José Jiménez Borjas: «Ser gitano me ayuda a hacer mejor mi trabajo de policía»

José Jiménez Borjas es policía local de A Coruña. De etnia gitana y en vísperas de la conmemoración, el 8 de abril, del Día Internacional del Pueblo Gitano, este agente coruñés de 29 años comenta cuáles fueron los retos que tuvo que atravesar para poder llegar a la profesión que anhelaba desde el colegio

El policía local José Jiménez Borjas, en el cuartel del 092, en Orillamar. | Iago López

El policía local José Jiménez Borjas, en el cuartel del 092, en Orillamar. | Iago López

JUAN FERNÁNDEZ / BELÉN BERTONASCO

A Coruña

La relación esquiva de la población caló con las fuerzas y cuerpos de seguridad forma parte del imaginario colectivo desde mucho antes de que Federico García Lorca escribiera su Romancero Gitano. El estereotipo suena poético en los versos del genial escritor granadino, pero pesa como una losa entre los romanís, hartos de sentirse sospechosos en presencia de un agente con placa.

Y ademas es falso. Una prueba es la historia de José Jiménez Borjas, gitano de A Coruña de 29 años, a quien no solo no le tienta regatear con la ley, sino que se dedica a imponer su cumplimiento con su uniforme de policía local de su ciudad. Jiménez afirma que siempre quiso ser policía, desde el colegio, y que era algo que «compaginaba a la perfección» con su forma de ser.

El camino de este joven para poder llegar a ser policía local no fue fácil. Dentro de su comunidad, no hay ningún caso como el suyo y lo veía un poco lejano. «Probé trabajando como auxiliar de policía local y supe que era lo que quería», comenta. Preparar las oposiciones tampoco fue sencillo, porque necesitó tres oportunidades hasta que pudo lograr plaza. «Aprobé en Oleiros, Boiro y Vigo y en todas las listas quedé entre los 10 primeros. En Oleiros fui el primero», señala Jiménez, que explica que fue un reto duro pero que dio sus frutos. «Fue un logro que significó mucho, tanto a nivel personal, como familiar y laboral», explica Jiménez.

Este agente esperaba con ansias conseguir esa plaza profesional porque, asegura, se lo estaba tomando «muy en serio». Sin embargo, en el momento feliz sufrió la muerte de su madre. «Mi plaza terminó pasando desapercibida, porque fue un momento familiar difícil», dice el joven.

Hijo de albañil y de vendedora ambulante dedicada al comercio de ropa y retales de tela en mercadillos de Elviña, Arteixo, Carballo y Betanzos, y mediano de cinco hermanos, tiene claro que es policía por influencia materna. «Mi madre era muy recta y firme, siempre iba con la verdad y la legalidad por delante. La respetaba todo el mundo. Yo heredé su forma de ser. Me gusta ayudar a los demás», afirma.

Y no le tiembla el pulso cuando tiene que multar a los suyos. «Siempre fue por cuestiones menores, como conducir sin permiso o llevar el carnet caducado, y entendieron que les sancionara, aunque la multa se la pusiera un gitano como ellos», comenta. De todos modos, advierte: «Yo no soy muy amigo de sancionar. Prefiero explicar y mediar. A veces, los conflictos se arreglan antes hablando».

A esa forma suya de entender la labor policial contribuye, cree él, su origen caló. «He visto cosas complicadas, como cuando iba de pequeño a visitar a familiares que vivían en barrios azotados por la droga y el delito. Todo eso me ayuda a gestionar las situaciones tensas que a veces se dan en la calle. Conmigo, las trifulcas se calman», dice.

Las mismas miradas de extrañeza que encontró cuando contó que quería ser agente de la ley — «muchos dudaban que pudiera conseguirlo», reconoce— se volvieron de alegría cuando le vieron con el uniforme. «Noto a mi alrededor señales de complicidad, como si todo el mundo pensara: ‘Un policía gitano, ¿por qué no?, ya era hora’», señala.

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