Una sinagoga con muchas reservas en la Ciudad Vieja de A Coruña
El Concello apuesta por la teoría de que en el edificio nº 4 de la calle Sinagoga hubo baños rituales judíos y un posible templo, pero el exarqueólogo municipal José María Bello, repasando la evidencia, ve la interpretación «dudosa» y considera que no está lo suficientemente probado

Pozo bajo el número 4 de la calle Sinagoga, que algunos interpretan como baños judíos. | | C. PARDELLAS
¿Había una sinagoga tardomedieval en el número 4 de la calle Sinagoga? Nadie lo puede afirmar con seguridad, pero el Concello tiene un proyecto para convertir el edificio en museo, y ha pedido para él fondos de una convocatoria del Estado cofinanciada por la UE. La alcaldesa, Inés Rey, defiende que los arqueólogos consideran que en el inmueble hay una mikvé, un espacio utilizado por los judíos para baños rituales, «una de las cuatro que se conocen y conservan en España», una tesis que algunos relacionan con una espina de bacalao datada en el siglo XIV o XV que se encontró allí. Pero el arqueólogo José María Bello Diéguez, que fue técnico histórico del Concello y estuvo al frente del museo de San Antón, cuestiona una interpretación que ve «dudosa».
El investigador acaba de publicar un artículo en el sexto número de la revista del Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses en el que explica que la calle Sinagoga recibe el nombre a mediados del siglo XVIII, y que las leyendas que relacionan el edificio número 4 con los judíos son del XIX. Así, probablemente el nombre viene más bien de un cuento y «de la cisterna interpretada románticamente como un baño judío», y no de una realidad. Bello recuerda que no hay consenso entre los expertos para situar un templo o unos baños judíos en el edificio, y sí posiciones encontradas.
También pone en cuestión la interpretación de que haya documentos históricos que prueben la presencia de una judería en la Ciudad Vieja en torno a una calle llamada Sinagoga. En un documento de 1486 se habla de la calle «Sinoga», pero Bello señala que no tiene que referirse a la vía con el nombre actual (a quien no se llamó Sinagoga en los 250 años siguientes, que sepamos), sino a la zona que albergaba el templo. Y, en 1555, un documento habla de «una de las casas que dicen da Sinagoga, sitas en la calle Platería», que es la actual Puerta de Aires.
La siguiente pregunta es si la cisterna del inmueble es una mikvé. Según recuerda, se ha indicado que a estos baños rituales se accedería por escalones, según algunos siete, pero esto no sale «ni en la Torá ni en la Mishnah», los textos religiosos de referencia. Y la estructura de la cisterna coruñesa, argumenta Bello, no se corresponde con ningún tipo de mikvé «ni tiene ningún paralelo conocido».
Otro punto importante son las dataciones. Los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos en 1492, y la espina de bacalao que supuestamente sería una prueba del templo judío debería ser anterior. Pero aquí Bello señala que se han dado versiones contradictorias sobre los restos, indica que la posibilidad de que se pescase antes del exilio forzoso de la comunidad judía es «prácticamente nula», y recuerda que el pescado puede ayudar a datar el edificio, pero no su función.
«Todos los alegraríamos», concluye Bello, si se puede probar que hubo una sinagoga en el inmueble, y nadie puede descartarlo. Pero tampoco se ha probado, y, según indica el Concello no ha pedido «opinión a las instituciones propias», como el museo de San Antón o el Instituto José Cornide.
«No hay pruebas»
Las reservas sobre la identidad del edificio aparecen en los propios informes municipales. En un documento que se llevó a Junta de Gobierno Local en 2021, dentro de una iniciativa para incluir el inmueble en el catálogo de construcciones protegidas, el historiador del arte Alfredo Vigo Trasancos afirma que «no hay ninguna prueba documental fehaciente» de la presencia de un templo judío ni de que, como cuenta la leyenda, allí se reunieran falsos conversos en la Edad Moderna.
El historiador Felipe Arias consideró una «hipótesis más que razonable» de que en el edificio medieval original hubiese, si no una sinagoga, un espacio público o semipúblico asociado al culto hebreo. Y el arquitecto y urbanista Alfonso Díaz Revilla apuntaba a la teoría de que la casa, remodelada con el paso de los siglos, fuese heredera de la ubicación de una fortaleza.
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