, epicentro del Koruñódromo, y clienta asidua al bar La Urbana. «No tenemos ningún problema. Los bares no meten el ruido que se dice. Vivo en un segundo piso y no me molesta el ruido, alguna vez se oye algún grito de algún joven, pero no dan la lata para nada», asegura esta vecina, que define los últimos carnavales como «muy tranquilos» y elogia la iniciativa de los bares de la plaza para «ponerse de acuerdo para poner música».

«Hay vecinos un poco exagerados. El mayor problema de esta plaza son las tablas de madera. A ver cuándo nos la arreglan y la dejan tan bonita como San Andrés», propone. En los mismos términos se expresa Iván Fajardo, a quien vivir justo encima del bar la Urbana no ha supuesto ningún trastorno, sino todo lo contrario. «Creo que estos bares aportan mucho al barrio y como vecino no me molestan. Lo que necesita esta ciudad es vida, que venga gente. La molestia es mínima», dice. Fajardo compara la situación actual con la de hace unos años, y concluye que no se ha ido a peor. «Este barrio antes estaba muerto. Los bares revalorizaron la zona. Es gente que se esfuerza por mover la plaza y mover la ciudad. Hay mucha exageración en las quejas», añade.

También entre los vecinos chocan los pareceres. Un residente de la colindante calle Perillana, que, si bien considera que los locales de la plaza de la Cormelana y José Sellier «cierran a su hora» y mantienen «un ambiente agradable», asegura que la situación cambia en su propia calle, donde, denuncia, operan locales «como si fuesen pubs» sin «licencia ni insonorización». Señala que se sirven «todo tipo de bebidas en vasos de plástico directamente para consumir en la calle», y que, como consecuencia, la zona se está convirtiendo en «botellódromo y meadero municipal».

Una opinión que apostilla el presidente de la Agrupación de Vecinos de Orzán-Pescadería, José Luis Méndez, que considera que los vecinos de la zona viven «un infierno» con los ruidos. «Los vecinos de Torreiro, Cormelana, Perillana, Fuente Luisa no tienen que aguantar esto. Un día es Carnaval, otro San Patricio, otro Fin de Año, otro es la fiesta del aniversario del bar y otra el cumpleaños de Manolito. Es una constante. ¿Qué quieren, echarnos?. Ya ha habido mucha gente que se ha ido de ahí», señala Méndez.

De la agrupación, que celebra los cierres de los locales sancionados, partió la mayor oposición hacia el Koruñódromo al considerar que podía «atentar contra las ordenanzas», ante lo que solicitaban su suspensión. «El Ayuntamiento tendría que haber encargado un estudio de impacto ambiental antes de autorizar, y comunicárselo al entorno 15 días antes. No lo ha hecho. Nosotros no somos aguafiestas, pero las cosas hay que hacerlas como manda la ley», demanda este vecino. «La gente que critica mi derecho a dormir no tienen ninguna empatía, no sabe lo que es el sufrimiento de tener cuatro días de fiesta en tu portal». Ante la reunión convocada por el Ayuntamiento, que sentará frente a frente a vecinos con hosteleros, Méndez asevera que «no sé que es lo que hay que negociar con los locales incumplidores».

El punto de vista de la agrupación del barrio genera fuertes puntos de fricción con los locales de la zona, que se consideran víctimas de una hipervigilancia sobredimensionada a la situación. «Cumplimos estrictamente con los horarios y nos están machacando. Mi bar es legal, pero en el momento en el que tengo que recoger la terraza, que es puntualmente a las 12.30, tengo a dos patrullas mirando cómo lo hago», lamenta Gerardo Vieitez, propietario del Bar Tracio, con salida hacia José Sellier y también a Orzán. En lo relativo a la controversia por Carnaval organizada por los establecimientos, asegura que se hizo «con todos los permisos» y que, al concluir la fiesta, los propios hosteleros se encargaron de limpiar y recoger todo. «Estuvimos hasta las 5 limpiando y llenamos nosotros los contenedores. Si el problema es la gente que se queda fuera de los locales cuando cierran, que los multen. Eso no es culpa del local. Además, en esa zona quedan pocos vecinos, ahora son todo pisos turísticos», asegura.

Tres partidos políticos, tres fórmulas

Los grupos con representación en María Pita tienen sus propias visiones sobre cómo debe desarrollarse el ocio en la ciudad. Para el concelleiro de Cultura, Gonzalo Castro, la hostelería “contribuye de forma decisiva a dotar de vida las ciudades”, además de su impacto en la economía, algo a tener en cuenta al abordar las restricciones. Castro apela al “pacto social” necesario entre los actores, para lo que hay que sentarse a hablar. “Todos tendrán que ceder un poco. El ocio debe adaptarse a la normativa, pero todos deben tener cierto grado de comprensión”, propone el edil, que subraya la importancia de intangibles simbólicos de las fiestas coruñesas como algo que no se puede olvidar: “Hay cosas que forman parte de la ciudad. A nadie se le ocurre que haya que suspender un concierto en María Pita o el martes de Choqueiros. No es lo mismo hacer un esfuerzo excepcional que aguantar acumulación de personas todos los fines de semana”.

Para el edil del PP Roberto Rodríguez, el modelo no debe ir “en contra de lo que somos”, pero tampoco “a costa del descanso”. Llama a seguir el ejemplo de otras ciudades, como Oviedo o Málaga. Recuerda que el PP presentó “hace año y medio” una propuesta para crear un Consejo que integrase vecinos, hostelería y empresarios para trazar “protocolos de convivencia”. “Hay que reforzar la seguridad y la presencia disuasoria de la Policía. A Coruña es la ciudad de andar de parranda e durmir de pé, pero los hábitos han cambiado y hay mayor masificación. El modelo hasta altas horas puede dar lugar a problemas si se traslada a la calle”, señala.

El BNG anima a caminar hacia un modelo “disperso y diverso”. “No nos gusta el modelo de concentración en centros comerciales ni en espacios alejados del centro. Para nosotros, el ocio nocturno, como el comercio, es parte de la vida de la ciudad y somos partidarios de la mezcla de usos”, reflexiona la edil Avia Veira, que matiza que, no obstante, en ocasiones hubo un “dejar hacer muy grave” en materia de ruidos, sin respeto a la normativa horaria. “Creemos que es radical pasar de la permisividad más absoluta al extremo contrario. El papel del Gobierno local debe ser conciliar las posturas antagónicas, escucharse, entenderse y regular”, insta Veira.

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