El conserje que mantuvo la normalidad en el Hercón de A Coruña

Los residentes del edificio de 30 plantas, el más alto de Galicia, no sufrieron el corte de luz y destacaron la labor de Antonio Martínez para mantener la seguridad en el bloque

El conserje de la Torre Hercón

El conserje de la Torre Hercón / Iago López

A Coruña

La vida en el edificio más alto de la ciudad no paró pese a que se fuera la luz. Los 30 pisos de la torre Hercón se mantuvieron funcionando durante gran parte del lunes gracias a las acciones de una persona: Antonio Martínez, el conserje del edificio. Gracias a él, el grupo electrógeno mantuvo a flote no solo los ascensores y la accesibilidad para las viviendas en plantas superiores, sino también la actividad en las sedes comerciales y en la redacción de la delegación de Radio e Televisión de Galicia. «Yo acabé dando un paseo, porque el ascensor seguía funcionando estupendamente», señala Teresa Estévez, una vecina del cuarto que vive sola. Esta residente afirma que Martínez acabó marchándose de madrugada, cuando por fin se restauró el suministro de luz en la ciudad.

Martínez confirma que estuvo pendiente del generador, pero afirma que «es un trabajo normal». «Es una parte de mi trabajo, nada más», señala, aunque confirma que nunca pensó que vería un problema de suministros tan duradero. Explica que los generadores están listos para saltar a los ocho segundos de un corte de luz, y que, una vez esta se restaura, aún funcionan durante dos minutos hasta que se estabiliza la red, pero lo que le preocupaba era el agua. «Lo que hice fue parar todo, porque no sabía cómo iba a arrancar todo esto, de repente meten una carga de corriente y no sabes cómo va a responder todo esto, que al final funciona con bombas de agua. Es un problema bastante grave porque puede reventar».

La torre Hercón fue de los pocos edificios de la ciudad que se mantuvieron relativamente al margen de la precaria situación que vivieron otros vecinos. Allí no hubo necesidad de rescatar a nadie en el ascensor, los residentes pudieron salir, hacer sus compras y volver a sus casas con la seguridad de que no estaban atrapados en el edificio. Francisco Fornelos, que vive en la vigésimo segunda planta y es uno de los residentes más antiguos, confiesa que él estaba tranquilo cuando el apagón le pilló en la calle, porque sabía que el generador iba a permitirle subir hasta su vivienda. «Sabía que el grupo electrógeno iba a aguantar», señala. «El portero salió en medio de la noche y fue a comprar gasoil para que siguiéramos funcionando». El conserje aclara que lo que tuvo que hacer fue pedir un taxi hasta una gasolinera de Sigrás, por si acaso el apagón se alargaba, pero que el generador tiene una autonomía para casi 24 horas. Fornelos dice que después de volver a casa decidió no moverse hasta que volviera la luz al edificio.

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