El apagón en A Coruña: la «angustia» de pender de un enchufe

Miguel, de 8 años, vive con una traqueotomía, y las máquinas de oxígeno que tiene en casa a punto estuvieron de quedarse sin batería. A Emilio, con ELA, hubo que trasladarlo en ambulancia, desde Carballo hasta el Chuac, donde pasó la noche conectado a un respirador. Sus familias relatan la «angustia» vivida este lunes

Alexia Hermida y su hijo, Miguel, con las máquinas de oxígeno del pequeño, en su casa. |  I. López

Alexia Hermida y su hijo, Miguel, con las máquinas de oxígeno del pequeño, en su casa. | I. López

A Coruña

«Fue bastante angustioso. Al principio, pensé que el apagón duraría solo unas horas, no 14. Me recorrí algunos bazares chinos, y fui a Comercial Lagares, para ver si tenían generadores, pero no encontré. Como el teléfono no iba, no pude ponerme en contacto con la empresa Oximesa, para ver si disponían de generadores para las máquinas que necesita Miguel. Tampoco con el Sergas. Estuve sin conexión», resume Alexia Hermida, al relatar la incertidumbre vivida en su hogar, durante el apagón general de este lunes, cuando «las horas pasaban», el suministro eléctrico no se restablecía y se iba agotando la batería de las máquinas que precisa su hijo Miguel, de 8 años, con una traqueotomía, tras haber sufrido «una muerte súbita, y dos paradas cardiorrespiratorias», con solo 17 meses.

«No pude ponerle la medicación. Tenemos dos máquinas de oxígeno en casa. Una va a corriente, y la otra es de bombona. La que me preocupaba era de la aspirar, ya que Miguel tiene mucho moco por la noche, y tenía que aspirarlo a cada rato», explica Alexia, antes de apuntar que el aparato en cuestión contaba con «algo de batería» y pudo «tirar con eso». «La única solución era ver qué pasaba, y esperar. Y, si veía que la situación se complicaba, irnos para el hospital. En cuanto volvió la luz, lo primero que hice fue cargar la máquina de aspirar de nuevo», expone, mientras busca una solución «por si vuelve» a darse una situación tan excepcional como la del lunes.

Larguísimas horas de aflicción vivieron, también, Isabel Villanueva, vecina de O Temple, y sus padres, Isabel y Emilio, que viven en Carballo. Él tiene ELA, «diagnosticada hace ya más de cinco años», y «necesita estar conectado, 24 horas, a un dispositivo BiPAP (respiración con presión positiva de dos niveles en las vías respiratorias)». «Fue un poco angustioso. La BiPAP tiene una duración, sin cable, de unas 4 horas, más o menos. Mi padre cuenta con dos máquinas de ese tipo, y se va alternando. A las cuatro de la tarde, una ya la había consumido y, a la otra, le quedaban dos horas de autonomía. Mi madre se acercó al centro de salud de Carballo, pero allí no tenían autogeneradores, por lo que nos vimos un poco agobiados. Cuando llegué yo, cogí la BiPAP de mi padre, y me volví al ambulatorio pero, efectivamente, no pudieron ayudarme porque no tenían nada con qué hacerlo», refiere Isabel.

Isabel Villanueva.

Isabel Villanueva. / LOC

«Entonces, como al lado del centro de salud está Protección Civil, me acerqué hasta allí, donde había un chico, Gustavo, con un generador, ya como medio en la calle, para ayudarnos. No solo pude enchufar allí, un rato, la máquina, sino que Gustavo llamó al 061, porque mi teléfono estaba completamente inoperativo, para trasladar a mi padre en ambulancia hasta el Hospital Universitario de A Coruña (Chuac). Allí pasó toda la noche, en el Hospital de Día, conectado a una BiPAP y, a las ocho de la mañana de este martes, regresó a casa con mi madre», detalla, «muy agradecida» con Gustavo, pero también con «los profesionales de la Unidad de ELA del Chuac» y, en particular, «con la doctora Celia Pérez Sousa», al igual que refiere Agaela (Asociación Galega de ELA), ya que se «afanaron en contactar con sus pacientes», para «interesarse por su situación» y ofrecerles la posibilidad de recargar sus máquinas BiPAP, o de recibir esa asistencia respiratoria, en el complejo hospitalario coruñés, donde se tiró de sistemas de alimentación de emergencia, previstos para contingencias, para mantener la actividad asistencial básica, así como las urgencias, durante el apagón.

El fallo energético, que se prolongó durante unas 14 horas en el área coruñesa, afectó en las comunicaciones y en el acceso a la información digitalizada, como la historia clínica de los pacientes, en el Chuac donde, a lo largo de la mañana de este martes, se fue recuperando, poco a poco, la normalidad. También repercutió en actividades que no tenían que ver con la asistencia sanitaria inmediata, obligando a disminuir el consumo eléctrico en servicios, y en las consultas no urgentes. Impactó, asimismo, en los centros de salud, donde se cancelaron citas, y donde también, en la mañana de este martes, se fue retomando la cotidianeidad.

"Tranquilidad" entre pacientes en el Chuac

«Tanto a los pacientes, como a los familiares, nos han dicho que estemos tranquilos, que el hospital cuenta con generadores, y que no va a haber problemas. Sí que han pedido hacer un uso responsable de la electricidad en las habitaciones, que no se utilicen los televisores, por ejemplo, y que los enchufes se usen para cargar los teléfonos móviles, y poco más», explicaba Javier Vecino, mientras esperaba la llegada del bus urbano, a media tarde del lunes, junto al Hospital Universitario. A Javier, el apagón le cogió mientras visitaba a su hermano, ingresado en la planta de Cardiología del centro. «Hay un trasiego tremendo de ambulancias. Mucha gente utiliza respiradores y, según me han comentado, están viniendo aquí a cargar los aparatos», señalaba.

También sorprendió el apagón, en el Hospital Universitario, a Eyce Moreira, con su marido ingresado «en la planta de Neumología», tras haber sido «operado de pulmón». «Nos dijeron que no nos preocupásemos, que cuentan con generadores para el suministro de electricidad, y lo único que nota el paciente es que no hay luz en los pasillos. El resto funciona con normalidad», aseguraba Eyce, quien también indicaba que sí les habían aconsejado «utilizar la electricidad solo para lo imprescindible».

Usuarios y profesionales de la Fegerec, junto con efectivos de Cruz y Roja y Bomberos, en el centro cívico de San Diego.

Usuarios y profesionales de la Fegerec, junto con efectivos de Cruz y Roja y Bomberos, en el centro cívico de San Diego. / LOC

«No se puede acceder a las historias clínicas, ni nada... Solo lo más básico, tirando de los generadores», apuntaba Manuel San Martín, con su madre ingresada «en Urología», a media tarde del lunes. «La situación se está viviendo con tranquilidad, aunque no hay luz en los pasillos, y han pedido a los pacientes que no enciendan los televisores. Lo normal, que apliquemos el sentido común», apuntaba, junto a la puerta del Hospital de Día, donde una paciente que venía «de la quimio» comentaba: «Los tratamientos se están poniendo con normalidad, solo con algo más de retraso».

Tratamientos oncológicos

A esa «normalidad» alude, también, Lourdes Silvoso, coordinadora de Atención al Paciente de la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). «Hubo un primer momento de mucha confusión, y mucha incertidumbre que, obviamente, nos cogió a todos. No obstante, lo que nos han referido, tanto nuestros usuarios y sus familias, como los servicios hospitalarios, es que se han mantenido tanto las citas, como los tratamientos, y que todas las incidencias que pudieron darse se han solventado con relativa normalidad. Y, en nuestro caso, ha sucedido un poco lo mismo. Nuestras sedes, tanto el lunes, como el martes, han estado abiertas, con todos los servicios operativos y toda la normalidad posible, y lo que hemos visto, y lo que nos han transmitido los pacientes que han tenido que acudir a los servicios médicos, es esto mismo», reitera.

Pacientes con enfermedades raras

Carmen López, directora sociosanitaria de la Federación Galega de Enfermidades Raras e Crónicas (Fegerec), con sede en el centro cívico de San Diego, detalla que «el problema» que tuvieron ellos, al producirse el apagón, fue «con dos usuarios, un chico joven, que está en silla de ruedas, y una mujer de más edad, con una silla manual». «Hubo otra, que estaba en una scooter, pero que se movía algo. Lo que hicieron nuestras fisios, en este caso, fue ayudarla a bajar por las escaleras. Lorena, la directora del centro cívico, súper amable, dejó que el scooter pudiese quedar en su despacho y, otra compañera nuestra, Sandra, la administrativa, acompañó a esta señora hasta su casa, con la ayuda de una vecina, que también colaboró. En los otros dos casos, vinieron a ayudarnos profesionales de Cruz Roja y de los Bomberos, para bajarlos», especifica López, quien reivindica que, «aparte de efectivos», los unos y los otros fueron «súper cariñosos».

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