Jonathan Arribas: «No quería hablar de la infancia desde la nostalgia»

El autor debuta con ‘Vallesordo’, una novela que parte de su niñez en un pueblo zamorano. El escritor dejó de preparar una oposición para dedicarse a su verdadera pasión, la escritura. Este miércoles a las 19.00 horas presenta su primer libro en Berbiriana

El escritor Jonathan Arribas. |  Ciriaco Vega

El escritor Jonathan Arribas. | Ciriaco Vega

A Coruña

Jonathan Arribas pasó de opositor a escritor. De aquel salto al vació nació Vallesordo, uno de los debuts más interesantes del año. El autor presenta esta novela ambientada en un pueblo ficticio de Zamora y narrada desde la óptica de un niño. Este miércoles a las 19.00 horas lo presenta en la librería Berbiriana (Santiago, 7) junto al periodista Jacobo Caruncho.

Usted estaba opositando cuando decidió dar un giro a su vida, ¿cómo se planteó este cambio?

Al pasar tiempo solo por la oposición empecé a leer y a escribir mucho a la vez que estudiaba. Empecé a encontrar ahí algo que me interpelaba mucho. Al principio fue algo que podía calificarse de hobby, pero que fue creciendo hasta inundarlo todo. Yo sentí que había algo ahí que era incompatible, que se contradecía, porque yo quería aprender a hacer algo y sentía que estaba muy lejos. Así que decidí dedicarle todo mi tiempo a eso.

Después de dar ese paso, ¿tuvo dudas en algún momento?

No, lo tuve claro. Por un lado fue abrazar algo que me apetecía mucho, pero también estaba muy seguro de lo que no quería hacer. Entonces, tampoco sentía que me estuviera equivocando, porque más que un sí a algo, fue sobre todo un no a algo.

El libro se ambienta en un pueblo zamorano inspirado en los lugares en los que vivió. ¿Cómo fue crecer ahí?

Es una infancia en la que los niños crecen más lejos de la mirada de los adultos que en otros entornos, ya que pasan mucho rato solos entre ellos. Hay como un vínculo muy fuerte con las abuelas, que son las que crían y los padres trabajan. Hay una aspereza en el trato de los adultos con los niños por el agobio que sienten, porque trabajan mucho y no entienden cosas. Son niños que no paran, que están todo el rato jugando o yendo en bici.

La novela la narra desde la voz de un niño, ¿por qué se decantó por hacerlo así?

No quería hablar de la infancia desde la nostalgia. Ya había escrito otras cosas más cortas, en las que estaba esa mirada del adulto que echaba de menos la infancia. Obviamente es un artificio porque lo escribo yo, pero llegué a sentir en algún momento que el personaje estaba vivo, que el niño hablaba a través de mí.

¿Cuánto hay de su historia real en ese protagonista?

Lo más real serían las emociones que siente Nico, que son emociones que yo recuerdo haber sentido, pero luego los hechos son bastante inventados. Leí a Sabina Urraca decir que ‘sería tonta si no tomara de la realidad lo que la realidad me da, y también sería idiota si no inventara todo lo que quisiera a partir de ahí’.

Hay más historias sobre el rural en el cine y la literatura, ¿a qué se debe?

Sobre la España rural ya escribía Delibes, pero ahora hay una preocupación mayor. Las personas que se habían criado en entornos rurales quizá no accedían a una formación cinematográfica o literaria. En mi caso soy la primera persona en ir a la universidad en mi familia, eso tiene que ver con una formación que nuestras familias no tenían, y una preocupación más consciente por las historias que hay.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents