Un legado para Sergio
Víctor Villar y Loli Díaz han puesto a andar en A Coruña la Fundación Sergio Villar, que lleva el nombre de su hijo pequeño, fallecido en un accidente de coche hace dos años. Con ella quieren poner en marcha una labor que represente los ideales del joven, con gran sensibilidad hacia las causas sociales

Víctor Villar y Loli Díaz, padres de Sergio Villar, en el local de la Fundación que lleva su nombre / Iago López
Todo en el número 6 de la plaza del Comercio habla de Sergio Villar: desde las escaleras que imitan las teclas de un piano hasta las partituras grabadas en la pared, que cuentan su afición por el instrumento y por la música de Yann Tiersen y Ludovico Einaudi; las reproducciones de la cúpula de Santa María del Fiore o de la Noche estrellada de Van Gogh, que dan cuenta de su inclinación artística, o una foto de Ribadeo, donde nació y se crió hasta los 18 años.
El objeto de la Fundación que lleva su nombre, que comienza a andar estos días desde la plaza del Comercio, habla de quién había querido ser Sergio en la vida: un trabajador incansable por las causas justas. Sergio falleció hace dos años, a los 18, en un accidente de coche en Xove junto a otros tres amigos de su edad —entre ellos, su amiga Lara, inseparable desde la infancia, que sonríe junto a él en una de las fotos— pero sigue muy vivo en el recuerdo de sus padres, su hermano Luis y el resto de la familia, que se han propuesto darle un legado a la altura de la gran sensibilidad social del joven. «Queríamos buscar la manera de negociar una realidad diferente con algo que no puedes cambiar. Siendo Sergio parte de nuestro proyecto vital, pensamos en construirle un legado: todo lo que no pudo hacer él, pues lo hacemos nosotros en su memoria. Nosotros ponemos las manos», cuentan sus padres, Víctor Villar y Loli Díaz. Tras lo ocurrido decidieron poner tierra de por medio y mudarse a A Coruña — «Ribadeo iba a a ser invivible», comentan— y, desde aquí, intentan poner en práctica todo lo que Sergio les enseñó. «El objeto de la fundación es contribuir a mejorar las condiciones de vida de las personas o colectivos en situación o riesgo de vulnerabilidad, con especial atención a la infancia y a la adolescencia. Intentaremos abarcar necesidades que no ofrezcan otras organizaciones», relatan Víctor y Loli.
Mientras hablan, les devuelve la mirada desde la pared un vinilo con la figura del Principito, que, como todo en el espacio, permite conocer un poco más a su hijo: «Nos recuerda a su manera de pensar. No juzgaba nunca, conservaba esa inocencia, creía en las personas», comentan sus padres. Reconocen que su propósito es ambicioso, pero no lo llevarán a cabo solos: están bien escoltados por su hijo mayor, Luis, que ejerce de presidente del organismo, su ahijada, Adela, en calidad de vicepresidenta, y con el resto de la familia remando por la causa. Desde la Fundación planean centrarse en varios frentes, entre los que están, por un lado, las ayudas directas, como becas de estudios para mayores de 18 años, «con el fin de que puedan seguir estudiando y no tengan que resignarse, que puedan tener expectativas». Su objetivo es trascender la labor asistencial e intervenir con las familias. «No queremos poner parches, queremos trabajar para crear oportunidades, que estén tutorizados por trabajadores sociales y en coordinación con entidades», cuentan. Su fin último, abundan, ir allá donde puedan ser útiles.
Entre sus otros proyectos están iniciativas en materia de práctica deportiva como forma de cohesión social, el compromiso medioambiental y el ámbito sociocultural, con especial atención a las prácticas restaurativas —un método para la resolución de conflicto a través del diálogo con la asistencia de mediadores sociales— que pronto comenzarán a llevar a centros educativos.
Y aunque son una fundación muy joven —abrirán redes sociales y página web a la vuelta de Semana Santa— ya han dado sus primeros pasos en el ámbito deportivo, donde ejercen de patrocinadores de los benjamines y prebenjamines del 5Coruña, que ya lucen orgullosos en sus equipaciones el nombre de Sergio Villar. «En el futuro nos gustaría crear un equipo, y si se pudiera, también un club...», avanzan. El propio centro que han habilitado en la plaza del Comercio remite a la gran vocación del proyecto: ofrecer un espacio comunitario al barrio que se resista a las inercias individualistas que rigen hoy en día. «Nos gustaría que esto fuese un lugar en el que reunirse. Una sala de estudio, un sitio donde venir a usar el ordenador, o incluso a jugar a juegos de mesa. La idea es tejer vínculos sociales, ser vecinos, ser un barrio. El lazo social ahora mismo es muy débil, y lo que nos gusta de A Coruña es la alegría que hay en la calle», reflexionan.
Aunque comenzarán a financiar sus actividades con fondos de su patrimonio personal, su idea es ir explorando, poco a poco, alianzas con la administración u otras entidades sociales o privadas para hacer su labor sostenible económicamente en el tiempo. Por ahora, confiesan, la acogida ha sido buena en cada puerta a la que han ido llamando para poner en marcha la Fundación. Y entre sus amplias pretensiones está crecer, como no podría ser de otra manera, hacia Ribadeo. «Queremos, poco a poco, conectar con nuestra vida anterior allí. Es un proyecto en el que Sergio está presente en todo momento, en su nombre, en sus ideas, en su talento y en la suerte que tuvimos de haberlo conocido», concluyen.
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